LA RESILIENCIA COMO POTENCIAL VIRTUD DOCENTE

La capacidad de reacción y recuperación de energías positivas de una persona ante cualquier adversidad, es la virtud de la resiliencia, al requerir de aptitudes y actitudes para recuperarse y para sobreponerse ante cualquier desventura en su cotidiano vivir.

Si desventura es el hecho que produce dolor y sufrimiento, no cabe duda que el sistema educativo de nuestro país, desde siempre (desde el Incanato hasta el Estado Plurinacional), nos dio dolor y sufrimiento. No tuvimos la fortuna de contar con una educación de calidad para todos. El sistema educativo, como institución, no fue resiliente; pues la discriminación y sufrimiento reinó en el incanato al educarse sólo a los hijos de la realeza y de la nobleza; durante la república (1825 -1980) siguió la discriminación con la imposición del doloroso etnocidio cultural (imposición de la religión, lengua y cultura española). Recién en 1994 se elimina la discriminación entre educación rural y urbana (cuando ambos sistemas empiezan a depender del Ministerio de Educación) y se incorpora la educación intercultural bilingüe. Con la Ley No 070 se reconoce la educación como derecho fundamental para todos, integral e intercultural, sin discriminación. Pero la discriminación se sigue dando hoy, toda vez que una es la educación rural y otra es la educación urbana; existe educación particular, educación fiscal y educación por convenio y, en todo caso, unas unidades educativas y en algunos sitios geográficos están en mejores condiciones que otras.  

El ámbito de acción del docente, sin duda es el sistema educativo del país en general, cuando menos; y quienes lo conducen deben ser potencialmente resilientes (todos los gobernantes y sus autoridades). La resiliencia cobra capital importancia en el proceso educativo porque después de la familia, la escuela es un ambiente clave, fundamental para que los estudiantes adquieran las competencias necesarias para tener éxito gracias a su capacidad para sobreponerse a las dificultades, a las adversidades.

El docente, si goza de este ambiente resiliente puede con mayor ventaja generar y promover la resiliencia en sus estudiantes y ser un verdadero agente de cambio que propicie, más allá de la adquisición de aprendizajes académicos, la formación humana (valores, hábitos y virtudes); siendo ejemplo de vida por su capacidad para actuar y encaminar a sus estudiantes en una formación integral.  

Si el profesor al ser resiliente es amable, genera ambientes de aprendizaje con sus estudiantes y logrará que ellos estén siempre motivados, optimistas, empáticos, constructores de sus propios conocimientos, seguros; contando con un proyecto de vida sustentable y siendo altruistas para ejercer sus derechos y cumplir sus deberes, hacia su realización personal, familiar y social; lo que viene a ser la pedagogía de la resiliencia. 

La resiliencia es la capacidad de adaptarse a situaciones difíciles como el estrés, la adversidad o el trauma, que donde te golpean, sientes ira, dolor, pena, desagrado; y estas situaciones difíciles, en mayor o menor medida se dieron y se dan en la familia boliviana. Respecto a la educación y cómo estamos, es que poco o nada hemos sido resilientes, cuando esa debió ser nuestra reacción o capacidad de sobreponernos a la adversidad antes que sumirnos en el conformismo cómplice de la negligencia y bajo nivel de gestión de las autoridades y gobiernos de turno.  

 “Un reciente estudio de la Unesco estableció que los niveles de educación en Bolivia son bajos en áreas como matemáticas, lectura, ciencias sociales y naturales. Más de la mitad de los alumnos se encuentran en la parte inferior del conocimiento que deberían tener dependiendo de su edad” (3 feb 2021). “Entre 16 naciones evaluadas, Bolivia se ubica en el sitial 16 en calidad educativa. Chile y Costa Rica lideran el recuento. Bolivia ocupa uno de los últimos lugares de América Latina en cuanto a desempeño educativo, según se desprende de un ranking internacional realizado por la Unesco en la región” (11 feb 2021).  

Los dos anteriores párrafos respecto a los estudios de Unesco referentes a la realidad educativa de nuestro país, respaldan mi aseveración respecto a cuan pobres de resiliencia somos, cuando ésta debería ser precisamente una resultante formativa de la personalidad de quienes accedieron, acceden y seguramente accederán a un sistema de altos niveles de calidad; pues ¿si no nos formamos en resiliencia, que tan resilientes podríamos ser?  

Si nuestra intención de gobernantes y gobernados, es salir del pozo en el que nos encontramos en educación y sin duda, vía ella ponernos en la punta en otros aspectos como la salud, la economía, el bienestar social y condiciones de vida; es urgente sembrar resiliencia y, ¿dónde mejor hacerlo?, sino en el ámbito educativo y, ¿Quiénes mejores sembradores del saber que los profesores?


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