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Vida en familia

Velasco: “Falta improvisación y naturalidad en la crianza”

La psiquiatra infantojuvenil y también psicóloga afirma que los padres tienen miedo a los errores y a las críticas y que la maternidad está muy idealizada. En su nuevo libro cuenta cómo se puede vivir una crianza mentalmente sana pese a las trabas del sistema y la filosofía narcisista

Reportajes
  • Diana Oliver para Papás y Mamás de El País
  • 24/06/2023 01:12
Velasco: “Falta improvisación y naturalidad en la crianza”
El egocentrismo es de riesgo
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El escenario que se encuentran hoy madres y padres para criar no es sencillo. Al amasijo de circunstancias personales se une un contexto complejo marcado por la profesionalización de la crianza, el individualismo y la falta de sostén social e institucional. Esto es lo que señala María Velasco (Madrid, 47 años), psiquiatra infantojuvenil, psicóloga y autora de Criar con salud mental (2023, Paidós), para quien aunque muchas familias lo pueden tener relativamente fácil en cuestiones prácticas del día a día, como el acceso al supermercado o al transporte, asegura que no es así en lo importante de la vida: “Todo se vuelve complicado porque no le damos importancia ni a los cuidados ni a la propia maternidad”.

Velasco ve a las madres y a los padres muy estresados y opina que para cambiar esa situación no podemos esperar a que se tomen decisiones políticas. Hay que empezar a pensar en colectivo.

PREGUNTA. Afirma al inicio de su libro que ser padre o madre hoy es más difícil que nunca. ¿A qué retos se enfrentan?

RESPUESTA. No vivimos bien. Llevamos una vida llena de cosas, sin tiempo, pareciera que nunca podemos parar. Creo que a nivel social tenemos, en general, una sensación de enorme descontrol. Es cierto que podemos tener muy fácil en el día a día las cuestiones materiales: el acceso a alimentos en el supermercado, al agua corriente con tan solo abrir el grifo, al transporte, plataformas de compra de productos a través del móvil… Y, sin embargo, lo crucial de la vida —el amor, el cuidado, la crianza, las relaciones― sigue siendo muy difícil, y ahora más aún porque ni siquiera le damos el valor que tiene.

P. ¿Se le da poco valor a la maternidad?

R. Así es. La maternidad hoy está muy idealizada, pero al mismo tiempo estamos acostumbradas a que todo lo que hacemos tenga un rendimiento muy alto, por lo que se genera un conflicto. Tener un hijo, criarlo, establecer una relación y un vínculo es algo que requiere tiempo, paciencia, nos revuelve muchas emociones, y esto no es lo que nos cuentan de lo que es la maternidad. El reto que tenemos por delante cuando tenemos hijos es aceptar lo que es de verdad la maternidad (y la paternidad) y no la imagen que mantiene el relato social.

P. Existe una profesionalización de la crianza en la que se trata a los hijos como un ámbito más de la vida sobre lo que se debe estudiar, planificar, actuar... para hacerlo bien. ¿Qué supone esto para una familia?

R. Completamente, asistimos en la actualidad a una profesionalización de la maternidad y de la paternidad. La sociedad te dice: “Te tiene que salir bien” , por eso cuando surge algo, algún problema o algo que no encaja como esperabas, lo sientes como un fracaso después de la inversión que has hecho. Podríamos comprarlo con una inversión de tipo empresarial y eso, obviamente, está muy lejos de lo que es la crianza y de lo que nuestros hijos necesitan.

P. ¿Falta entonces improvisación y naturalidad?

R. Por supuesto. Para tener improvisación y naturalidad en la crianza deberíamos no tener miedo. Vivimos con un gran miedo a equivocarnos y a lo que piensen los demás de nuestras decisiones. Es muy difícil criar con naturalidad en este contexto. Quizás sería más fácil si aceptáramos que no podemos criar solos, que necesitamos un entorno que nos ayude, que para cuidar necesitamos sentirnos cuidados, etcétera. Todas estas cosas las negamos en esta filosofía de vida tan narcisista e individualista.

P. La soledad, la precariedad, el individualismo, la forma de vida rápida y basada en la productividad… ¿Se puede criar con salud mental en un entorno tan complejo?

R. Es muy difícil, pero creo que sí se puede si sales de la dinámica que la sociedad te impone. Tienes que saber que la crianza impone unos tiempos y una reorganización; tienes que tolerar la falta, que vas a tener que renunciar a unas cosas por otras; tienes que conocerte muy bien y hacerte dueña de tu vida. El libro tiene un mensaje de esperanza y quiere decir que es posible hacerlo, pero debemos saber que esto no lo van a cambiar ni los empresarios ni los políticos, esto lo pueden cambiar las madres y los padres unidos, que son los que pueden pedir cambios para criar con salud mental.

