Educar sin reprimir

Como sabemos, educan o forman a los seres humanos, a personas – personalidades: los maestros, los padres de familia, la familia; también educan instituciones especialmente creadas para formar en diferentes disciplinas (ejército, policía, iglesia) y la sociedad en general - la vida, en sus diferentes ámbitos.

Según la Real Academia Española (RAE), “Reprimir es contener, detener o castigar, por lo general desde el poder y con el uso de la violencia…” En el campo de la educción, hasta antes del siglo XIX, para enseñar/corregir errores/faltas de los estudiantes, era mediante la represión, consistente en castigos corporales como el uso de la palmeta, arrodillarse sobre objetos pequeños y duros (maíz, granos de sal, pepas), la mordaza (utilizada para los niños que hablaban mucho), las orejas de burro (un cucurucho que tenía cosido unas orejas de tela y que se les ponía a la cabeza a quienes no sabían la lección), sostener piedras en la manos estando arrodillado, una caña hueca con la que se pegaba desde y hasta donde alcanzaba la misma en el aula, coscorrones, vituperios, etc. etc.

Los métodos pedagógicos y disciplinarios fueron cambiando mucho desde el siglo XIX; pero, aunque todos estos castigos parecen cosa del pasado, no han dejado en su totalidad de ser utilizados, aunque quizás, sofisticados. Estas formas de reprimir aún persisten contraviniendo normas vigentes y no dejan de humillar, ridiculizar, causar dolor, hacer sufrir física, psicológica y moralmente, a quienes les toca.

La represión lastima el cuerpo, lastima el alma y produce desequilibrio en la persona/estudiante y consiguientemente le causa malestar emocional/desánimo; más cuando es injusto por estar al margen de la verdad, produciendo emociones negativas como la ansiedad, la ira, la tristeza, la vergüenza a la que es expuesto el estudiante en el seno de sus compañeros, lo que, lejos de motivar emociones positivas con deseos de actuar hacia nuevos aprendizajes, estas son atravesadas por emociones negativas contrarias a lo que debe ser el entusiasta trabajo de construcción de conocimientos.

La represión no ha sido erradica aún en las escuelas como lo muestra la siguiente información: En Santa Cruz, “dos profesoras amarraban en su silla con cinta masking la boca, los brazos y las piernas en su mismo pupitre a dos alumnos durante la clase. Las profesoras lo hacían en son de castigo en la clase y los tenían amarrados hasta la hora de salida”, denunció el abogado de las víctimas, Jesús Ancalla, a Unitel. (Página Siete, 16 de abril 2023). Los padres de familia tampoco se evitan de regañar a sus hijos, lo que también afecta gravemente en forma negativa el bienestar, la alegría, el entusiasmo y hasta la misma capacidad creativa y participativa del estudiante en su aprendizaje (su estado de ánimo). Es triste que en el momento de salir hacia la escuela se les riñe o trata sin cariño y respeto/ternura, amargándoles torpemente el día. La tarea de los padres es educar/disciplinar y para ello nada mejor que aconsejar, conversar/tratar razonablemente al pedir un cambio de comportamiento y no precisamente reñir/castigar; se debe recurrir a gestionar un razonamiento consciente respecto al comportamiento inadecuado vs comportamiento adecuado, antes que lastimar a quienes están en pleno proceso de aprender a ser y adquirir una personalidad deseada.

El mal trato y la represión a los estudiantes afecta en la generación y construcción de nuevos aprendizajes y perjudica su mejor rendimiento intelectual, mejor rendimiento académico; mejor calidad de estudiante y a futuro de gente. 

Al reprimir al estudiante, se aleja/altera su pensamiento, su voluntad, su conciencia y su capacidad que al ser eclipsados/das restan la capacidad de invención y en general el motivo/razón de la educación, que el estudiante, sea activamente participativo/propositivo para el logro de los resultados de calidad que se busca.

Es de lamentar que en nuestro país se viva todo lo contrario respecto a educar sin reprimir, toda vez que. no es ese precisamente el ambiente humano, político y social que se vive; pues, en todo momento se está informando, comentando y mostrando por los diferentes medios de prensa: escenas, informaciones penosas. Si se aprende más lo que se vive, ¿de qué vale que en la escuela se pregone educar sin reprimir si en la casa, en la calle y todo el espacio de vida se ve amenazas, enfrentamientos, violaciones y hasta crímenes. Lo ideal sería que lo que se propone se haga, se viva; que en la familia, en el grupo, en el territorio y en la sociedad en general se deje de reprimir y de manera concordante escuela, comunidad y sociedad, viva un clima de razonamiento, de comprensión, de tolerancia, de paz y de unidad.

Debemos esforzarnos porque la escuela sea la vida y la vida sea la escuela, para ser concordantes con el propósito de educar sin reprimir.


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