El Amor lo más preciado de la vida
Esta es tu mayor meta espiritual y tu mayor aprendizaje terrenal.
Es decir, aceptar que la vida te mueva y te conmueva.
Aceptar que la vida te levante y te sacuda.
Aceptar que la vida te acaricie y otras veces te golpee.
Y aun así apreciarla, querer vivirla, abrazarla, querer disfrutarla, querer aprovecharla.
Las personas con más fuerza espiritual son aquellas que viven todo lo que les trae la vida sin excluir ninguna etapa.
Nuestro ego nos hace dividir la vida en vivencias buenas o vivencias malas o en circunstancias positivas o circunstancias negativas.
Sin embargo, para el alma todo es perfectamente necesario y evolutivo en la vida.
El dolor por la pérdida de un ser querido de repente abre el corazón que estaba cerrado a sentir la vida.
Los planes que se desmoronan de repente abren la mente que estaba cerrada a aprender de la vida.
Por lo tanto, la vida nunca reparte mal las cosas.
Sino que a veces da lecciones y otras veces compensaciones.
Ahora bien, para sentir amor incondicional hacia la vida con sus subidas y sus bajadas se requiere primero aceptar incondicionalmente en tu corazón a tu madre.
De hecho las personas que llevan en su corazón a su progenitora, tienen una capacidad asombrosa para sobreponerse a las pérdidas y también para saborear las ganancias.
La madre es la vida.
La madre es el amor.
En esencia la madre es el amor a la vida.
Si la aceptas como la mujer perfectamente imperfecta que eligió tu alma para experimentar la vida, sabrás vivir con más amor y con menos miedo tu existencia.
Por eso hoy visualiza a tu madre delante de ti y le dices una frase sanadora: "Mamá, e ti tomo la vida, de ti tomo el amor y en tu honor vivo mi vida con amor".