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Un 2022 con poca gloria, un 2023 con grandes desafíos

De acuerdo con el último informe del FMI, Bolivia tiene proyectado un crecimiento económico del 3,8% y 3,2% para el 2022 y 2023 respectivamente, mucho menor al proyectado por el PGE 2022 y 2023 de un 5,10% y 4,86% para este año y el venidero. Hace poco la CEPAL igualmente publicó las perspectivas para las economías de Latinoamérica y el Caribe, donde se estima que Bolivia tenga un crecimiento económico del 3,5% para este año, pero apenas del 2,9% para el 2023 según las proyecciones de este organismo internacional; en la misma línea el Banco Mundial pronóstico que nuestro país cerraría este año con un crecimiento del 3,5% y el próximo con un 3,1%.  Esto, técnicamente indica que entraremos en un nuevo "posible" proceso de recesión económica en términos del crecimiento de nuestro PIB, o al menos en una desaceleración, ya que la tendencia, según estos organismos, es a la baja de este indicador.

Entonces, esto ha evidenciado por qué el gobierno nacional, en el PGE 2023, ha modificado su política económica y ha reajustado, relativamente, el presupuesto nacional, aunque no así en términos de menores gastos, al menos no como se esperaba; con metas de crecimiento económico menores respecto al 2021 (6,1%), una tasa de inflación mayor (3,57%) y un déficit fiscal reducido al -7,49% del PIB para este próximo año; pero gracias a una contracción de la inversión pública del 20% respecto al 2022, lo cual es una muestra clara que existe la necesidad de reducir nuestro gasto público. Pero obviamente este fue el camino corto, ya que este actual modelo económico se basa en el gasto e inversión pública, el reducir este último, y no por ejemplo los gastos en sueldos y salarios, tendrá como consecuencia un decrecimiento económico, ya que la inversión pública es primordial para este objetivo macroeconómico como también para la sostenibilidad de la demanda interna basada precisamente en el consumo de las familias y empresas en el país, que se verá limitada en estas condiciones.

Otro aspecto que no hablo el gobierno nacional, en sus proyecciones del 2023, es el tema del empleo, según el FMI, se proyecta una tasa de desocupación del 4% para la próxima gestión; el último dato, a octubre, es que la tasa de desempleo urbano en Bolivia es del 4,3%, misma que es debatible en su cálculo, esto considerando que al menos un 80% de nuestra economía es informal y no se está midiendo de manera idónea el verdadero nivel de la calidad del trabajo en nuestro país, esto según la propia OIT. El 2023 no solo tendremos una menor inversión pública sino también el riesgo real que no se ejecute todo; menores recursos públicos que se inyecten a los diferentes sectores económicos significan también menos empleos.

Si el año 2023 será más duro que el 2022, por el contexto internacional de una inestabilidad aun latente en los diferentes mercados internacionales, por efectos negativos aún de la actual pandemia y la crisis por la guerra europea, que trae consigo perspectivas no muy alentadoras, sumándose a esto un proceso inflacionario que obligó a varias naciones a elevar sus tasas de interés bajo el costo de un menor crecimiento económico, la situación no se pinta para nada bien; no por nada la mayoría de los países, sobre todo los en vías de desarrollo como el nuestro, han tenido que reajustar sus presupuestos, planificando no endeudarse más externamente y sobre todo planificando muy bien sus gastos públicos, esperando que el contexto externo no presente alteraciones importantes que puedan echar al suelo todo lo proyectado, más aún si consideramos que nuestra economía es muy sensible a estos cambios, ya que somos tomadores de precios, aún dependemos de los ingresos de ventas de materias primas y alimentos, de un comercio exterior que puede cambiar de un momento a otro en nuestra contra y situaciones internas, sobre todo políticas, que pueden hacer que la economía retroceda como pasó por los daños originados con el paro cívico nacional de esta gestión.

Grandes retos se vienen este 2023, es momento de manejar la economía nacional, en todos sus niveles, de manera austera e inteligente, buscando ser óptimos en el uso de los recursos estatales, planificando que los mismos se empleen en inversión pública productiva, con elevados efectos multiplicadores en empleo e ingresos; donde el sector privado sea un socio clave para mejorar el nivel de vida de la población mediante la creación de empleos de calidad en el país, donde sin dudas ambos sectores trabajen de manera mancomunada.

 

*es presidente del Colegio Departamental de Economistas de Tarija


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