Vida en familia
El secreto del amor duradero puede ser dormir separados
Ronquidos, horarios diferentes, cronotipos distintos… Son muchas las razones por las que “la separación voluntaria nocturna” puede ser la máxima del amor
Caer en los brazos de Morfeo es uno de los grandes problemas de nuestra sociedad, siendo el estrés, el ritmo de vida y los hábitos poco saludables las principales causas por las que tantas personas sufren trastornos ocasionales o crónicos del sueño, algo que no sólo repercute en la falta de descanso, sino que afecta al sistema inmune, cardiovascular, metabólico, muscular y nervioso. Lo habitual en las sociedades occidentales es que las parejas compartan cama, que se convierte así en una especie de símbolo de la condición de pareja, del compromiso con la relación y del deseo de intimidad compartida, por lo que cuando hablamos de problemas de incompatibilidad como compañeros de sueño, las relaciones se debilitan.
El divorcio del sueño
¿Qué pasa cuando el motivo de la mala calidad del sueño, lejos de ser la ansiedad o los problemas, es la pareja? “Yo soy una ferviente defensora de lo que llamo ‘la separación voluntaria nocturna’, que es que las parejas duerman en habitaciones separadas para garantizar su sueño y descanso tan necesario en nuestro día a día. A veces creemos que dormir separados puede estropear la relación de pareja, pero debemos buscar otros momentos durante el día para mostrarnos afecto y cariño y tener esos momentos de sexo fuera de la hora de ir a la cama, cuando ambos miembros de la pareja pueden estar ya cansados de un día intenso. Si hablamos de ronquidos, siempre hay que descartar que la pareja no sufra apnea del sueño para poder tratarlo, ya que una vez en tratamiento, las parejas pueden seguir durmiendo juntas”, dice Nuria Roure, psicóloga especialista en alteraciones del sueño.
“Cuando no dormimos bien, nuestro estado emocional se altera, es decir, estamos más irritables, más ansiosos, con más cambios de humor y menos empáticos y tolerantes, y eso lo suelen sufrir las personas que tenemos más cerca: nuestros hijos y nuestras parejas. Estoy segura de que muchas discusiones, peleas e incluso divorcios se deben a no tener un buen sueño. Entonces, pensemos: Qué es lo que puede estropear la relación, ¿no descansar durmiendo juntos, con las consecuencias negativas del día, o dormir separados por la noche después de tener relaciones afectivo-sexuales y tener una buena relación de pareja durante el día?”, pregunta. “Dormir en pareja es precioso y bonito. En un microdespertar, te das la vuelta y encuentras a tu pareja, te abrazas y sigues durmiendo, los dos juntos. Si ese es el escenario, no existe ningún problema. El problema surge cuando la realidad no es tan bonita, y entonces es mejor dormir separados”, dice Roure.
Frente a esa idea, emerge el denominado “divorcio del sueño”, ese por el que apuestan las parejas que duermen en camas separadas o incluso en habitaciones distintas para evitar así problemas de sueño y por ende, relacionales. El estudio Sleep and Partners Research 2023, de The Better Sleep Council, indica que si bien la mayoría de quienes tienen una relación y viven con su pareja dicen que duermen mejor por la noche juntos, una cuarta parte asegura que duerme mejor a solas. Aunque dormir con una pareja puede intensificar los sentimientos de apego y amor, también puede afectar negativamente a la calidad del sueño, lo que puede causar problemas en la relación. Por cierto: Melania Trump y Donald Trump duermen en habitaciones separadas, y según la biografía Elizabeth the Queen: The Life of a Modern Monarch, la reina Isabel II y el príncipe Philip dormían separados, algo bastante habitual entre la aristocracia británica, tal y como explicó Lady Pamela Hicks, prima del príncipe, en Woman and Home: “En Inglaterra, la clase alta siempre ha tenido dormitorios separados”, dijo.
