El exprimidor de naranjas dejó de funcionar
Eso pasa.
Las cosas sin importancia
buscan su turno, se dan su importancia
así, no sirviendo,
dejándonos incompletos, ausentándose
en el justo momento.
Y a mí
todo lo que es ausencia, ausentarse,
me rompe los vidrios. Ejerce una poderosa denotación
casi como el que se tira al piso al escuchar el bombardeo,
una balacera.
Lo mismo hizo el sacacorchos.
No estuvo. Tal vez nunca compré uno.
Y el rayador, y el abrelatas
que nunca pensó hacerme tanta falta
me hizo salir al centro comercial
a buscarlo. Como una esposa cuando se enoja
y hay que ir por ella a casa de los suegros, o a buscarla
con la vecina.
No sé por qué me afectan tanto las cosas
que dejan de funcionar, que se ausentan.
A veces he pensado en comprar dos cosas de lo mismo.
Pero no sé si yo pueda
en lo futuro
con dos ausencias.