No son libres para dar sus opiniones
Mujeres musulmanas y su voz contra el odio en las redes
En 2018, cinco relatores especiales de las Naciones Unidas instaron a India a brindar protección urgente a la escritora y periodista Rana Ayyub, que había sido víctima de una campaña de odio en línea que incluía llamamientos para que fuera “violada en grupo y asesinada”
Cuando una mujer perteneciente a una minoría en India manifiesta una opinión que no responde a los estereotipos sociales, es objeto de todo tipo de ataques en las redes sociales en India, asegura la periodista Arfa Khanum Sherwani, que ha vivido el fenómeno en persona.
La editora sénior de The Wire fue víctima de violencia y odio en línea, incluidas amenazas de violación y de muerte, al igual que otras mujeres periodistas, porque cuestiona las políticas y el desempeño del actual gobierno de este país del sur de Asia de mayoría hindú.
El abuso sexista en forma física y en línea tiene un elemento adicional: el de ser una musulmana.
“A la derecha en India, como en cualquier otro lugar del mundo, le gusta encajonar a ciertas comunidades. Se supone que las mujeres musulmanas deben vestirse de cierta manera, hablar de cierta forma o tal vez no hablar en absoluto”, dijo Sherwani en entrevista con IPS.
Explicó que “como mujer musulmana, con una opinión que no se ajusta a sus estereotipos imaginarios, usan la violencia contra mí en línea. “Cuando los trol cuestionan mi periodismo, se aseguran de cuestionar mi religión y provocan que la comunidad mayoritaria mire mi trabajo solo a través del lente de mi religión para desacreditar mi trabajo”, adujo.
En 2018, cinco relatores especiales de las Naciones Unidas instaron a India a brindar protección urgente a la escritora y periodista Rana Ayyub, que había sido víctima de una campaña de odio en línea que incluía llamamientos para que fuera “violada en grupo y asesinada”.
Durante esa ola de agresiones digitales se difundieron sus datos personales y de contacto y su “fe musulmana”.
Este país de así con 1.300 millones de personas, tiene cada vez un mayor número de usuarios en internet y las diversas plataformas de redes sociales actúan como una ventana para que las comunidades marginadas puedan expresar sus opiniones, buscar una audiencia y construir una comunidad.
Internet facilitó la participación en la esfera pública a los grupos marginados, pero la creciente cantidad de odio y violencia en línea, especialmente contra las mujeres de estas comunidades, aumenta en forma creciente su vulnerabilidad, más cuando reciben amenazas de pasar de la agresión digital a la física.
La violencia se agrava cuando quienes expresan su opinión en el universo digital son mujeres de una minoría religiosa, racial, étnica o sexual.
En India, la creciente islamofobia y violencia contra su mayor minoría religiosa, la musulmana, también se refleja en los espacios virtuales. Las mujeres de la comunidad musulmana son objeto explícitamente de insultos y agresiones sexistas, dirigidos contra su identidad religiosa.
Nabiya Khan, una poetisa y activista musulmana de 24 años, es amenazada en línea por su velo, su identidad musulmana y su activismo.
“Algunos me llaman jahil jihadan (que significa terrorista analfabeta, dando a terrorista una connotación islámica), otros me piden que me quite el pañuelo y luego hable en contra de cualquier tipo de injusticia social. A menudo me piden que me vaya a Pakistán (de mayoría musulmana), y lo acompañan con amenazas de violación del tipo más vil”, explicó a IPS.
No solo los que están en las plataformas son los objetivos.
La difusión de noticias falsas contra las minorías, en su mayoría religiosas, como musulmanes o cristianos, y minorías de castas reprimidas, como los dalits, provocan que las mujeres de esas comunidades sufran agresiones en la vida real, aunque estén fuera de las redes sociales.
La violencia sexual contra las mujeres es una herramienta para humillar y castigar a la comunidad en general y despojarla de su honor e integridad.
En 2013, por ejemplo, se hizo viral un video falso que mostraba a niños hindúes asesinados brutalmente por una mafia musulmana, publicado por un ministro derechista en su página de Facebook. La falsa acusación generó disturbios en Muzaffarnagar, en el norteño estado de Uttar Pradesh, durante los cuales decenas de mujeres musulmanas fueron violadas.
