También se tejió una misteriosa leyenda
Las huellas de la Guerra del Chaco en el parque Bolívar
La llegada de la Guerra del Chaco dejó graves secuelas en la hermosura de este lugar, pues el bello parque quedó convertido en páramo
El parque Bolívar constituye uno de los lugares más antiguos de Tarija y en él se han tejido muchos recuerdos. Cuenta la anciana Amalia Gutiérrez que este bonito paseo ubicado en el sur de la ciudad tuvo sus buenos tiempos, cuando fue alambrado y se cultivaron hermosos jardines con plantas ornamentales y flores. Añade que no se lo abría mucho al público, pero daba enorme gusto contemplarlo y pasear bajo sus enormes álamos, pinos y demás especies.
Incluso su calzada se llegó a cubrir con fino ripio; generalmente se lo abría sólo los domingos en la tarde para que la gente y los niños fueran a solazarse en sus frescas sombras y pasear por sus extensas avenidas, bajo la vigilante mirada de un celoso jardinero.
De acuerdo al escritor Agustín Morales Durán en su libro “Estampas de Tarija” en otros tiempos tenía dos enormes portales de mampostería a la entrada, pero después se dispuso su demolición.
La época de mayor afluencia de paseantes solía ser “para San Roquito”, cuando correspondía celebrar la fiesta en “ese alejado barrio”. Morales cuenta que era entonces cuando se llenaba la gente deleitándose de tan lindo paseo, pero también a veces se abusaba de esta licencia, pues los ciclistas lo convertían en pista de carreras.
La llegada de la Guerra del Chaco dejó graves secuelas en la hermosura de este lugar, pues el bello parque quedó convertido en páramo, sobre todo porque se convirtió en lugar obligado de paso de vehículos, que poco a poco fueron destruyendo la alambrada, los jardines y los árboles.
Cuenta Morales que era lamentable observar el otrora hermoso Parque Bolívar. Pero concluida la contienda, algo se reparó, claro que nunca retornó al esplendor de antes, sin embargo volvió a ser el sitio preferido por los estudiantes y jóvenes enamorados.
“Los jardines se limitaron a la parte delantera, quedando el resto como simples avenidas. Siendo un paseo tan extenso, fue tarea difícil que las autoridades edilicias lo cuidaran en su totalidad, pero el recuerdo de nuestra presencia bajo la fronda de sus álamos perdurará tanto como quisiéramos que lo fuera el parque mismo”, escribe Morales.
Pero un recuerdo más suma Amalia e indica que el memorable Parque "Bolívar", en cierta época fue cambiado de nombre, seguramente para honrar a algún "ilustre desconocido politicastro del momento”.
Así se pretendió rebautizarlo como "Zalles Calderón", sin embargo, el pueblo nunca reconoció tal designación, por el contrario siempre lo nombró como “Parque Bolívar" hasta el día de hoy.
La leyenda sobre Moisés Navajas y el Parque Bolívar
En la Tarija de antaño se tejió un misterioso rumor respecto al Parque Bolívar, se dice que era propiedad de Moisés Navajas, por lo que en determinados días éste se paseaba junto a su esposa por los hermosos jardines, pero no solo eso.
De acuerdo al libro “Estampas de Tarija”, hasta antes del año 1930 el mejor, más grande, lujoso y atrayente edificio fue, sin lugar a dudas, la famosa Casa Dorada. Sobre ésta y su misántropo ocupante se dijo mucho.
Con cierto misterio se decía que en determinados días, y a altas horas de la noche, salía de esa casa un coche antiguo tirado por cuatro fastuosos corceles, que llevaban a Moisés Navajas a una de sus quintas, situadas en la parte sur, donde este personaje tenía un hermoso jardín. Se trataba del parque Zalles, hoy parque Bolívar.
Muchos testigos aseguraban que allí se reunía con el diablo, el cual se transformaba en un elegante caballero que salía de la Casa Dorada junto a Navajas. Afirmaban que ambos se juntaban para acuñar monedas de oro y plata y juraban también que algunas noches en las propiedades de Moisés se podía escuchar las espeluznantes carcajadas del mismísimo señor de los avernos.
Relata la historia que los muchachos de ese entonces escuchaban atentos todas aquellas leyendas y veían con cierto recelo cuando alguna vez Navajas iba a la iglesia San Francisco para participar de las fiestas más importantes.
Recuerdos más actuales
Muchos adultos de la actualidad recuerdan la amplia pista de patinaje que había en el parque Bolívar, lugar donde jóvenes y niños disfrutaban de largas tardes haciendo acrobacias o simplemente patinando.
Carlos Téllez afirma que solía asistir todas las tardes al “skating” como lo llamaban, se alquilaba unos patines del pequeño quiosco que existía para esto y comenzaba sus acrobacias. “Recuerdo que éramos varios los jóvenes expertos en el patinaje, la gente incluso iba a vernos y distraerse”, cuenta.
Agrega que con la remodelación todo esto cambió y en lugar de la pista se levantó la fuente. Martina Castillo sobre el parque Bolívar dice que aunque conserva en algo su magia, ya no es el paseo tranquilo y natural de años antes, pues según opina “el comercio se ha apoderó de este espacio”.
En la misma línea opina Martha Fernández quien asegura que mucha influencia tuvo la feria de Villa Fátima, que de cierto modo se extendió en fines de semana hasta el parque Bolívar. Agrega además que años antes era uno de los lugares más tranquilos y seguros de la ciudad, situación que considera ha cambiado con la presencia de algunas personas que consumen bebidas alcohólicas en la zona.