La última guardia del Torito

Él estaba ahí sentado hablando de tiempos pasados, según su perspectiva, tiempos mejores. La primera impresión que me llevé de él fue el aire de intelectual desordenado. Libros encima de periódicos, periódicos encima de panfletos, memorias encima de memorias. Fue imposible no darse cuenta de que su pieza estaba casi tapizada con motivos de su partido y pasión: el Movimiento Nacionalista Revolucionario.  Sin duda, el Torito dejaba su corazón en cada palabra que decía acerca de la política boliviana y, sobre todo, de cómo se construyó (o podría construirse) un proyecto de país diferente.

El ingeniero Ramírez habló del MNR como el salvador que Bolivia necesitó en su momento, contó cómo las plazas estaban repletas de personas y banderas rosadas durante el siglo XX. El Movimiento puso en él quizás el ideal de su vida. Se sorprendió mucho, y con desagrado, cuando vio en lo que se convirtió el MNR en los últimos años. Quizás el partido político al que él le entregó su esfuerzo y entrega desapareció, por lo menos eso decía. Pero el brillo en sus ojos al recordar tiempos tan cálidos no se lo quitaba nadie.

Caminaba por el mercado con los brazos cruzados por la espalda y la seguridad de quién había pasado mil veces por esas calles, como si le pertenecieran. En cada puesto de verduras, carnicería o venta de chucherías, el Torito saludaba a alguien nuevo. No dejaba de estrechar manos y saludar con sonrisas, ¡parecía una auténtica celebridad! Estoy seguro de que los que lo recordarán con cariño son muchos.

Se reunió con dos señores más para organizar una tertulia improvisada sobre, por supuesto, política. Eran tres antiguos camaradas conspirando animosamente como cuando eran jóvenes. Justo ahí se sentía a gusto, entre el pasado y el presente.

Antes de terminar mi entrevista, el Torito me obsequió dos escritos que eran de vital importancia para él: Historia Económica de Bolivia, de su amigo don Víctor Paz Estenssoro y el Manifiesto de los Campesinos de Ayopaya. Ahora reflexiono que, con este gesto, él quiso mostrar su interés porque las generaciones que le suceden se interesen y apasionen por el acontecer del país como él lo hacía. Las dos horas que estuvimos conversando me cambiaron; cambiaron la forma en la que veo el panorama político y la historia. Fue un verdadero honor haberlo conocido y acompañarlo durante su última guardia.

Hasta siempre, don Torito.


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