Linaje

Cuando tenía los ojos doloridos o cansados o irritados,

cerrando la mano en un puño laxo,

mi madre frotaba su anillo de bodas,

con cuidado, sobre mis párpados cerrados,

segura de que el roce del oro era curativo.

 

También creía en el agua caliente

con limón, en ayunas a la mañana

y, en cualquier momento del día, bebía

caldos o infusiones de sabor horrible

para purificar su sangre. Entibiaba

una cucharada de dulce de aceite de almendras

para verter en mi sufriente oído, me envolvía

la garganta con viejos chalecos de lana,

y me cubría el pecho con una cataplasma

cuando me aquejaba un catarro.

 

Remedios simples del campo,

útiles aún en la ciudad,

donde pasaban madre e hija

y todavía no eran desdeñados. Rara vez

consultábamos un médico. Cuando yo era niña

parecía normal ser enfermiza la mitad del año. Nunca le dije

que me enorgullecía que fuera bruja.


Más del autor
Las incoherencias
Las incoherencias
Tema del día
Tema del día
Bendición de libertad
Bendición de libertad