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Solo nos diferencia el clima

Como se han estado dando las cosas durante los últimos días del año pasado no ha quedado espacio para celebrar. El encarcelamiento con grandes visos de ilegalidad del gobernador de Santa Cruz, no solo quiebra las relaciones entre el gobierno local del departamento más grande y más rico de nuestro país con el gobierno central y crea una mayor distancia entre los masistas y quienes no lo son, sino que exacerba el regionalismo y el racismo, males que tenemos en nuestro país al igual que en el mundo entero.

Bolivia es un país extremadamente diverso, y eso debería ser una fortaleza, La Paz y Santa Cruz son muy distintas. El clima lo explica casi todo, a fin de cuentas la cultura no es otra cosa que adaptarse al ambiente en que se vive. Se come, se viste, se construye, se canta, hasta uno se baña, y ama de acuerdo al clima.

Sí señores, la diferencia de más de tres mil quinientos metros de altura, la enorme diferencia de temperaturas y de humedad nos hace muy distintos, y sin embargo estamos a punto de cumplir 200 años juntos. La Paz y Santa Cruz son espacios urbanos importantes y atractivos, con sus ventajas y sus desventajas. Estoy convencido que las desventajas de la altura hoy son mayores que las del excesivo calor, aunque no siempre fue así.

El racismo es parte inherente de la sociedad humana, pero no por ser algo “casi” natural, no debe ser combatido, y lo tenemos en occidente en su faceta clasista, tal vez aún más que en oriente, y en oriente tenemos el eterno rechazo y menosprecio a los que ellos llaman “colla”. (Yo detesto que me digan colla, porque nosotros no nos llamamos a nosotros mismos collas, somos chucutas los paceños, tampoco me gustaría que me digan “froggie” si fuera francés, o que me digan “chucrut” si fuera alemán).

En Bolivia se tiene que trabajar seriamente contra el racismo, el MAS se llenó la boca con esa cruzada, y hasta ha despachado una (mala) ley al respecto, pero su accionar en realidad ha exacerbado el racismo, y ha sido un accionar no que haya puesto en evidencia el racismo existente, sino que ha creado las condiciones para que este florezca y se fortalezca. Eso exactamente está pasando estos días en que las redes sociales se están llenando de improperios racistas, regionalistas, de clase e ideológicos.

Pese a las dificultades, Bolivia se ha armado como un país sin un extremo centralismo. Sin desmerecer el empuje de los hijos de Santa Cruz, vale recordar que, por ejemplo, la primera carretera asfaltada que se construyó en este país, no fue de La Paz a algún lugar, sino de Cochabamba a Santa Cruz.

Estoy seguro que en general hay serios problemas con el centralismo, aunque también estoy convencido de que la situación nunca fue asfixiante, ni mucho menos, ni aún en tiempos del MAS, pese a la criminal persecución a muchos honorables ciudadanos cruceños que hizo el gobierno de Evo Morales y a la recentralización de los dineros del estado.

Lo que está sucediendo hoy es una responsabilidad directa del presidente Arce y de su gabinete, incluida su cruceñisima ministra de la presidencia, es una canallada política. Se han inventado un crimen, el llamado golpe de estado, y están persiguiendo a quienes evitaron la eternización en el poder de un hombre que violó la constitución y pringó el concepto de los derechos humanos solo para quedarse gobernando.

El señor Camacho puede no ser santo de devoción de mucha gente, pero no se puede negar que fue en gran medida su accionar lo que permitió que no se consumara un plan que de hecho era un golpe de estado perpetrado por Evo Morales y los suyos, más allá del fraude constatado por la OEA. Evo Morales simplemente jamás debió estar habilitado para las elecciones del año 2019.

El gobierno central, al encarcelar a Camacho, no solo viola normas jurídicas elementales, sino que abre una caja de pandora de la que han salido atroces monstruos, empezando por los del racismo y los del regionalismo. Está jugando irresponsablemente con fuego. La locura de este invento del “golpe de estado”, debe acabar.

 


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