Una época memorable
La curiosa forma de hacerse "hombre" en la antigua Tarija
Cuentan que entre las viejas costumbres de los jóvenes tempraneros había un acontecimiento tan importante para los muchachos adolescentes que "se hacían hombres", éste consistía en alargar el pantalón. ¿De qué se trataba esto?



Tarija sin lugar a dudas es única en sus costumbres, así lo reflejan sus prácticas actuales, pero también los recuerdos de una hermosa época de antaño. Muchas de sus añoranzas las ha tejido la juventud, aquella que ha disfrutado de un tiempo inolvidable.
Cuentan que entre las viejas costumbres de los jóvenes tempraneros había un acontecimiento tan importante para los muchachos adolescentes que "se hacían hombres", éste consistía en alargar el pantalón. ¿De qué se trataba esto?
Relata la historia popular y el escritor Agustín Morales Durán en su libro “Estampas de Tarija” que el uso común de los pantalones para niños hasta cerca de los 16 años dictaba que sean cortos con un detalle interesante: los chicos del centro, hijos de las familias más conocidas, los usaban bien cortitos casi hasta media pierna.
Los de barrios alejados y un poco más humildes los usaban hasta las rodillas y los provincianos por debajo de la rodilla, hasta media canilla. La característica de todo niño, muchacho adolescente o jovenzuelo consistía —de manera general— en usar pantalones cortos.

Así se había que esperar a cumplir 16 a 17 años para recién alargarlos. Esto constituía un verdadero cambio en cierta fase de la vida juvenil, tanto como los principales acontecimientos: el bautismo, la confirmación y la primera comunión. Pero la “alargada de los pantalones”, desde luego siempre se hacía estrenando un terno.
Morales detalla que desde ese día, que resultaba memorable, ya el muchacho podía juntarse con los jóvenes y le nacían nuevos derechos, pues debía dejar de jugar a las bolitas y otros juegos propios de niños.
“Además podía dar unas pitadas de cigarrillos, aunque sea todavía a escondidas. Sin embargo, ingresar a un bar o concurrir a fiestitas era imposible porque —aunque fuera crecidito— todavía no era su tiempo”, escribe Morales.
Relata también que la primera salida cuando se alargaba los pantalones tenía que ser en un día domingo o de fiesta y consistía en ir —después de misa— a la Plaza Principal (Luis de Fuentes) para que lo vean todos los muchachos, quienes esperaban para "tomarle el pelo" o gozarlo por la nueva pinta que tenía.
Entre los recuerdos el escritor anota a gordo Rubén Suárez, “ya bastante crecidito y con rollizas piernas”, en cuanto lo vieron los muchachos de la plaza afirmaron que “no se veía la hora de que se le alarguen los pantalones”. Cuentan que le dijeron todo esto hasta hacerle colorear.
Los primeros bailes
Morales señala que tras el alargado de pantalones, los muchachos iban dejando de a poco los juegos y era entonces cuando los intereses cambiaban. Cuentan que allá por el año 1937, cuando los chicos tenían entre 16 y 17 años, comenzaban con las inquietudes juveniles y así de a poco todos tomaban rumbos diferentes, alejándose de los juegos y distracciones infantiles para incursionar en el romance y la aventura.
Doña Lucinda Segovia relata que su abuela le decía que no sólo bastaba tener "buena pinta" de galán, bigotito bien afinado y peinado engominado, sino que había que concurrir a fiestitas y bailongos.
Más aún, riendo señala que seguramente a muchos les faltaba algo y eso era: aprender a bailar. Esto lo corrobora Morales quien apunta lo siguiente: “La cosa no había sido tan sencilla como sacar a la pareja y comenzar a hacer figuras moviendo el esqueleto al son de una pieza musical. Para ponernos a tono con la moda y no pasar papelones sudando colorados por no poder conducir rítmicamente a la pareja, tuvimos que decidirnos a tomar clases de baile, y entonces no se acostumbraban academias, para ello nos reuníamos en la casa de algún amigo más ducho, mayor y canchero", escribe.
Los ensayos
Cuentan que para ser seleccionado como “ducho” había un requisito fundamental, el amigo debía tener vitrola y buenos discos e invitar a más amigos a la “danzada” para que ellos enseñen el secreto del baile.
Entre los más expertos de esas épocas estaban Alfredo Mendoza, Mario Dávila, Julio Achá y algunos otros. Para comenzar el ensayo se iniciaba con las piezas más fáciles a la cuenta de “un, dos... tres”, siendo las favoritas y de moda, las rancheras, los pasos dobles, los fox trox y los valses.
Así de a poco, a fuerza de remo, los muchachos que antes jugaban en las calles con pelotas de trapo o que jugaban a las bolitas, o guerritas en los diferentes barrios de Tarija dejaban de ser niños
Quedaba establecido que el más lerdo en aprender debía dar cuerda a la vitrola como castigo y también para que se fije en el paso de los demás. “Resultaban sesiones interesantes aquellas en las que poníamos todo nuestro entusiasmo para aprender, esperando ansiosos la primera oportunidad en alguna fiestita para animarnos a sacar a bailar”, anota el escritor.
Pero también anota anécdotas de confusiones de pasos en medio baile, pues los muchachos ensayaban pasos sencillos y era el papelón cuando se les ponía un tango. Sin embargo, entre tropiezo y pisotón, al final varios resultaron hábiles bailarines, mientras que otros aprendieron "sólo para el gasto".
Así de a poco, a fuerza de remo, los muchachos que antes jugaban en las calles con pelotas de trapo o que jugaban a las bolitas, o guerritas en los diferentes barrios de Tarija dejaban de ser niños.
Apuntes sobre la temática
Los cortos
La característica de todo niño, muchacho adolescente o jovenzuelo consistía —de manera general— en usar pantalones cortos.
Los juegos
Desde ese día memorable, ya el muchacho podía juntarse con los jóvenes y le nacían nuevos derechos, pues debía dejar de jugar.
El baile
Tras la “alargada” de los pantalones los intereses cambiaban y se venía un gran reto, que era el de aprender a bailar.