Las ranas que pidieron un rey

En la época más floreciente de Atenas, se instauró tal libertad que de pronto el libertinaje llegó a la ciudad. Los atenienses estaban hartos. Necesitaban a alguien que pusiera orden. Entonces llegó Pisístrato, un tirano que acabó con las libertades para devolver el orden, sí, pero a costa de una limitación excesiva de las libertades. Ante las quejas de los atenienses, Esopo les contó esta historia:

Las ranas antes moraban libres por las lagunas. Eran felices y podían hacer lo que querían, pero pronto unas comenzaron a molestar a otras, y, cansadas de esta situación, un día le pidieron a Júpiter un rey, ya que necesitaban a alguien que pusiera orden.

Júpiter entonces decidió mandarles un madero que al caer en el lago se quedó clavado con fuerza en el cieno en vertical.

Las ranas al principio miraron asustadas, pero poco a poco, al ver que no se movía, se acercaron y comenzaron a saltar alrededor. No tardaron en perderle el respeto al nuevo rey, y a hacer lo mismo que hacían antes.

Al cabo de un rato, se dirigieron de nuevo a Júpiter y le pidieron otro rey, porque ese, dijeron, no les servía. ¡No hacía nada! Así que Júpiter les mandó una enorme culebra que empezó a morder a las ranas.

Ellas, lamentándose, pidieron a Mercurio que mediara con su padre para que se llevara a la culebra.

– Mi padre ha dicho que no se la llevará- dijo entonces Mercurio- Porque rechazasteis el rey bueno que mandó y ahora debéis contentaros con este.


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