P. En su libro explica que para ser una madre suficientemente buena primero se debe estar suficientemente bien con una misma. ¿Cómo cuidar a las madres para que puedan cuidar y cuidarse?

R. Necesitamos ser comprendidas, sostenidas y escuchadas. A nivel físico y emocional, la maternidad supone un cambio enorme, pero hay un desconocimiento total de las necesidades de cuidado de las madres. Antes eran cuidadas por otras mujeres (la madre, la abuela, la vecina…), pero ahora se pone toda la expectativa en una pareja que normalmente no conoce todo esto y que parte de una situación muy distinta. Tampoco existe ya esa red de mujeres que cuidaban, por lo que las madres están menos sostenidas que nunca.

P. Los primeros meses son los más vulnerables.

R. Tras el nacimiento, los primeros meses son los que conllevan una mayor demanda a nivel físico por parte del bebé, además de que es cuando tú estás atravesando muchos cambios a nivel hormonal. ¡Hasta el cerebro cambia con la maternidad! Luego ya, pasado un tiempo, hay cuidados que se pueden repartir, pero hay un tiempo que debe acompañarse y cuidarse ese vínculo madre-bebé.

P. ¿Cuáles son las principales dificultades que encuentra en las familias?

R. Veo a las madres y a los padres muy estresados. Algo que creo que sí ha cambiado un poco el escenario es el permiso paternal, porque aquí el padre sí que puede estar más tiempo. Pero sigue siendo totalmente insuficiente. Lo poco que se ha propuesto y que ha cambiado en el apoyo a las familias está asentado sobre un modelo machista y productivista. Lo de la conciliación es una mentira. Todo se plantea en términos empresariales, pero en ningún momento se piensa en las necesidades de los niños y de las niñas. Hay un asunto que no se está teniendo en cuenta a la hora de pensar en políticas para las familias: todo lo que invirtamos en prevención de la salud mental ahora, nos lo ahorraremos en intervención y en tratamientos. Esto no solo está relacionado con la salud presente y futura, también hay una cuestión de gasto sanitario.

 

El peligro de criar hijos

demasiado narcisistas

 

Rafael Guerrero

El ser humano es un mamífero, más concretamente, un primate. Esto implica que la conexión, la sociabilidad y el otro adquieren una importancia clave para la supervivencia del individuo. Necesitamos de ese otro para poder seguir con vida. Esto es algo evidente cuando nos centramos en el recién nacido, pero igualmente necesario para los adultos. En función de cómo las figuras adultas se vinculen con el menor, desarrollaremos en el niño un apego seguro o todo lo contrario: un apego inseguro. Para hacer sentir a nuestros hijos a salvo, importantes y queridos son imprescindibles tres pilares: mirada, tacto y tono de voz. Estas variables determinarán que el pequeño tenga un vínculo sano o no.

El tacto es fundamental, no solo para desarrollar un apego seguro, sino para calmar a quien está desregulado. Esto lo demostraron James A. Coan, Hillary S. Schaefer y Richard J. Davidson, tres investigadores y psicólogos estadounidenses, en un estudio de 2013 con adultos, denominado Mutuality and the social regulation of neural threat responding (La reciprocidad y la regulación social de la respuesta a amenazas neuronales, en español). Yo descubrí la investigación en el libro Maneras de amar, de Amir Levine (2016). En el análisis, pidieron voluntarias para participar en una investigación en donde se les colocaba a las mujeres unos electrodos en las manos que aplicarían unas leves descargas cada cierto tiempo. Se observó que las amígdalas cerebrales, sede de las emociones desagradables y del dolor, se hiperactivaban cada vez que recibían esa descarga. A continuación, se permitió que un extraño entrara en contacto con la mujer para tomarla de la mano y tranquilizarla ante dicho estímulo desagradable. Se observó que sus amígdalas cerebrales disminuían su activación por la presencia del extraño, lo que demuestra la importancia del otro a la hora de calmar, a pesar de que fuera un desconocido. Cuando este se marchaba y permitían a las parejas de las mujeres voluntarias entrar en contacto con ellas, vieron que apenas se “encendían” sus amígdalas cerebrales. Qué importante somos para tranquilizar al otro solo con nuestra presencia y/o cogiendo de la mano a la persona que está sufriendo.

