El detalle de sus productos en metalurgia es una de las obsesiones de Perfidio
Los gimnasios a domicilio de don Porfidio en Tarija
Lo poco que había ahorrado en los últimos años, le alcanzó para sobrevivir los meses de cuarentena rígida. Tiene dos hijos, una nieta y en la actualidad es el único sustento de su familia. La presión económica le llevó a pensar en ofrecer algo diferente de lo que hacía antes de la pandemia



Después de cuatro meses de pandemia la amoladora de don Porfidio Ordoñez volvió a rugir en su taller de la avenida Sanandita de Tarija, su máquina soldadora volvió a echar chispas amarillas y descolgó el juego de herramientas que estaban en el tablero de la esquina de su casa. Esta vez no fue para hacer portones o persianas, sino para elaborar mini gimnasios domiciliarios, empujado por la cuarentena del Covid-19 que paralizó al mundo.
Porfidio es de esos tipos que nunca se ha corrido para ninguna labor, sabe de la siembra con yunta de bueyes, albañilería, plomería y hasta administración, pero su fuerte y a lo que se dedica profesionalmente desde hace más de diez años, es a la metalurgia.

Su sobrina dice que a él le gusta ponerse pantalones holgados, los de militar son sus preferidos, usa la gorra con la visera hacia atrás y luce un poblado bigote. Tiene 49 años de edad y en su cabello enrulado ya pintan algunas canas. Es de hablar pausado, algunas veces tartamudea, pero sin duda sus ásperas manos son testigos de la experiencia que tiene sobre los fierros.
Sus clientes y familia le dicen don Pano, un sobrenombre de cariño. A él no le molesta y comenta que a sus ocho años empezó a trabajar en labores de siembra agrícola en su natal Sereré-Entre Ríos. Su esposa, mientras seca la ropa, con una estruendosa risa dice que en ese tiempo de seguro solo era un “ayuquito”. Él la mira y con el amor que le profesa le sonríe y aclara que era semillero.
Cuando cumplió 14 años, allá por 1985, se dio cuenta que la agricultura solo les alcanzaba para alimentarse. Es así que un sábado decidió emprender su viaje hacia la capital del departamento, viviría en la casa de su hermana y su cuñado le enseñaría la construcción civil. De esta manera, lo contrataron como albañil y cada 15 días volvía a Sereré con víveres y algo de dinero para su madre, quien era viuda.
Luego de un tiempo entró a trabajar a la empresa Cascada, en la sección de embotellado, ahí prestó sus servicios por 12 años. Durante ese periodo siempre llegó con un bidón lleno de gaseosa a su casa a la hora del almuerzo. Un vaso de plástico era la medida de distribución, pues en su domicilio entre tíos, sobrinos y cuñados, vivían como 20 personas y la soda debía alcanzar para todos.
Un día, desde la secretaría de su empleo le hicieron firmar una nota de preaviso, él como algunos de sus compañeros fueron parte de la lista negra de despidos.
Ante esa situación, comenzó nuevamente la búsqueda de un nuevo empleo y terminó como encargado del área de carga de la empresa de transporte San Roque, labor que le dejaba media jornada libre. De esta manera, para no estar sin hacer nada fue donde Rafo, un metalúrgico de la zona donde vivía, y le pidió que le ocupe medio tiempo y día por medio.
Don Rafo, como él le dice, aceptó la propuesta y fue ahí donde empezó sus primeros trabajos de metalúrgica. Recuerda que tenía un compañero que no quería enseñarle, era celoso con su trabajo, por lo que él decidió solo observar y luego repetir los mismos pasos.
Su tiempo se repartía entre la metalurgia, la empresa San Roque y su familia. Su salario de encargado no alcanzaba ni al mínimo nacional, y además por las encomiendas perdidas, los descuentos llegaban cada vez más altos, de nuevo solo le alcanzaba para comer.
Finalmente, el año 2007 decidió renunciar a todo y con su liquidación se compró una máquina soldadora, improvisó un taller en la esquina de su nueva casa y puso un letrero de madera escrito a mano afuera de su casa, donde decía “metalúrgica”.
Porfidio dice que su primer trabajo de manera independiente fue hacer las rejillas para la ventana de la casa de su cuñado. Luego llegó un pedido más complicado, la fabricación de una persiana para un cliente que vivía por el Cementerio General. Hasta ahora recuerda como una anécdota que puso uno de los resortes al revés, lo que impedía cerrar y abrir la persiana.
A un inicio le costó conseguir clientela, cada vez que recibía un trabajo, dejaba su número de celular para que le vuelvan a llamar y le recomienden ante otras personas. Ahora, con más tranquilidad dice que su celular suena más a menudo, le llaman muchas veces para “cotizar nomás, pero le llaman”.
El taller de don Porfidio Ordoñez queda a un costado de su domicilio, sus herramientas principales son cuatro: una maquina soldadora, una prensa, una amoladora y el aparato que sirve para pintar el producto final. Al margen de ello, tiene un juego de herramientas menores que le sirven para su oficio.
Por la cuarentena su taller quedó paralizado y lo poco que había ahorrado en los últimos años, le alcanzó para sobrevivir los meses de cuarentena rígida. Tiene dos hijos, una nieta, y él es el único sustento de su familia ahora, pues hace unas semanas su hija y yerno perdieron su trabajo.
La presión económica le llevó a pensar en ofrecer algo diferente de lo que hacía antes de la pandemia. En julio, su hijo Yeison y su yerno Miguel, le dieron la idea de fabricar equipos funcionales de gimnasio para domicilios. Es así que se puso manos a la obra y desempolvó su máquina soldadora, amoladora y prensa.

