Enseñar con alegría a nuestros estudiantes

La risa y la alegría fomentan el deseo de aprender, porque las emociones estimulan las actividades de las redes neuronales, reforzando las conexiones sinápticas que hacen que los aprendizajes se consoliden de mejor manera en nuestro cerebro.

Las emociones positivas asociativas son claves en el aprendizaje con alegría (pedagogía de la alegría), dado que contribuyen muy favorablemente a que la persona se motive y aprenda más, pues nada se aprende mejor que con amor, con alegría. Además, el aprendizaje queda gravado en la memoria con recuerdos positivos, con recuerdos gratos; lo que también propicia el deseo de seguir aprendiendo.

Si partimos de que: aprender es adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio, por medio del ejercicio o de la experiencia por motivación y por interés propio; entonces, los estudiantes deben analizar lo que pasa en nuestro contexto para saber elegir mejores caminos a seguir en la propensión de fortalecer la construcción y logro de conocimientos y la potencialización de sus aprendizajes. Con este procedimiento, se podría elevar la eficiencia, la eficacia y la efectividad de las competencias y resultados educativos.

Ahora bien, si en los procesos de construcción de conocimientos no siempre se crean y sostienen ambientes de antor, de consideración y de alegría, expresados de manera oral, escrita o gesto-visual, en la interacción del aprendizaje; no estamos creando el clima pedagógico apropiado que permita a los estudiantes asirse del conocimiento, no estamos haciendo lo aconsejable para optimizar la calidad de la educción.

Si se instala una seriedad hostil, amenazante, seca, poco amable, poco dulce en el trato recíproco en la interacción del aprendizaje; no se estaría permitiendo establecer ambientes de cordialidad, ambientes emotivos que son claves para tener aprendizajes significativos.

Al seguir aplicando el paradigma de la Escuela Prusiana de 1794, que es memorista, lecto — escritura, mecánica, transmisora, repetitiva y pasiva; no se genera la mayor cantidad de estímulos que forman más cantidad de sinapsis para que los aprendizajes se consoliden en nuestro cerebro.

Tomemos en cuenta que el cerebro para responder mejor a los estímulos debe involucrarse con las emociones, porque cuanto más emotivo sea el proceso de facilitación y ejecución del aprendizaje; más firmes serán los nuevos conocimientos adquiridos y mayores serán los conocimientos que pasarán a archivarse en la memoria a largo plazo.

Estudiosos de la materia dan cuenta de 27 clases de emociones, de las que señalan 10 como básicas: la alegría, el enfado, el miedo, la tristeza, la sorpresa, el asco, la confianza y el interés. De estas podríamos señalar como positivas a la alegría, la sorpresa, la confianza y el interés. Entonces, si en el proceso de aprendizaje recurriríamos de manera preferente a estas emociones; el proceso de aprendizaje será más placentero, más agradable y más feliz; y, según otros estudios, la alegría disminuye el estrés, aumenta nuestra autoestima, nos da fortaleza, tenemos mejor rendimiento, mejora el sistema inmune y se duerme y descansa mejor.

Las emociones positivas asociadas a momentos claves del aprendizaje contribuyen a que el ser humano se motive y aprenda más y mejor; además, el aprendizaje queda grabado en la memoria con recuerdos positivos, lo que también contribuye a despertar la curiosidad y las ganas de seguir aprendiendo.

Si por el contrario el proceso de aprendizaje se constituye en situaciones de enfado, de miedo, de tristeza, de asco; las experiencias y los saberes serán desagradables; pero, no dejarán de ser aprendizajes.

¿Quién no quisiera atesorar un buen saber, un buen recuerdo?; por eso es muy importante y mejor que en los procesos de aprendizaje generemos ambientes educativos de alegría, de entusiasmo y de entrega para la construcción de nuevos conocimientos.

No aplicar la pedagogía de la alegría y no generar vibrantes emociones en el aprendizaje tendría un inaceptable contrasentido con el propósito de la educación cuyo objetivo es aprender a lo máximo. Por otro lado, aplicando el rigor, la drasticidad y los castigos; se desequilibrará emocionalmente a cualquier estudiante y los resultados en términos de conocimientos no serán óptimos como se quiere que sean.


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