Morir Cantando es la composición que lo inmortalizará
Hugo Monzón, el maestro y compositor chapaco que enamoró con sus canciones
Una mujer bella, el primer amor, la amistad, el paisaje, los sentimientos, la muerte, la realidad social son solo algunos de los motivos de inspiración para Hugo Monzón



Hugo Monzón es maestro, músico y compositor, todos oficios que se complementan, pero es la composición la actividad que le ha dado mayor reconocimiento a nivel personal, por ser autor de una gran cantidad de temas que fueron éxito en el ámbito musical tarijeño.
Hugo Monzón compone desde los tres años cuando, según le relató su madre, caminaba con las manos en el bolsillo del pantaloncito corto, de un lado a otro en una actitud solitaria, muy serio, silbando y cantando: “Quién que silba, yo el que silbo”. Supongo que esa debe ser mi primera composición asegura Monzón.
Monzón creció en un hogar donde la música estuvo presente desde que nació ya que su padre tocaba la guitarra, el charango, el acordeón, la mandolina y la quena. La música fue parte importante de su formación ya que creció escuchando tocar y cantar a su padre, su hermano y otros vecinos.
Cuando tenía 7 años, Monzón solía tocar los instrumentos en secreto, ya que él lo tenía prohibido debido a que su padre consideraba que el tocar guitarra era un camino seguro al vicio del alcohol. Una vez su padre lo sorprendió y le reprochó: ¿No quieres que te de un cigarrillo más? Monzón de siete años lloró y no volvió a sacar en secreto los instrumentos por un tiempo.
Pero la música ya era parte esencial de su vida y cuando alguien tocaba él ponía toda su atención y escuchaba embelesado, y observaba y aprendía.
Además, en su casa contaban con un aparato de radio que en aquellos años era un privilegio tener. En él Monzón escuchaba música muy variada y la apreciaba verdaderamente. Según recuerda, uno de los instrumentos que lo cautivó y en más de una ocasión le hizo llorar fue el violín.
Éstas fueron las experiencias que lo llevaron a considerar la música una verdadera pasión y le permitieron crear canciones que han gustado a diferentes generaciones de tarijeños.
Para Hugo Monzón las canciones que escribe son el resultado de alguna experiencia muy fuerte que lo ha afectado profundamente, pueden ser impresiones logradas en un gran acontecimiento o en algún evento cotidiano, en esa labor se perciben sus dotes de observador y su facilidad para comprender las situaciones y posteriormente plasmarlas por escrito.
Una mujer bella, el primer amor, la amistad, el paisaje, los sentimientos, la muerte, la realidad social son solo algunos de los motivos de inspiración para Hugo Monzón.
Por ello no es raro encontrar en sus composiciones temas que dan una idea certera y profunda de diferentes realidades en las que los protagonistas pueden ser personas a las que ha visto una sola vez o en más de una ocasión.
“Mirando el Carnaval” es una muestra de ello, un tema que tuvo su chispa inicial en la observación de un anciano que miraba pensativo el paso de las comparsas tradicionales en carnaval, mientras sostenía un mate de chicha en la mano. “A mí se me ocurrió que ese viejito recordaba y entonces escribí: Un viejito se ha sentado/ mate en mano a recordar/ que los años se han llevado/ muy lejos su carnaval.
Morir Cantando
Pero es Morir Cantando, sin duda, la composición que inmortalizará al compositor, un tema inspirado en un momento difícil de su vida cuando su hermano Nabal Monzón se encontraba agonizante, luego de una complicación postoperatoria de trasplante de riñón.
La operación se hizo en La Paz y allí surgió la complicación, por lo que los médicos lo desahuciaron y les recomendaron a sus familiares llevarlo de vuelta a Tarija.
“En Tarija él vivió 15 días más y nosotros como familia nos turnábamos para cuidarlo”. El último día lo cuidó un compadre de Naval Monzón de nombre Sacacho quien le llamó para avisarle que su hermano había fallecido. “Mi cumpa ha fallecido, pero en su delirio todo el tiempo él decía: Quiero morir cantando al amanecer”.
“Eso me llenó el alma y ese mismo día, en la mañana, llorando en mi cuarto he hecho el tema ese: Quiero morir cantando al amanecer, ya mi copla se va acabando me voy muy lejos pa´ no volver…”, cuenta Monzón.
Fue esa frase, en un momento extremadamente doloroso, la que dio el título al tema más conocido de Hugo Monzón y que ha llegado a ocupar los primeros lugares de popularidad en Argentina, en la voz del Chaqueño Palavecino.
“El Chaqueño Palavecino se lo escuchó a Esther Marisol en Salta y le dijo que quería grabarlo - cuenta Monzón -. Yo llegué a saber eso y le he mandado la letra, pasó un tiempo y nada. Un día me llama de Buenos Aires y me dice que está grabando pero que necesita una segunda parte, yo le dije bueno, hoy te la escribo y dame la dirección para mandarte por fax. ¿Hoy? – me preguntó sorprendido- y si, le digo, sólo que yo no sé escribir música, pero mi hijo que está en la orquesta de cámara me ayudará. Y le mandé, y así grabó la segunda parte”.
Morir Cantando es la canción que más satisfacciones le ha traído a Hugo Monzón por la repercusión a nivel nacional e internacional. Ha estado en los rankings de música en Argentina. Esto ha motivado que algunas personas que llegan del vecino país bromean con que Hugo Monzón es más conocido en Argentina que en su propio pago.
Es un tema por el cual además recibe el reconocimiento económico por los derechos de autor, fundamentalmente de la Argentina, donde según explica hay mayor control a la difusión de la música y quienes la utilizan deben necesariamente pagar por ello.
