Recuerdos de antaño
Los curas, San Francisco y su convento en la Tarija de antaño
De acuerdo a Morales San Francisco sufrió muchas transformaciones desde los años 1930 al 40. Así el hermoso atrio con muros y enverjados metálicos fue levantado, también el templo mismo que tenía dos imponentes torres, una para el reloj público y otra para el campanario



Tarija guarda hermosos recuerdos y uno de ellos está centrado en los curas y en la iglesia San Francisco, institución que desde la Tarija de antaño ha hecho grandes aportes al pago.
Así de la mano del escritor Agustín Morales Durán les relatamos que la antigua iglesia era administrada por 4 o 5 curas españoles cordimarianos que se hicieron muy populares por su afán de mantener la fe. Entre ellos se recuerda a Juan Núñez, Donato López e Ignacio Puig, pero el cura más conocido fue un italiano: Carlos Piccardo, que no vivía enclaustrado, sino mantenía una vida independiente y liberal, con casa particular, servidumbre, negocios y frecuentaba todos los lugares públicos, alternando día y noche con los "caballeros de la sociedad", hasta dirigía un periódico.
Cuentan que siempre se lo veía fumando su pipa por la plaza principal (Luis de Fuentes) o el Club Social. Era una figura característica de las principales reuniones, se hizo rico con sus negocios, construyó dos o tres casas, y en suma, todo parecía, menos un sacerdote, pero aun así celebraba misas en la Matriz y en la Capilla de las monjas de Santa Ana.
El jefe de la grey católica fue Monseñor Ramón María Fondt, un español alto, de cuerpo macizo, rostro colorado y simpático. Infundía respeto por su imponente porte. Cuando había grandes celebraciones hacía retumbar el templo con su potente voz. Decían que era catalán, pero la gente que a todo le veía el lado chistoso, más lo conocía como –“horpington”-, asemejándolo a unos pollos de raza grande, a diferencia de los catalanes que son petizos.
Tenía una casa sencilla, salía poco, casi solo para ir a la Catedral u otras iglesias: vivió muchos años. Cuentan que cuando llegó a gran edad se hizo ciego. De acuerdo al escritor Agustín Morales Durán, a diferencia de sus antecesores que descansan en un sótano de la Catedral, sus restos se enterraron en el cementerio público.
San Francisco, su convento
De acuerdo a Morales esta colonial iglesia sufrió muchas transformaciones desde los años 1930 al 40. Así el hermoso atrio con muros y enverjados metálicos fue levantado, también el templo mismo que tenía dos imponentes torres, una para el reloj público y otra para el campanario, ésta última fue remodelada reduciéndola a una sola torre central y dándole un aspecto tan diferente que hasta le quitaba el aspecto de basílica que poseía.
“El interior felizmente no sufrió ninguna modificación, aparte de haberse suprimido los barandanos de fierro que protegían el Altar Mayor y los dos laterales, así como los ángeles de pie que había a ambos lados del templete del Santísimo, que sostenían ramos de hojas y flores unidos a aquel”, describe el escritor.
Cuenta que aquella antigua comunidad vivía algo así como en una ciudadela independiente, autoabasteciéndose en la mayor parte de sus necesidades, pues como la propiedad conventual abarcaba cuatro manzanos, contaba en su interior con una hermosa huerta, donde había extensos y productivos viñedos que servían para proporcionar el vino que tanto necesitaban los frailes, tanto para la Santa Misa, “como para sus `gargueros´ italianos acostumbrados a esa rica bebida”, apunta Morales.
Explica que de esta manera tenían su bien provista bodega, luego valiosos frutales, hortalizas, aves de corral y otros para la alimentación; también tenían una buena panadería, hostería, talleres para diferentes usos, imprenta propia, salón de actos, famosa biblioteca, gran palomar y hasta su propio cementerio.
Pero de acuerdo al escritor todo esto tuvo que ir reduciéndose primero, para luego suprimirse cuando la Municipalidad, después de histórico pleito, les obligó a abrir una propiedad que cerraba las calles Ingavi y Colón.
“Poco a poco fueron vendiendo las huertas que sirvieron como solares para construcciones particulares; así en un manzano completo se construyó el Palacio de Justicia. En otro sólo les quedó la mitad para el Colegio Antoniano, el tercero fue loteado íntegramente reduciéndose a un solo manzano, acabándose la vida de amplitud y tranquilidad de estos tan estimados frailes franciscanos”, detalla Morales.
Afirma que hubo sacerdotes notables, muy conocidos y respetados por toda la población, entre ellos Morales recuerda a los más antiguos, los padres: Antonio María Falsetti, Julio Francescheni, Manuel Lourrua, Hermán Cattunar, Santiago Coppelli, Cornelio, entre otros.
Pero también estaban los padres Faustino Dominici, un italiano joven, alto, bien puesto y muy simpático que se hizo popular. Cuentan que era tan lindo que las mujeres lo hacían parecer a San Antonio. De acuerdo al escritor éste trajo la novedad de la devoción a Santa Teresita del Niño Jesús, haciéndole construir un lindo altar que fue pintado por el famoso artista tarijeño fray Angélico Camponovo.
Cuenta que por ese tiempo llegaron los hermanos Ignacio y Ángel Coppedé, que también tuvieron mucha nombradía, el primero se quedó mucho tiempo llegando a ampliar el colegio San Antonio.
“Los oficios y fiestas religiosas en San Francisco siempre fueron solemnes, principalmente por su armonioso órgano y la `Schola cantorum´, acompañamiento y coro que infundían emoción, atrayendo a casi todo el vecindario”, relata Morales y agrega que desde ese entonces fue célebre la valiosa biblioteca que tenían en el convento.
Apuntes sobre la temática
Franciscanos
Los franciscanos vivían algo así como en una ciudadela independiente, autoabasteciéndose en la mayor parte de sus necesidades, pues como la propiedad conventual abarcaba cuatro manzanos
La iglesia
La colonial iglesia sufrió muchas transformaciones desde los años 1930 al 40. Así el hermoso atrio con muros y enverjados metálicos fue levantado, también el templo mismo que tenía dos imponentes torres, una para el reloj público y otra para el campanario
Posesiones
En San Francisco tenían su bien provista bodega, luego valiosos frutales, hortalizas, aves de corral y otros para la alimentación; también tenían una buena panadería, hostería, talleres para diferentes usos, imprenta propia, salón de actos, famosa biblioteca, gran palomar y hasta su propio cementerio.