El ¿egoísmo? de dormir bien
También están los defensores del método escandinavo, que consiste en compartir colchón, pero con dos edredones diferentes. “Dormir en la cama con otra persona no nos transforma mágicamente en una especie de monstruo de dos cabezas. Todavía somos dos individuos. Es liberador recordar este hecho. Es muy fácil suponer que todo el mundo utiliza sólo un edredón, porque eso es lo que siempre hemos visto”, dicen los creadores de Scandinavia Standard, una web que explica las bondades del estilo de vida escandinavo y que defienden el poder de que cada miembro de la pareja tenga su edredón.
“La cama es un espacio muy significativo en términos de intimidad y en términos de pareja, y por eso mantas o edredones separados pueden amenazar ese sentido de unidad o intimidad debido al estándar cultural que nos fijamos, pero lo más importante del sueño es conseguir un buen descanso. Dormir es lo más egoísta que puedes hacer. Y sabemos que si uno de los miembros de una relación duerme mal una noche, le falta empatía, tiene más discusiones y tiene más sentimientos negativos hacia su pareja al día siguiente. Esa no es una receta para una relación feliz. Cuando duermas, ¡prioriza tu sueño! El resto del tiempo, prioriza tu relación”, asegura a Refinery29 Neil Stanley, autor de How To Sleep Well.
Raquel Marín Cruzado, autora de Alimenta el sueño para un cerebro sano, señala que hay que tener en cuenta que la temperatura del habitáculo, el tipo de colchón o incluso el tipo de almohada pueden ser incompatibles entre dos personas que duerman juntas. “Cuando hablamos de horarios incompatibles, es todavía más importante respetar los cronotipos en particular con las personas que tienen trabajos nocturnos. Precisamente ya por el mero hecho de tener un trabajo en horarios vespertinos, los trastornos del sueño se intensifican. Si a eso añades el hándicap de tener contaminación lumínica o auditiva en las fases del sueño profundo, el insomnio está servido, y con ello, una merma definitiva en el ánimo y la calidad de vida general. Esto afecta también a la libido, por lo que se puede entrar en un círculo vicioso de merma en la calidad de las relaciones de pareja”, dice. “Cuando hablo sobre esto con mis alumnos de mi programa, ‘Por fin duermo’, siempre les recomiendo que de forma conjunta, con su pareja, pacten una hora de ir a la cama juntos para tener ese momento “achuchón” y una vez ya acabado ese momento, la persona con cronotipo o horarios más nocturnos salga de la cama y la otra persona, con un horario más matutino, se quede ya en la cama para poder dormir”, dice por su parte Nuria Roure.
Para pasar unas buenas noches, en definitiva, quizás no siempre haya que hacerlo en pareja. ¿Tendrá la cucharita los días contados?
¿Por qué muchos adolescentes duermen poco y mal?
Los bebés no son los únicos que necesitan un descanso amplio y reparador; los adolescentes de entre 13 y 18 años también lo precisan, como mínimo nueve horas de sueño nocturno, pero diferentes causas lo dificultan, como el uso de dispositivos tecnológicos o que no tienen unos hábitos del sueño adaptados a sus necesidades vitales. “Su organismo en desarrollo continuo a esta edad implica procesos hormonales, metabólicos y neuropsicológicos, muchos de los cuales se producen durante el sueño”, explica Darío Fernández, médico y psicólogo clínico experto en medicina del sueño y autor del libro Tratamiento integral del insomnio en cuatro semanas.
Las consecuencias para los jóvenes que no duermen de manera adecuada son diversas. “Alteración del metabolismo, predisposición al sedentarismo, dolor de cabeza, problemas gastrointestinales, obesidad y diabetes, además de dificultad en el aprendizaje y en la función memorística”, explica Fernández. La falta de sueño de calidad en ellos también afecta a su conducta. “La fatiga disminuye las ganas de socializar y provoca irritabilidad, desmotivación, negatividad, falta de iniciativa y predispone a la depresión en la edad adulta”, añade este especialista en medicina del sueño.
