Palmas a Ricardo: América es de América

La historia de América es la de las culturas nuevas, la belleza morena, la naturaleza pródiga, la riqueza, y, como contrapartida, desde un extremo al otro, está también relacionada al robo, a la adulteración, al genocidio, al despojo, o como quiera verse. Sobre el deslumbrante descubrimiento de este vasto continente se publicaron en 1877 (por el Ministerio de Fomento en Madrid, España, imprenta de Manuel G. Hernández), las denominadas Cartas de Indias, un compendio de las cartas escritas por Cristóbal (Cristóforo, Cristhophorus) Colón y sus acompañantes en los cuatro viajes que hicieron a nuestro continente entre 1492 y 1504, así como la de escribanos que comunicaban a los reyes los detalles de las nuevas tierras.

Vale, a propósito de recordar al historiador costumbrista peruano Ricardo Palma Soriano (1833-1919), una de esas facetas que hacen a nuestra historia, y para eso, es suficiente transcribirlo y nada más:

“Entre col y col, lechuga; y a propósito de las Cartas de Indias recientemente publicadas, vamos a dedicar un párrafo a una cuestión interesantísima y que la aparición de aquella importante obra ha puesto sobre el tapete. Trátase de probar que la voz América es exclusivamente americana, y no un derivado del prenombre del piloto mayor de Indias Albérico Vespuccio. De varias preciosas y eruditas disquisiciones que sobre tan curioso tema hemos leído, sacamos en síntesis que América o Americ es nombre de lugar en Nicaragua, y que designa una cadena de montañas en la provincia de Chontales. La terminación ic (ica, ique, ico, castellanizada) se encuentra frecuentemente en los nombres de lugares, en las lenguas y dialectos indígenas de Centro- América y aun de las Antillas.

“Parece que significa grande, elevado, prominente, y se aplica a las cumbres montañosas en que no hay volcanes. Aun cuando Colón, en su lettera rarissima describiendo su cuarto viaje (1502) no menciona el nombre de América, es más que probable que verbalmente lo hubiera transmitido él a sus compañeros, tomándolo como que el oro provenía de la región llamada América por los nicaragüenses. De presumir es también que este nombre América fue esparciéndose poco a poco hasta generalizarse en Europa, y que no conociéndose otra relación impresa, descriptiva de esas regiones, que la de Albericus Vespuccius, publicada en latín en 1505 y en alemán en 1506 y 1508, creyesen ver en el prenombre Albericus el origen, un tanto alterado, del nombre América. Cuando, en 1522, se publicó en Bale la primera carta marítima con el nombre de América provincia, Colón y sus principales compañeros habían ya muerto, y no hubo quien parara mientes en el nombre. Por otra parte, en toda Europa no era América nombre de pila que se aplicara a hombre o mujer, y llamándose Vespuccio Albérico, claro es que si él hubiera dado nombre al Nuevo Mundo, debió éste llamarse Albericia, por ejemplo, y no América. Otra consideración: sólo las testas coronadas bautizaron países con su nombre: vergibracia, Georgia, Luisana, Carolina, Maryland, Filipinas, etcétera, mientras que los descubridores les daban su apellido, tales como Magallanes, Vancouver, Diemen, Cook, etcétera. El mismo Colón no ha dado Cristofonia o Cristofia, sino Colonjia y Colón.

“Es evidente, pues, que el autor del plano de 1522 oyó antes pronunciar el nombre indígena de América a alguno de los que acompañaron a Colón en 1503, y tomó el rábano por las hojas. Cuando apareció la carta de Bále, ya Vespuccio había muerto, sin sospechar, por cierto, la paternidad histórica que se le preparaba.

“Según el historiador vizconde de Santarem, el florentino Vespuccio (que murió en Sevilla el 22 de febrero de 1512) vino por primera vez al Nuevo Mundo a fines de 1499, en la expedición de Cabral, y la descripción que escribió de estas regiones fue publicada por Waldseemuller, en Lorena, en 1508. Fue Waldseemuller quien tuvo entonces la injustificable ocurrencia de sobreponer el nombre del descriptor al del descubridor.

“En conclusión: por su origen, por las noticias de Colón en su cuarto viaje, por su valor filológico y demás consideraciones someramente apuntadas, puede sin gran esfuerzo deducirse que la voz América, exclusivamente indígena, nada tiene que ver con el nombre del piloto Vespuccio.” (*)

(*) Ricardo Palma, Tradiciones Peruanas, Editorial Aguilar, Madrid, 1957, pág 66 a 67. El texto transcrito ha sido escrito aproximadamente el año 1890.

 


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