Tarija de antaño
La “capa pudiente”, sus casas y esencia en la Tarija de antaño
De acuerdo al escritor Agustín Morales Durán esta gente no era orgullosa ni poseedora de títulos de rancia nobleza o privilegios, simplemente se destacaba por los apellidos conocidos de claro origen español, posiblemente descendientes de los colonizadores



La Tarija de antaño siempre evoca hermosos recuerdos y uno de ellos está guardado en su gente. Aquellas personas sencillas que pese a las diferencias económicas siempre fueron solidarias entre sí. Así lo cuenta el escritor Agustín Morales Durán en su libro “Estampas de Tarija”.
Afirma que aunque las diferencias sociales fueron mínimas, no se puede negar que existía cierta división de clases, no muy marcadas como en otras ciudades, pero notorias. También aclara que no se puede hablar de gente de abolengo o alta alcurnia entre la sociedad tarijeña.
Las principales familias poseedoras de bienes y fincas, constituían lo que podríamos llamar "la capa pudiente" y se caracterizaban por apellidos conocidos, entroncados entre sí, formando una urdimbre social que las unía en aquello que la gente común identificada como "de la sociedad", delegando este amplio concepto a un grupo reducido o algo así como una pequeña élite.
De acuerdo al escritor Agustín Morales Durán esta gente no era orgullosa ni poseedora de títulos de rancia nobleza o privilegios, simplemente se destacaba por los apellidos conocidos de claro origen español, posiblemente descendientes de los colonizadores, que tampoco trajeron -felizmente- por estas tierras, orgullos de ancestros ni "sangre azul".
Se trataba de gente sencilla en su mayoría, que si alguna diferencia la distinguía, fue por poseer una buena casa y alguna finca en el campo, que tampoco podía decirse le daba riqueza, era simplemente "gente acomodada". Habitaba principalmente la parte central de la ciudad, con casas grandes, amplias, algunas de dos pisos, pero sin ningún estilo destacado y casi todas con su buen jardín en el patio principal, donde se cuidaba una profusión de plantas ornamentales y de flores, poseían también sus lindos naranjos y muchas tenían sus emparrados rodeando el patio.
Entre los muchachos, especialmente de 8 a 12 años, nunca hubo diferencias sociales de ninguna clase, incluso en el vestir casi todos eran iguales y donde había una absoluta amalgama era en la escuela
La mayoría tenía un segundo patio, huerta o huertillo más al fondo y los infaltables corrales para aves, animales domésticos y cuadrúpedos. Esta clase social no vivía espléndidamente ni poseía lujos; cuando mucho, sala y dormitorios, con un espacioso salón alfombrado, piano, amplio comedor, su buena habitación para cocina y horno.
En casi todas las casas se acostumbraba poseer amplios corredores o galerías, decoradas con macetas y plantas.
De acuerdo al escritor entre los más pudientes se encontraban “Los Navajas, los Trigo, los Blacud, los Paz y algunos más que fueron comerciantes o prestamistas; pocos podían ser considerados como ricos”.
Esta "sociedad" de acuerdo a Morales fue más característica entre las mujeres, las que procuraban guardar las diferencias debido a un falso orgullo femenino que por pertenecer a tal o cual familia o vivir en el centro, se consideraban en cierto modo —no digamos superior— pero algo mejor que el común de las gentes.
Más aún, esta distinción casi no existía entre hombres, pues éstos no tenían a menos reunirse con cualquier persona de las demás capas sociales y hasta habían muchos "caballeros" que se reunían a ciertas horas en el Club Social o lugares céntricos, para luego en otras horas reunirse en lugares populares con el objetivo de participar en otros juegos (taba, gallos, caballos) y las "guitarreadas" acompañadas de rica chicha o generosos vinos.
Entre los muchachos, especialmente de 8 a 12 años, nunca hubo diferencias sociales de ninguna clase, incluso en el vestir casi todos eran iguales y donde había una absoluta amalgama era en la escuela y en los juegos infantiles; “en nuestra sana inocencia no podíamos ni pensar ni obrar con diferencias de clases, todos fuimos iguales y sólo nos caracterizábamos por el barrio donde vivíamos”, relata el escritor.
Cuenta que después de esta mal llamada "sociedad" existía una clase intermedia que estaba constituida por la gente de menos recursos; si bien tenían sus casas más modestas, chicas o pequeñas propiedades, no gozaban de rentas como para poder vivir de éstas sin mayores preocupaciones.
Esta "clase media" estaba constituida por empleados públicos y particulares, pequeños negociantes y artesanos destacados; pero eran pocas las ocasiones en las que se podía notar la diferencia social. Finalmente venía una capa social más extensa constituida por vendedores, artesanos y trabajadores modestos; habitaban en los barrios de San Roque, parte del Molino, "Las Panosas" la pampa y los "extramuros" de la ciudad; las mujeres se caracterizaban por vestir de polleras y los hombres por el traje más sencillo. “No puedo decir que existía en la Tarija, de mis épocas de niño y adolescente una señalada división social, pues la gente en su generalidad era sencilla, bondadosa, cordial, dispuesta a la sana conversación e intercambio”, destaca el escritor.
En su mayoría estaba vinculada, sino por la sangre o parentesco, por aquella buena costumbre de unirse espiritualmente mediante el compadrazgo, vínculo fraterno que tenía mayor solidez que el mismo parentesco consanguíneo; fue común el nombrarse o hacerse compadres o comadres con cualquier motivo: bautismos, confirmaciones, matrimonios, evangelio de iglesia y por la torta o regalos.
Apuntes sobre la temática
Casas
Las casas de las familias pudientes se caracterizaban por amplios jardines, huertas y grandes salones, sin embargo el lujo no era algo central
Mujeres
Esta "sociedad" de acuerdo a Morales fue más característica entre las mujeres, las que procuraban guardar las diferencias debido a un falso orgullo femenino
Hombres
La “distinción” casi no existía entre hombres, pues éstos no tenían a menos reunirse con cualquier persona de las demás capas sociales