La inspiración del trovador
La Colegiala es un tema muy conocido y que fue inspirado por su amor de colegial, y es una de las primeras cuecas que compuso. “Ese tema lo inspiró uno de mis primeros amores, todos los días nos encontrábamos cuando iba y volvía del colegio, ella siempre con su guardapolvo blanco. Ella tenía 14 años y me enamoré locamente”. Blanco es tu guardapolvo/ blanco mi amor es también/ ni el sol, ni el cielo y la luna/ borrarán nuestro gran querer, dice esta cueca en su estrofa final, en la que Monzón expresa la esencia de ese amor adolescente.
Para Monzón es importante mencionar su primera cueca, la que a su vez fue su primer éxito musical, “El arroyo enamorado” que fue redactado en sentido figurado y a través del cual expresa el sentimiento de amor que un joven siente por una chapaquita. Bella mujer, has robado el corazón/del arroyo enamorado/que hoy vaga loco, loco de amor.
Marilú es una cueca que compuso Monzón inspirado por la impotencia de ver morir a una joven amiga de la familia ahogada en el río Guadalquivir, sin poder hacer nada para salvarla. “El impacto que me causó aquel accidente fue tan fuerte que solo atiné a memorizar los versos de esta cueca”: Dos ríos y un paisaje/ del valle florido/olas color de muerte/ ¡Qué fatal destino! /Ya no veré tus ojos/tu boca tu risa/te fuiste vos tan lejos/lejos de mi vida.
Más conocida aún es la “Cueca pa’ Vargas”, un tema que tuvo un éxito inmediato cuando se dio a conocer y que Monzón compuso cuando se enteró, en Yunchará donde vivía cuando ocurrió la muerte del “Ñato” Vargas, y al no encontrar otra forma de expresar su congoja tomó la guitarra y compuso el tema que permite percibir de manera muy vívida la tragedia del trovador fallecido: Vino solo cantando por las riberas del Guadalquivir/ perdiu en las tinieblas/ que ya anunciaban su pronto fin/ Aquel río querido/ ya no era amigo de su inspiración/ cuando el canto de Vargas/ junto a las olas moría ya.
Hugo Monzón les ha cantado a diferentes circunstancias de su vida, por lo que no pudo faltar en sus composiciones un fuerte contenido social debido a que desde muy joven, como maestro rural, compositor y músico, se sintió identificado con las luchas sociales de su país. En ese sentido, “La copla del pobre” es un ejemplo claro de este tipo de composiciones donde se da una idea muy precisa de una realidad Explotan a los mineros/ que trabajan noche y día/ y si piden buen salario/ llueve la bala asesina.
Hugo Monzón, de los Embajadores a los Montoneros
Hugo Monzón se introdujo definitivamente a la tradición tarijeña de la música y el canto durante su juventud.
El fútbol y la música fueron inseparables durante su juventud, ya que fue parte del club Campero para el cual compuso un tema. “En eso tiempos fútbol y música iban de la mano”
Más adelante cuando comenzó a orientarse definitivamente al quehacer musical lo invitaron a formar parte de “Los embajadores del Guadalquivir”, en ese entonces Abdón Rivera era el director del grupo. En esta etapa Monzón se destacó como cantor, guitarrista y además tocaba el violín.
En 1966 Hugo Monzón debió dejar al grupo para poder ingresar al Magisterio Rural. Sin embargo, no se alejó de la música por completo ya que en 1967 la realización de un festival departamental en Tarija le motivó a reiniciar su camino por la música y habló con Ciscar Gálvez y Lucho Aldana para participar del festival. Toda vez que se trataba de maestros tuvieron que ensayar los fines de semana para presentarse. En ese festival lograron el primer puesto en todas las categorías.
Ese trío escogió como nombre “Los Arrieros” pero se harían mucho más conocidos en 1967 cuando cambiaron su nombre a los Montoneros de Méndez, en homenaje a los héroes de la independencia tarijeña y agregaron a otros miembros al conjunto, entre ellos Nilo Soruco, Vicente “Sapo” Mealla, Norma Gálvez .
Con la fundación de los Montoneros de Méndez Hugo Monzón inició una de las etapas más exitosas de su carrera musical, como cantor, como guitarrista, pero fundamentalmente como compositor.
En esa etapa, debido a las circunstancias políticas que se vivía en Sudamérica y el mundo, Hugo Monzón expresó a través de sus canciones la realidad social de Bolivia. Fue una época difícil debido a que las canciones con ingredientes de protesta social hicieron que la dictadura de Bánzer, recientemente iniciada utilizará la represión en contra de los miembros del grupo. Los temas de esta etapa Tienen títulos muy claros en cuanto a su tendencia: La Copla del Pobre, A J. Torrez, temas que llamaron la atención del gobierno dictatorial. Nilo Soruco fue detenido, Norma Gálvez fue apresada y luego exiliada a Argentina.
En una ocasión en la época de las dictaduras de Videla en Argentina y de Bánzer en Bolivia les llegó una invitación para tocar en ese país –cuenta Monzón-. “Una vez que hicieron los trámites en Migración y cuando ya estábamos a punto de salir del país, un amigo que trabajaba en el Ministerio del Interior llamó a Luis Aldana para comunicarle confidencialmente que la salida del grupo tenía sello X, lo que significaba que era un viaje sin retorno debido a que el Plan Cóndor estaba en plena vigencia. Fue una salvada de película”. Relata además que nunca revelaron quién fue la persona que les envió la advertencia, a quien le están muy agradecidos porque era una época en la que se corrían mucho peligro y había que ser muy valiente y humanitario para arriesgarse a ayudar a los perseguidos políticos.
Pese a la persecución política, Los Montoneros de Méndez continuaron tocando y cantado hasta el día de hoy, siempre renovándose con nuevos integrantes y Hugo Monzón ahí presente.