Crónicas del Latinobarómetro
Los patrones invariables de cada año en la región: aumento de la desconfianza interpersonal y de la insatisfacción política
Latinoamérica, esa dialéctica andante entre modernidad y tradicionalismo, mantiene todavía sus convicciones democráticas. En paralelo, es el lugar más desconfiado del mundo y el que mayor insatisfacción política produce entre sus poblaciones. ¿Cómo es posible esta contradicción?
Esa fue la principal pregunta del congreso celebrado en Casa de América - Madrid para conmemorar el 30 aniversario del Latinobarómetro, instrumento ineludible para analizar la región.
La herramienta nació en 1995 con un grupo de politólogos y encuestadores que, encabezados por la economista chilena Marta Lagos, empezaron a tomarle el pulso al Estado de derecho y a la cultura política en Latinoamérica. “¿Por qué sobreviven las democracias a pesar de la desafección ciudadana? porque hay mucha gente que se enfurece frente a la violación de derechos, pero que no cuestiona la necesidad de que existan”, asegura Lagos.
De todas formas, la fundadora (y actual directora) reconoce que se han exagerado las virtudes del sistema democrático como solucionador de problemas. Decía Raúl Alfonsín (primer presidente argentino después de la etapa dictatorial): “Con la democracia se come, se educa y se cura”. Este tipo de promesas generaron un desbalance entre la expectativa ciudadana con sus gobiernos, y lo que realmente obtienen.
Yanina Welp, doctora en Ciencias Políticas, ofrece una respuesta desde el pragmatismo: “El sistema se mantiene porque las élites ven en él una forma pacífica de ir intercambiándose el poder”. La democracia sería, pues, la fórmula menos molesta para que los grupos de presión puedan garantizarse una mordida.
¿Bienestar a cambio de libertad?
Inversamente, sectores populares alrededor del mundo apelan a ese mismo pragmatismo para alejarse del Estado de derecho. Sería ese el caso de varios países asiáticos. El diplomático español, Jorge Dezcallar, sostiene la existencia de un “contrato social” entre ciudadanos que toleran vivir bajo un autoritarismo, siempre y cuando les otorguen mejores condiciones económicas.
¿Es posible que esa lógica se haya expandido a la región? En el Latinobarómetro de 2010, la democracia era considerada la mejor forma de gobierno según el 63% de los encuestados. Para 2023, el indicador caía hasta el 48%. Sin embargo, cuando la pregunta versa explícitamente sobre el autoritarismo, sólo se obtiene un 18% de respuestas favorables.
Yanina Welp también ayuda a entender esta inconsistencia: “la gente sí está insatisfecha, pero no vislumbra alternativas reales”, manifestaba el día viernes en el congreso. En ese sentido, no existiría aquí una dinámica parecida a la de China o a la de Singapur. Se trataría de un hartazgo muy mal gestionado. La directora, Marta Lagos, ejemplifica: “Latinoamérica trata a la dictadura como a su amante y a la democracia como a su esposa”. Al mismo tiempo, apunta: “hay que recordar que en toda la zona hoy sólo tenemos dos dictaduras: Venezuela y Nicaragua”.
Ante la aseveración, otro ponente discrepaba. Michael Reid, encargado de América Latina para The Economist: “yo diría que hay cuatro: Venezuela, Nicaragua, Cuba…y El Salvador”. Debido al prorroguismo inconstitucional en el presente mandato, los salvadoreños ya no vivirían una democracia a pesar del gran apoyo a las políticas de Bukele.
Fenómenos como este suelen denominarse ‘democracias censitarias’ o ‘autocracias electorales’. Son populismos legitimados por el voto pero inmediatamente supresores de toda institucionalidad. La fórmula: aprovechar el malestar de los sectores marginados y la crisis de representación para radicalizar un discurso de soluciones ultra presidencialistas, polarizantes, simples de comunicar, y aparentemente efectivas.
Año tras año, el Latinobarómetro ha sido testigo estadístico del crecimiento de estos híbridos. Carlos Malamud, investigador del Instituto El Cano, plantea un breve repaso. En los 90, los tiempos del consenso de Washington habrían generado populismos del estilo Menem o Fujimori. En los 2000, el boom de commodities habría afianzado los populismos chavistas, evistas y correistas. Y hoy, el rechazo general al sistema de partidos arroja un “populismo poliamoroso desideologizado”.
Lagos, por su lado, afirma que la constante es una “tensión de valores” en lo comercial y lo cultural. Latinoamérica siente que ha perdido en el proceso económico-globalizador, pero tampoco ha tenido éxito con las opciones alternas (ejemplo: los fallidos procesos de sustitución de importaciones). Además, siguen irresueltos los límites identitarios de la categoría ‘mestizo’ como elemento homogeneizante. Y todavía no sabe el latino, si es occidental o accidental.
Aún así, el mecanismo mínimo electoral se mantiene sólidamente reivindicado, se sigue exigiendo un imperio de la ley, y no hay grandes reducciones en el activismo. “De la muerte y la política no se puede escapar. O ayudas a hacer política, o te la hacen”, dice el economista Albert Guivernau. Tal vez esta frase resuena instintivamente en nuestro imaginario colectivo.
¿Alineamiento a cambio de financiación?
Así como las conclusiones del latinobarómetro llegaban el viernes 25, el martes 29 se presentaba el Informe Iberoamérica de la Fundación Alternativas. El documento evalúa los desafíos en la relación birregional CELAC y Unión Europea de cara a la cumbre que va a celebrarse en Colombia el 9 de noviembre de este año.
Francisco Verdes-Montenegro (coordinador del informe), expuso dos claras conclusiones: que entre las dos zonas se atestigua un “desgaste y alejamiento de posiciones” respecto a los dos conflictos más importantes de la actualidad (Ucrania-Rusia y Palestina-Israel), pero que también existe una oportunidad para que Latinoamérica y el Caribe pidan financiamientos a la UE en cuanto a proyectos de transición energética y, sobretodo, para concretar acuerdos sobre materias primas críticas.
En el fondo, Verdes-Montenegro estaba planteando el siguiente implícito: si los miembros de CELAC endurecen su condena a la invasión de Ucrania, la UE podría aumentar considerablemente sus inversiones en la región.
Esto sería realizado desde el proyecto ‘Global Gateway’, la contrapropuesta europea a la iniciativa china ‘One Belt, One Road’ de infraestructura y financiamiento para el Sur Global. Ahora bien, falta saber si aquellos aportes serán sólo para generar extracción, o si van a colaborar en el procesamiento interno de las materias primas críticas.
Dichos componentes (como pueden ser el litio o las tierras raras) llevan fuerte carga geopolítica porque se necesitan para la descarbonización y para fabricar semiconductores. El problema es la diferencia entre recursos (lo disponible a extraer), y reservas (lo económicamente rentable a extraer según tecnología disponible).
Latinoamérica tiene bastantes recursos, pero necesita aumentar sus reservas. Asimismo, la región tiene bastantes potencias oferentes, pero necesita determinar cuál está más dispuesta a una Inversión Extranjera Directa que transfiera capital humano y complejice las cadenas de valor. ¿Será la Unión Europea ese socio preferible, o simplemente buscarán repetir lógicas del pasado? La cumbre de noviembre es una primera prueba, y la rapidez para ratificar el acuerdo firmado con Mercosur, será ya una señal evidente.
*Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, maestría en Periodismo Internacional.