La pandemia los dejó sin empleo y ellos emprendieron
Pablo y la receta del platillo mundial que se hace en Tarija
De atender una tienda de pernos pasó a emprender un negocio con su madre, la elaboración de nachos artesanales en Tarija. Se trata de un negocio familiar que inició en diciembre de 2020 y va en crecimiento



Mamá Amanda, como le dice Pablo Zeballos, salió un día de diciembre de 2020 a recorrer las tiendas por donde vivía, allá por el barrio 57 Viviendas en la zona del Campesino en Tarija. No iba a comprar pan ni nada de esas cosas que se necesitan en la casa, fue a ofrecer los nachos que había preparado bajo una receta que le dejó una entrañable amiga mexicana.
En ese recorrido, de su casa a las tiendas, tal vez sintió una taquicardia por los nervios de tanto pensar si iban a aceptar o no su producto; intentó venderlos de un lado a otro hasta que una persona le dijo sí.
Y es que la pandemia de la Covid-19 la había arrinconado hasta dejar su venta de ropa de bebés, ésa que tanto le costó sacar a flote durante cinco años en el parque Bolívar, más aún, las ventas ya no eran las mismas y el alquiler de la tienda cada mes le hacía tocar a fondo su bolsillo. Intentó seguir en ese rubro seis meses, pero finalmente no resultó.
Hasta ese entonces, Amanda de Zeballos había preparado nachos solo para su familia, para esos momentos de junte familiar, donde también elaboraba tacos y otras exquisiteces de la cocina mexicana. Pablo, quien también estaba desempleado y había visto que su mamá consiguió vender sus primeros productos, se puso en la tarea de ponerle una marca y hacerle una etiqueta, que finalmente quedó como “Churo Nacho”, el nombre se destacaba en letras blancas sobre un fondo naranja sumado a un nacho triangular con sus bigotes negros.
Amanda y su hijo sin haberlo planificado nunca antes, habían ingresado a la elaboración de ese producto, una botana que por primera vez la inventaron en 1943 a miles de kilómetros de Tarija, específicamente en Coahuila –México, y que luego se expandió por todo el mundo. Pero ésa es una historia aparte.
Si algo le pone feliz a Pablo es que su emprendimiento va de subida, pero además sus productos son 100 por ciento naturales y artesanales, pues no usan conservantes, colorantes ni ningún otro químico. Por ejemplo, para el nacho picante con limón, compran el cítrico y lo exprimen para luego remojar las tortillas ahí, luego de ese proceso recién las fritan. Las que son picantes también lo hacen con ají que se puede encontrar en cualquier mercado de la ciudad.
Pablo dice que no se necesita mucha ciencia para su elaboración, simplemente consiste en usar el maíz triturado, agua y sal, hasta lograr un producto como una tortilla; luego lo hacen cocer en el sartén por unos minutos, lo sacan para cortarlos en forma triangular, seguidamente vuelven a arrojarlos al sartén para terminar con la cocción y fin. Eso sí, la sazón y demás cuidados ya es un toque especial de su mamá, Amanda.
Pablo, de haber trabajado en una tienda de venta de tornillos, y con intenciones de montar un similar comercio para él, nunca pensó que terminaría dentro de una cocina elaborando nachos, que ahora son una de las cosas que más ama y mejor aún puede vivir de ello. A sus 27 años está seguro que lo de las tuercas y el servicio de delibery, quedaron atrás.
Los primeros cinco meses se encargaron del negocio solo él y su mamá, luego, al haber más demanda de sus nachos, se unieron sus cuatro hermanos, tres hombres y una mujer, quienes hoy ayudan a etiquetar y a embolsar. Antes, vendían cinco kilos de nachos a la semana, en la actualidad producen 50. Todavía se trata de un negocio familiar, pero con proyección a expandirse.
Recuerda que en un viaje a Bermejo aprovecharon de llevar sus nachos hasta la localidad fronteriza para ofrecer a unas tres o cuatro tiendas, y dejarles como muestras. Sin embargo, cuando bajaron del auto se dieron cuenta que atrás había otro vehículo y la conductora les observaba de manera fija, luego les habló para preguntarles qué vendían, cuando le dijeron nachos, ella respondió que quería todos los productos para comercializarlos en su minisúper que tenía por ahí cerca.
Pablo está seguro que fue la mano de Dios que obró en ese momento. Nada de reclamarle al que está en los cielos por haberles dejado sin muestras para las demás tiendas, lo sintió como una bendición.
Pablo reflexiona y dice que la mayoría de las personas tiene miedo de iniciar un emprendimiento, por el temor a fracasar. Por eso hay quienes optan por un trabajo estable y le dedican tiempo a una labor y a un sueño que es de otra persona. Ante esto Pablo afirma que es solo cuestión de animarse a empezar y tener fe. Él, es un ejemplo de que sí se puede emprender.
Cuenta que el primer paso de su iniciativa coincidió con una convocatoria del Gobierno Municipal de Cercado-Tarija, en la denominada “incubadoras de empresas”. Ese programa también le ayudó a encaminar su negocio mediante capacitaciones y ferias que le posibilitaron exponer sus productos. Está en carrera junto a otros 40 emprendedores por un capital semilla que entrega esta institución a los tres mejores.
Los “Churo Nacho” llegan en tres presentaciones: una de 130 gramos a 7 bolivianos, otra de medio kilo a 25 bolivianos y una de un kilo a 45 bolivianos. Están en puertas de sacar al mercado una bolsa intermedia entre el primero y segundo a pedido de sus clientes.
Mientras avanzan en la incubadora de empresas, alistan los trámites para obtener su Número de Identificación Tributaria (NIT) en el Servicio de Impuestos Nacionales (SIN), el registro de Fundempresa y también el registro que entrega el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag).
De momento tienen que distribuir su tiempo entre la elaboración de los nachos para cumplir con los pedidos, pero también destinar días específicos para salir a buscar clientes. Hay quienes les piden que vuelvan otro día o al inicio del siguiente mes, otros aceptan de manera inmediata y, en eso consiste, dice Pablo en abrirse camino sin desmayar. A la fecha sus productos son enviados a Bermejo, a Potosí, a restaurants y tiendas de Tarija.
La proyección no solo es producir más, sino innovar, por ello su mamá Amanda trabaja en una nueva variedad, una que también tenga incluido el tocino. Para ellos está claro que se debe conservar la esencia y que no se pierda su sabor original. Pablo dice que los nachos son de origen mexicano, pero se hacen en Tarija.
Los nachos que se
elaboran en Tarija
“Churo Nacho”
Los Churo Nacho llegan en tres presentaciones: una de 130 gramos a 7 bolivianos, otra de medio kilo a 25 bolivianos y una de un kilo a 45 bolivianos. Están en puertas de sacar al mercado una bolsa intermedia entre la primera y la segunda.
Emprendedores
Cuando Pablo y su madre daban los primeros pasos de su iniciativa salió una convocatoria del Gobierno Municipal de Cercado-Tarija, para la denominada incubadoras de empresas. Ese programa también les ayudó a encaminar su negocio.
Origen del nacho
En 1943, un jefe de meseros del Club Victoria en Coahuila México, improvisó un plato para sus clientas que habían llegado en horas no habituales, derritió queso Wisconsin rallado sobre rebanadas de jalapeños y totopos (trozos de tortilla de maíz fritos).