Las nuevas tecnologías y el sueño adolescente
Los móviles son adictivos y afectan al descanso nocturno de los jóvenes. “Con su luz se inhibe la secreción de la melatonina (hormona del sueño), por lo que impide conciliar el sueño; se reducen las horas de descanso y se genera inquietud por los mensajes y páginas consultadas”, continúa el mismo psicólogo. Fernández menciona otras causas por las que el sueño se puede ver alterado a esta edad: “Suele ser el momento del inicio del consumo de drogas mal llamadas blandas, como el alcohol, el café, el tabaco o las bebidas excitantes, además de los procesos hormonales que implican la búsqueda de la identidad y la rebelión contra normas, como puede ser la hora de ir a dormir”. Este experto apunta a más causas que desembocan en un sueño inadecuado de los adolescentes, como:
Los horarios irregulares, que se intentan compensar con más horas de descanso los fines de semana para suplir la carencia acumulada durante el resto de la semana.
Las siestas largas y tardías de más de 30 minutos.
Infravalorar la importancia del sueño para la salud por parte de los menores, que lo experimentan como una pérdida de tiempo.
Las peculiaridades del descanso de los jóvenes
Los adolescentes tienen ciertas singularidades a la hora de dormir, que están determinadas por su proceso de maduración. “Un ritmo circadiano retrasado en la hora de inicio del sueño, que libera la melatonina (hormona del sueño) más tarde, provoca la habitual reticencia del adolescente para ir a dormir y levantarse por la mañana”, explica Fernández. El experto también menciona otras causas como tener un patrón irregular del sueño, que genera una mala calidad del mismo debido a la mayor brevedad de la fase REM (movimiento rápido de los ojos). Ese es el momento, según explica, en el que el descanso resulta más reparador.
Mantener lo que los especialistas denominan como “higiene del sueño adecuada” es la base para que los adolescentes tengan un descanso nocturno reparador, que incida de manera positiva en su salud. “Tener unos horarios regulares para acostarse y levantarse, crear un ambiente silencioso antes de ir a la cama, una actividad física que no tenga lugar a última hora de la tarde, limitar el uso de los dispositivos móviles y entender la importancia del descanso nocturno para la salud son alguna de las recomendaciones”, añade Fernández.
La alimentación también favorece el sueño nocturno reparador. “Hay sustancias que fomentan el descanso, como el triptófano que se transforma en melatonina (hormona del sueño) y se encuentra en alimentos como las cerezas, el plátano, la leche, la carne, el pescado azul o los frutos secos”, prosigue el experto. Menciona también las sustancias que conviene evitar: “Los alimentos o bebidas con cafeína, los helados de chocolate, las golosinas. Para cenar mejor no tomar espinacas, acelgas, carnes rojas, embutidos, queso muy curado, legumbres o tomate”.
Las edades del sueño
El sueño sufre modificaciones en función del desarrollo y madurez del niño, teniendo características propias que lo diferencian del sueño del adulto y del anciano. La edad es un factor decisivo para la cantidad de horas de sueño. El recién nacido duerme entre 14 y 18 horas, el lactante entre 12 y 14 horas, el niño en etapa escolar entre 11 y 12 horas y en la edad adulta, la mayoría duerme entre 7 y 8 horas por noche
El sueño no se recupera
Los jóvenes no tienen sensación de cansancio por no dormir las horas suficientes. Ana Pérez, miembro del Grupo del Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Esta especialista advierte que el sueño perdido no es recuperable y el cansancio se acumula en el cuerpo, con el consiguiente riesgo de que el descanso de mala calidad y escaso se convierta en crónico y el adolescente acabe por ser un adulto con problemas de insomnio.
Dormir con los papás
Muchos papás deciden practicar el colecho con su bebé, es decir, que el bebé duerma con ellos en su propia cama desde que nacen. Ésta es una práctica bonita, positiva y muy cómoda, siempre y cuando todos los miembros de la familia estén de acuerdo en llevarla a cabo. ¿Hasta cuándo? La realidad es que no hay un momento perfecto para el cambio y es una decisión que deben tomar los papás cuando sientan que todos están preparados, sobre todo el niño.