Agenda solidaria mundial
La mortalidad infantil golpea al mundo en pleno desarrollo
La mortalidad infantil mantiene tasas elevadas en países de África al sur del Sahara, en el sur de Asia y en Oceanía. Bolivia se mantiene por poco en el objetivo mundial de rebajar a 12 fallecidos por 1.000 nacidos; Tarija, con poco más de 2, tiene una de las tasas más bajas del país
Con más de cinco millones de niños menores de cinco años que perecen anualmente, el mundo sigue lejos de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en materia de mortalidad infantil, señaló un informe divulgado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en la víspera de Navidad, fechas propicias para la reflexión y el propósito de enmienda.
“Todavía estamos perdiendo demasiadas vidas jóvenes por causas en gran parte prevenibles, a menudo debido a sistemas de salud débiles y con fondos insuficientes que se han enfrentado a una enorme presión por la pandemia”, dijo Mark Hereward, director asociado de Datos y Análisis de Unicef.
Agregó que “la carga de estas muertes no se lleva por igual en todo el mundo. Los niños en África subsahariana y el sur de Asia continúan enfrentando el mayor riesgo de muerte en el mundo y soportando la peor parte de esta carga de mortalidad”.
En la Agenda 2030 de las Naciones Unidas figura como ODS 3 “Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”, y su meta 3.2 es “poner fin a las muertes evitables de recién nacidos y de niños menores de 5 años”.
La meta contempla que todos los países intenten reducir la mortalidad neonatal al menos hasta 12 por cada 1000 nacidos vivos, y la mortalidad de niños menores de cinco años al menos hasta 25 por cada 1000 nacidos vivos.
Realidad versus metas
Pero el informe del Grupo Interinstitucional de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad Infantil (Unigme, en inglés) estableció que más de 50 países no alcanzarán la meta de mortalidad de menores de cinco años para 2030, y más de 60 no alcanzarán la de mortalidad neonatal “sin una acción inmediata”.
En 2020, la tasa de mortalidad de menores de cinco años en el mundo se situó en 37 por cada 1000 nacidos vivos, una declinación de 51 % con respecto a 1990, cuando la tasa llegó a ser de 93 por 1000 nacimientos vivos.
El logro más impactante se registró en Asia oriental, donde en tres décadas la tasa decayó de 51 a siete muertes por 1000 nacimientos vivos (una reducción de 86 %), pero aún se mantienen cifras elevadas en algunas regiones del mundo.
En Australia y Nueva Zelanda la tasa es de cuatro por 1000 nacidos vivos, pero en el resto de Oceanía es de 40. En Europa es de cinco por 1000, pero en África al sur del Sahara alcanza todavía a 59 por millar.
En América del Norte es de seis por 1000 nacimientos vivos, mientras que en América Latina y el Caribe es de 16, en el sureste asiático la tasa es de 24 y en el sur de Asia llega a 37 por 1000.
Lejos del objetivo
Las muertes neonatales en 2020 fueron 2,37 millones en todo el mundo (cinco millones en 1990), y de ellas más de un millón en África subsahariana y 866 000 en Asia del sur y del sureste. En América Latina y el Caribe se registraron 94 000.
Junto con esos decesos, las de niños y jóvenes entre cinco y 24 años –un rango de edad con menos probabilidades de morir que la de menores de cinco años- llegaron en 2020 a 2,2 millones.
Aquí de nuevo las mayores probabilidades de morir a esas tempranas edades están en África al sur del Sahara (39 por 1000), Oceanía excluidas Australia y Nueva Zelandia (21), y Asia meridional (16). La de América Latina y el Caribe es de siete por 1000, y era de nueve por millar hace 30 años.
Mientras sostiene esos estimados, el informe de Unigme expone la “necesidad urgente de invertir en los sistemas de datos para rastrear la salud y la mortalidad de recién nacidos en países de ingresos bajos y medianos”, pues en dos tercios de esas naciones no hay datos suficientemente confiables en los últimos tres años.
El informe resiente que solo unos 60 países, principalmente de ingresos altos, tienen un sistema de registro civil y estadísticas vitales que funciona correctamente y produce datos de mortalidad oportunos y de alta calidad.
Destacaron como ejemplo que la covid-19 puede afectar la mortalidad infantil de manera diferente según el grupo de edad y el nivel socioeconómico y se necesitarán datos oportunos y precisos y un monitoreo cercano para comprender el impacto a largo plazo de la pandemia.
Pero sobre todo “si vamos a lograr los ODS de mortalidad infantil en todos los países, debemos redoblar los esfuerzos para garantizar el acceso a una atención eficaz y de alta calidad junto con la expansión continua de la cobertura de las intervenciones que salvan vidas”, concluyó Hereward.