La expresión facial del adulto es fundamental para amortiguar o amplificar el estado emocional que está experimentando el niño. Los padres y las madres tenemos esa excepcional capacidad: podemos calmar o bien echar más leña al fuego al volcán emocional que está experimentando nuestro hijo. Para esto es imprescindible partir de la calma y que seamos sensibles, empáticos y respetuosos con los menores. Los adultos ejercemos de espejo de nuestros hijos. Como decía el psicoanalista británico Donald Woods Winnicott, “si el rostro de la madre es poco receptivo, entonces un espejo es algo que se puede mirar, pero no sirve para mirarse”. Excepcional frase que deja entrever la importancia del adulto en el desarrollo de variables como la autoestima y la regulación emocional de los más pequeños.

La vulnerabilidad y la fragilidad caracterizan al ser humano, sobre todo en los primeros años de vida. De ahí que sea imprescindible que madres, padres y maestros atendamos las necesidades cambiantes que manifiestan los niños. Si el menor se desregula por sentir miedo o estar enrabietado por un incidente que considera injusto es importante que el adulto valide la emoción, haga consciente al niño de lo que siente y le aporte una narrativa o explicación de lo ocurrido.

El otro día me preguntaba una maestra la diferencia que hay entre validar y sobreproteger. Cuando valido y legítimo el miedo, la tristeza o la alegría que siente mi hijo estoy conectando con él. Sé que siente miedo y trato de tranquilizarle y protegerle teniéndole en cuenta. Sin embargo, en la sobreprotección (por cierto, una forma de maltrato), el adulto no conecta con el menor sino consigo mismo. No actúa de una manera u otra en función de lo que necesita el niño, sino de sus propias necesidades y miedos.

Los adultos debemos narcisizar, en su justa medida, a nuestros hijos. Atenderles, mirarles incondicionalmente y respetarles en su manera de sentir y pensar. Debemos cubrir las necesidades que presentan, aunque teniendo cuidado en no convertir deseos en necesidades. Si el niño crece y se desarrolla sin que los adultos diferenciemos entre necesidad y capricho es probable que le hayamos narcisizado en exceso. Entonces, convertimos al menor en el centro del universo, no solo para nosotros sino para todo el mundo, lo cual no solo es que no sea cierto, sino que no es sano. El niño crecerá creyendo que sus necesidades son más importantes que las del resto. En estos casos urge poner límites, aprender a esperar y desarrollar la empatía de este pequeño. Cuanto mayor es su capacidad para tratar a los demás de manera respetuosa, de manera más sana se estará desarrollando. Si el pequeño no es empático, entonces no podrá entender al otro ni sentir culpa ni remordimiento. La empatía es el factor más potente para protegernos del abuso, el acoso escolar y la crueldad. Poniendo un ejemplo extremo, el abusador no empatiza ni conecta con lo que siente su víctima; más bien lo convierte en cosa. Si pudiera conectar con él o ella, seguramente no lo haría.

La persona con personalidad narcisista tiene una bajísima capacidad de empatía, además de una pobre autoestima. Desgraciadamente, no han tenido figuras de apego que hayan ejercido de espejos fieles y no distorsionados de la realidad. El narcisista rellena ese vacío que tiene de amor y confianza sometiendo, insultando y controlando a los demás. El refranero popular es, nuevamente, muy sabio: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Claves para crear

una relación

con los niños

 

1. Las metas

Muchos padres tan solo piensan, con respecto a sus hijos, en lo que quieren que estos consigan. Los psicólogos Lauren B. Quetsch y Tim Cavell dicen que no se debe uno aferrar a un objetivo que no tiene sentido mientras su hijo crece.

"Podemos tener una idea de cómo queremos criar y hablar de ello, pero cuando finalmente nos ponemos a ello, entonces tus hijos te darán su propio temperamento, y te darás cuenta de que pensabas que lo habías preparado todo pero realmente no es así", explica la misma, añadiendo que estas metas muy probablemente cambiarán con el paso del tiempo.

2. La aceptación

Ambos concuerdan además que esforzarse por no alejar al niño de sus intereses, así como mostrarles amor y cariño, implican mandarles un mensaje de aceptación. Y cuando el hijo se siente aceptado, entonces este no cuestiona cuánto se le valora.

"Vas a tener nociones preconcebidas del niño. Pensamos que va a ser de cierta manera, pero cuando llega al mundo esto cambia, y se debe descubrir quién es y cómo estar cómodo con él", proseguía Covell.

3. La contención

Cada niño es distinto, y unos se portarán peor que otros. El hecho de que un padre sea muy disciplinario puede causar que se deterioren las relaciones paterno filiales, mientras que quienes son demasiado permisivos podrían perder el respeto de sus hijos.

El punto medio entre ambas actitudes, la contención, es lo que ambos expertos recomiendan. Se trata de ser selectivo a la hora de escoger en qué momentos se va a confrontar al niño y en cuáles no. Por ejemplo, se puede mostrar comprensión si un día el niño no quiere ir a la escuela, a la vez que se le deja claro que es algo necesario.

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