Espacio publicitarioEspacio publicitarioEspacio publicitario

El Principito y el guardagujas

El Principito se encontró con una estación de tren.

– Buenos días- dijo educadamente el niño.

– Buenos días- respondió el guardagujas.

– ¿A qué te dedicas? - preguntó el Principito.

– Clasifico a los viajeros, por paquetes de mil. Y también superviso los vagones que los llevan, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.

Entonces la estación se tambaleó, algo rugió con fuerza a lo lejos y entonces pasó muy veloz un tren cargado de personas.

– Parece que llevan prisa- dijo el niño- ¿Qué buscan?

– Nadie lo sabe- respondió el guardagujas. No lo sabe ni el conductor del tren.

Entonces la estación volvió a temblar y un nuevo rugido seguido por un rápido muy iluminado llegó desde el lado contrario al anterior.

– ¿Ya vuelven? - preguntó el Principito.

– No, no. Son otros, no son los mismos. Es un cambio.

– Ah… ¿no estaban a gusto donde estaban?

– Nadie está contento donde está…

Y un nuevo rugido de un tercer rápido iluminado volvió a romper el silencio.

– ¿Estos persiguen a los anteriores, a los primeros que pasaron? - preguntó entonces el niño.

– Nada de eso. No persiguen nada- respondió el guardagujas-. De hecho, la mayoría duermen o bostezan. Solo los niños pegan bien sus narices en los cristales y lo observan todo.

– Porque solo los niños saben lo que buscan- dijo entonces el Principito-. Tienen una muñeca de trapo, y esta muñeca se convierte en algo muy especial y si se la quitan, lloran…

– Tienen mucha suerte– sentenció el guardagujas.


Más del autor
Habito esta hoja
Habito esta hoja
Cumbre del Agua
Cumbre del Agua