Los datos en Bolivia
En Bolivia el programa Juana Azurduy ha permitido reducir sensiblemente el fallecimiento ¡tanto de madres como de niños en su primer año de vida, sin embargo el número sigue siendo sumamente alto.
De acuerdo a los registros poco actualizados que maneja el Instituto Nacional de Estadística (INE), que no ha oficializado el dato de decesos del 2020 porque los números de la pandemia no cuadran y mantiene como provisionales los de 2019 a días de entrar en 2022, más del 80m por ciento de las muertes infantiles se dan en el primer año de vida.
En concreto y según los datos provisionales de 2019, en Bolivia murieron 2.982 niños entre 0 y 4 años de edad, de los que 2.344 se dan en los primeros 12 meses. La proporción es similar a 2018, donde fueron 3.128 decesos y 2.418 fueron de niños menores de un año.
En la última década, el año más luctuoso en este sentido ha sido el 2011 con 4.036 muertos menores de 4 años, de los que 3.289 fueron bebés de menos de un año.
El dato es también proporcional al número de nacimientos registrados por partida de nacimiento. 2011 fue el año más prolífico con 312.252 alumbramientos, mientras que en 2018 hubo 219.807 y en 2019 229.914, lo que también evidencia un descenso del crecimiento vegetativo notable.
Según estos datos, la tasa de 2019 se situó en 10,19 decesos por cada mil nacidos vivos, mientras que en 2018 fue un poco superior, con 11,0, mientras que en 2011 fue similar, con 10,5, lo que indica que en una década apenas ha habido cambios sustanciales.
Los datos en Tarija
En Tarija el número de alumbramientos se ha reducido drásticamente en los últimos años de forma constante. Mientras en 2011 hubo 17.380; en 2014 hubo 15.354; en 2018 10.381; similar a 2019 con 10.827 y en el provisional de 2020 se baja de 10.000 a 9.092.
En cuanto a fallecidos menores de un año se registraron 62 en 2011; 57 en 2014; 23 en 2018 y 39 en 2019. Así, la tasa de mortalidad fue de 3,5 por mil en 2011 y es actualmente de 2,1, siendo una de las más bajas del país.
El efecto del bono Juana Azurduy
“Las inversiones tempranas en la vida son la base para una vida saludable y productiva. En la gama de opciones de política pública para invertir en la niñez se encuentran los incentivos a la demanda de servicios sociales que promueven la inversión en capital humano” señala el informe de Udape con apoyo del Banco Interamericano para el Desarrollo (BID), que es uno de sus principales financiadores.
En este marco, el programa de Salud Materno Infantil “Bono Juana Azurduy” (BJA) busca generar oportunidades y activos sociales fomentando la utilización de servicios de salud materno infantiles establecidos en los protocolos de atención para la mujer gestante y los niños menores de 2 años, contribuyendo así a mejorar la salud de esta población.
El BJA es un programa de transferencias condicionadas, o con corresponsabilidad, que forma parte de la política de protección social y desarrollo integral comunitario, PPSyDIC. El programa fue establecido mediante D.S. Nº 066 de fecha 3 de abril de 2009, iniciando operaciones ese mismo mes a nivel nacional.
El BJA entrega transferencias monetarias a mujeres embarazadas y madres o cuidadoras(es) de niñas y niños menores de 2 años a cambio del uso de servicios preventivos de salud durante el embarazo, del parto atendido por personal de salud calificado y del cumplimiento de los controles de salud de las niñas y niños.
A través de ello se busca mejorar la detección y tratamiento oportuno de condiciones de salud y nutrición en las mujeres gestantes y niñas y niños pequeños. Pueden participar en el programa todas las mujeres embarazadas y niñas y niños menores de 2 años que no cuentan con la cobertura de la seguridad social, debiendo éstos estar inscritos al programa antes de cumplir los 12 meses de edad. La oferta de los servicios de salud está garantizada sin costo para el usuario por la Ley de Prestaciones de Servicios de Salud Integral en todo el subsistema de salud público e instituciones de convenio.
El programa realiza un pago por servicio de salud recibido, de acuerdo al siguiente esquema:
Cuatro controles prenatales a razón de 50 bolivianos; 120 bolivianos por el parto institucionalizado y su control y 125 bolivianos al mes por el control integral tanto de madre como de niño en el año inmediatamente posterior. Hay que tener en cuenta que estos servicios son gratuitos.
Según los registros administrativos del programa, desde su inicio hasta diciembre de 2013, el BJA inscribió a aproximadamente 420 mil mujeres embarazadas y 630 mil niñas y niños. El estudio reconoce que a pesar del amplio conocimiento general del programa, desde su inicio el BJA ha logrado inscribir al 34,0% de las mujeres embarazadas y al 49,5% de los niños menores de 1 año.