Siete años después no ha habido una sola condena por aquellas agresiones.
El video fue eliminado después, pero estuvo en Facebook lo suficiente para generar un daño irreparable a mujeres musulmanas de aquella zona rural.
El relator especial sobre cuestiones de minorías de las Naciones Unidas, Fernand de Varennes, ha alertado que este creciente “vitriolo en línea” obliga a que el “discurso de odio, las redes sociales y las minorías” deba ser una prioridad de su mandato.
De Varennes, en una entrevista con IPS, explicó que estaba particularmente preocupado por el efecto del discurso de odio en las mujeres de esas minorías.
“Reducir lo que ocurre en línea como estrictamente una cuestión de género, exacerbado y normalizado por el discurso de odio en las redes sociales, es ocultar el papel significativo de la religión y la casta que contribuyen a la continua e incluso creciente estigmatización específica de las mujeres pertenecientes a esas minorías”, afirmó.
Añadió que una de sus principales tareas para este año es la sensibilización sobre el fenómeno de que la incitación al odio se haya enfocado principalmente en las minorías y dentro de ellas, en las mujeres de esas minorías.
La “enfermedad de la mente”, el sustrato del discurso de odio, es acumulativo y ahí los ataques misóginos encuentran un terreno fértil para propagarse y normalizarse, porque atacan a miembros de “minorías despreciadas”, reflexionó el relator especial.
Los expertos señalan que de hecho no hacen falta más leyes sino que lo que se necesita es que se implementen realmente las leyes cibernéticas ya existentes en el país.
Por tanto, adujo, es necesario reconocer “la interseccionalidad” de la violencia en línea contra las mujeres.
Nusrat Jehan, actriz e integrante del parlamento indio, viene recibiendo amenazas en línea, por su carrera, por su actividad política y por su propia vida, incluso de miembros de su comunidad musulmana.
“Sigo recibiendo agresiones, ‘fetuas (ordenes en su contra) ’, amenazas de muerte y todo tipo de agresiones de grupos religiosos extremistas”, dijo Nusrat. Incluso tuvo que contratar seguridad especial durante una estancia en Reino Unido, luego de que apareció como una diosa hindú en Instagram en septiembre.
“No presto atención a los troles y sus juicios. Sí, es necesario que haya leyes más estrictas para la creación de cuentas y otros aspectos en las redes, pero sean cuales sean las reglas y leyes, las cosas no cambiarán hasta que no cambie la mentalidad”, agregó.
Las redes sociales y su rol
Las víctimas y los especialistas coinciden en que las compañías detrás de las redes sociales deben tomarse muchísimo más en serio lo que sucede en sus plataformas y bloquear y eliminar las cuentas que agreden a las mujeres.
Diferentes informes de organizaciones sociales revelan, por ejemplo, que “Facebook carece de mecanismos claros de denuncia de discursos de odio por parte de los usuarios para las minorías indias oprimidas por castas” y cómo tras un año de solicitudes al respecto, nada ha cambiado al respecto.
La experiencia de muchas mujeres, de comunidades marginadas, con respecto a la denuncia de odio en línea en estas plataformas, ya sea Facebook, Twitter o Instagram, es todo menos satisfactoria y cónsona con sus propias reglas teóricas sobre el problema.
Es más, a muchas de las mujeres se les quita la cuenta cuando indican la identidad de quienes las agreden.
India no tiene leyes específicamente dedicadas a abordar la violencia en línea contra las mujeres, y mucho menos las que son específicas para las mujeres de minorías religiosas y de castas oprimidas.
Los expertos señalan que de hecho no hacen falta más leyes sino que lo que se necesita es que se implementen realmente las leyes cibernéticas ya existentes en el país.
La agredida periodista Khanum señala que tiene poca confianza en los mecanismos de aplicación de la ley y, por lo tanto, se abstiene de denunciar las amenazas a las autoridades.
Uno de los factores de esta desconfianza es su temor de que, por ser musulmana, esas amenazas no sean tratadas con seriedad.
Ello porque las manifestaciones de odio contra ella provienen de personas identificadas y verificadas que están en posiciones de poder, político y de otro tipo, y eso las protege con un manto de impunidad, más cuando el objeto de ese odio es una mujer y una mujer musulmana.