Porfidio dice que ahora hace barras multifuncionales, que tienen tres o cuatro funciones para que las personas puedan hacer ejercicios en sus casas. Hizo otra que sirve para para trabajar la parte del abdomen, pesas y una bicicleta estática.
Él dice que siempre fue débil para hablar de los precios, porque siempre termina por aceptar la rebaja económica que le piden sus clientes, “lo que pasa es que él es muy noble”, dice su hija. Eso sí, le gusta ser detallista con su producto final, si ve que algo no salió como se lo pidieron o cómo él imaginó, prefiere desarmarlo y volverlo a elaborar, aunque le demande más tiempo.
Su esposa, antes que sufra el accidente que la dejó mal de un pie, ayudaba a Porfidio a limar los trabajos, eso le permitió también a ella conocer cada uno de los materiales que su marido usa en su taller.
Lo que más miedo le da, es que su marido quede afectado de la vista, por la característica del oficio, pues, la soldadura significa exponer sus ojos a fuertes luces que se despiden al momento de unir los hierros u otros materiales. Ella admira a Porfidio, aunque a él nunca se lo ha dicho, lo ve como un hombre creativo, pues, a lo largo de su matrimonio, lo que ella necesitaba fue hecho por su marido, hasta su propia casa en la que ahora viven.
Ella reconoce que algunas veces le falta la fe y empieza a desesperarse cuando ve que en el taller no hay trabajo, las deudas y la comida logran afligirla, sin embargo, agradece a Dios que hasta ahora no se han enfermado.
Porfidio, quien no niega haber pensado algunas veces en el dinero, dice tener una fe inquebrantable en que la situación cambiará. “Vamos a estar bien” dice, mientras mira sus manos y su taller.
Cómprale a tu vecino
Este reportaje es parte de la campaña “Cómprale a tu vecino” que el diario El País inició a principios de agosto. A continuación le recordamos los motivos por los cuales es importante consumir lo local:
-Promueve una economía mucho más equitativa, en donde no solo los monopolios ganan, sino que, al activarse la economía local la gente tendrá una forma digna de ganarse la vida y por ende habrá más empleos.
- En la mayoría de los casos, la producción de productos locales, promueve la disminución de energía, combustible, materiales y esfuerzos logísticos o de transportación, por lo que se está contribuyendo al respeto por la naturaleza y el cuidado del medio ambiente.
-Sumado a esto comprando productos locales estaremos apoyando a la generación de nuevas ideas, al surgimiento de nuevas empresas y a la mentalidad emprendedora de la gente de nuestra comunidad y país.
- El consumo local ayuda a que muchas de las tradiciones, de la cultura e incluso de las profesiones de nuestra comunidad o país no se pierdan.
- Finalmente “comprando localmente promovemos la confianza, la autoestima y las buenas relaciones dentro de la comunidad. La gente se siente valorada y respetada-
Don Porfidio y su taller metalúrgico
Taller metalúrgico
El taller de don Porfidio Ordoñez queda a un costado de su domicilio, sus herramientas principales son cuatro: una maquina soldadora, una prensa, una amoladora y el aparato que sirve para pintar el producto final. Al margen de ello, tiene un juego de herramientas menores que le sirven para su oficio. Las personas pueden contactarlo al número 75123815.
Desempleo Bolivia
De acuerdo con los datos presentados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en julio la tasa de desempleo alcanzó al 11,8 por ciento, el 7,9 por ciento fue ocasionado por la pandemia de la Covid-19. De la población económicamente inactiva (2.178.000 personas), 409.000 fueron las personas afectadas por la pandemia
Porfidio y sus oficios
Porfidio es de esos tipos que nunca se ha corrido para ninguna labor, sabe de la siembra con yunta de bueyes, albañilería, plomería, electricidad y hasta algo de administración, pero su fuerte y a lo que se dedica profesionalmente desde hace seis años, es a la metalurgia