La Tarija de antaño
“Reales”, “illas” y “quintos”: la moneda de la Tarija de antaño
Escritores y la tradición oral dan cuenta que la moneda en la antigua Tarija tenía características interesantes en su uso por el pueblo, así por aquellos tiempos de bonanza circulaban billetes y monedas muy singulares



Quienes recuerdan a la Tarija de antaño hablan de sencillez, de bonanza y de características muy propias y llenas de esencia. Una de estas particularidades se reflejaba en las monedas y billetes que allá por los años 30 se empleaba en el pago.
Así escritores y la tradición oral dan cuenta que la moneda en la antigua Tarija tenía características interesantes en su uso por el pueblo, así por aquellos tiempos de bonanza circulaban billetes y monedas, que posiblemente siguiendo una vieja costumbre colonial eran llamadas “reales” las de diez centavos y "medios" las de cinco.
También circulaban, aunque no con mucha profusión, monedas de plata de a peso que se llamaban "fernandinos", pero además estaban las de a cincuenta centavos denominadas “quintos”, las de veinte centavos “pesetas”, las de diez llamadas “tomines” y las de a cinco centavos se llamaban “illas”. Estas tres últimas tenían un agujero al medio y bordes estriados.
El escritor Agustín Morales Duran relata en su libro “Estampas de Tarija” que todas tenían uso corriente como los reales y los medios, sin ninguna diferencia. Pero con motivo de la Guerra del Chaco fueron perdiéndose poco a poco las monedas de plata. Primero desaparecieron los fernandinos y quintos, y luego las otras.
Según referencias de aquellos tiempos había gente que de vez en cuando sacaba a cambiar libras esterlinas de oro, las que eran trocadas a razón de doce pesos. Más aún, las monedas de plata mucha gente las atesoraba, tanto que incluso un peluquero de nombre Pedrito Murillo tenía una caja llena de ellas.
Los billetes también tenían nombres interesantes, más aún, no eran tan usados como las monedas
En cuanto a los billetes existían del corte de un peso que fueron los más usuales, verdes y medianos. Para las transacciones la gente acostumbraba a usar dos clases de pesos: Uno el llamado “feble” que tenía una equivalencia de ocho reales y el billete propiamente de un peso que se cambiaba con diez reales.
Generalmente el uso del peso “feble” se acostumbraba entre la gente del pueblo y los campesinos, pues estos más preferían las monedas que los billetes. Más aún, siempre se hacía la diferencia con el otro peso de a diez reales.
Luego había los billetes de 5, 10, 50 y 100 pesos, más grandes y con diversos colores, pero éstos para la mayoría de la gente que era pobre tenían poco uso. Más aún para los pequeños resultaban ejemplares rarísimos, pues estaban muy lejos de su alcance, apenas tenían acceso a los “reales” y “medios”.
Morales relata que como todo fue tan barato solo se necesitaba “medio” para comprar las golosinas o frutas favoritas. “Qué lindos tiempos aquellos en que llegar a poseer dos reales era asegurar el recreo de toda la semana y si por suerte nos encontrábamos un billete de uno era para considerarse rico”, relata.
Cuentan que tan barata fue la vida en aquellos tiempos que las mujeres iban a la recova con menos de un peso feble y se traían las canastas repletas. Sin embargo, Morales aclara que parece que costaba mucho ganar dinero, pues según cuenta su padre como empleado público ganaba muy poco y pasaban muchas dificultades para conseguir el peso con el que su madre fuera a la recova.
En otro pasaje relatan que resultaba interesante ir a los bancos a ver cambiar billetes de a uno o cinco pesos, entregaban especiales con monedas; también había que ver recoger remesas en talegas de mucho peso, “parecían una fortuna”, afirma el escritor.
Cuenta que hubo una época durante la Guerra del Chaco que ocurrió un fenómeno curioso, pues comenzaron a perderse las monedas fraccionarias de níquel, ya entonces habían desaparecido las de plata, cuentan que había ciertos especuladores que las ocultaban al extremo que se tuvo que cortar los billetes de a uno para dar cambio de cincuenta centavos y estos pedazos tuvieron curso normal durante mucho tiempo hasta que aparecieron otras monedas más chicas y ordinarias, desapareciendo para siempre las de níquel.
“Para dar una idea de lo rara y valiosa que fue la moneda en mi niñez debo referir el feliz hallazgo que tuve una vez en la puerta de la Recova. Vi en el suelo un billete de a un peso extendido, verde y lindo. No sabía si alzarlo o avisar a otra persona que lo hiciese, posiblemente alguien lo hizo caer sin fijarse. Hasta que por fin me animé con mucho temor, escondiéndolo en mi bolsillo me fui corriendo hasta casa y recién ahí le mostré a mi mamá. La que me recriminó creyendo que me lo había robado. Cuando se convenció de que realmente me lo hallé, guardó el billete para ir dándomelo de medio en medio. Me parece que duró meses aquella fortuna”, escribe Morales.
Más aún, el escritor cuenta que durante los años 1933 en adelante, la moneda se fue envileciendo, aunque nadie hablaba de esa desconocida palabra “inflación”. Recuerdan también que durante la Guerra fue un poco más sencillo ganar dinero, pues la gente había aumentado en gran medida en Tarija y entonces los muchachos ayudaban a vender comida, periódicos, entre otros.
Apuntes sobre la temática
La recova
La recova era el mercado central, el principal de la antigua Tarija. Allí se hacían las principales compras de la semana.
Comercio
Recuerdan también que durante la Guerra fue un poco más sencillo ganar dinero, pues la gente había aumentado en gran medida en Tarija y entonces los muchachos ayudaban a vender comida, periódicos, entre otros.
Esterlinas
Según referencias de aquellos tiempos había gente que de vez en cuando sacaba a cambiar libras esterlinas de oro, las que eran trocadas a razón de doce pesos.