Hasta las montañas tiemblan de miedo ante la ignorancia

Como no van a temblar de miedo las montañas ante la circunstancia de que, por la ignorancia de su gente, sean destruidas, sean derruidas, al no saber lo que ellas son o qué función cumplen a favor del clima, del aire, del agua, del cosmos y de la vida en general de nuestro planeta tierra y más. 

Derruir las montañas o los bosques, mares y acuíferos; atentar contra los astros y el equilibrio del ecosistema, causa/causaría, como se vienen dando, daños irreparables en la vida no solo del planeta tierra, sino del cosmos del que somos parte los seres humanos, y, para evitar este desastre en el universo, es necesario gobernar con pleno conocimiento de causa, siendo personas con el bagaje suficiente de conocimientos, de sabiduría.

En analogía a los anteriores comentarios, los pueblos, las sociedades y las naciones, no solo temblarían o tiemblan de miedo, sino, lloran o llorarían ante el descalabro que se daría o se da por el ejercicio de sus gobiernos que, nutridos virginalmente de su ignorancia, se atreven a gobernarlos, a conducir su destino que, por lógica debería ser para mejor vivir, para mejor estar en comunidad.

Saber qué es lo que tenemos, para que nos serviría, qué hacer con ello, para que hacerlo, cuando hacerlo, como hacerlo y con quienes hacerlo, pensando en el bien común, en el bien de todos, sin exclusión de ninguna índole, significaría estar capacitado para gobernar; entendiendo que gobernar es ejercer la dirección, la administración de un Estado ciudad o colectividad.

Sin duda que, la vida es cambio, porque cada día es diferente, cada día es un nuevo comienzo y por eso debemos estar muy bien formados – educados, para asumir nuestras propias responsabilidades como personas y cuando toque como gobernantes de un territorio, de un órgano/organismo o de un Estado. El mejor cambio se daría cambiando la educación que tenemos, por una educación de calidad para todos y para toda la vida; cambio que generaría un efecto poli dimensional a favor de la vida en general del ser humano y de la colectividad.

Hay quienes pregonan que cambiar es hacer que los que siempre estuvieron abajo suban arriba y gobiernen, dizque. Yo vengo de muy abajo, vengo de la más auténtica infraestructura social campesina y hoy creo pertenecer a la clase media baja. Durante mi vida activa ejercí altos cargos del Estado como de la sociedad civil, con significativos aportes particularmente en el área de educación, donde llegue, necesariamente mediante concurso de méritos y examen de oposición, actuando con mucha voluntad y esmero, gracias a mi nivel de educción y, modestia aparte, me considero persona exitosa, batiéndome siempre, inclusive, contra viento y marea en el ambiente llamado político, en nuestro país. La educación genera esperanza, propulsa ascenso social, más equidad, progreso, justicia y libertad.

En nuestro país, por razones extrañas, como que se subvalora  el primer derecho del ser humano, después del derecho a la vida – la educción, y, se prioriza, muy por costumbre lo urgente en vez de lo importante; es decir, lo que por sobredimensionamiento de intereses político partidarios, económicos y sociales de los dueños del poder, en el momento nos estaría estrangulando y que generalmente son envoltorios de corrupción, sin considerar para nada que la educación es prevención y curación de tantos males creados o hechos ver como tales artificiosamente. Por eso vivimos apagando incendios sociopolíticos y no previendo que estos males, poco a poco, ya no se repetirían nunca más.

Por todo lo antes expuesto, concluyo que la educación es el pívot más importante y a la vez más urgente, preventivo y curativo a la crisis de diferentes gobiernos que se dan en varios países del mundo, bajo los que subyacen la pobreza, la baja calidad de la educación, de salud; la falta de justicia, de tolerancia, de paz y bienestar. Con educación de calidad hasta las montañas bailarían de felicidad.


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