Si es tal la educación, tal será la liberación

“La libertad es libre”, lo dijo Voltaire al expresar: “No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Esta frase patentiza plenamente la libertad de expresión. Libre es la persona que no está encarcelada, que no está obligada a hacer algo contra su voluntad. La libertad es la capacidad del ser humano de elegir lo que quisiere, según su propio criterio. 

Libre es la persona que tiene la posibilidad de tomar decisiones y llevar a cabo acciones sin imposiciones ajenas; o sea, hacer cuanto quiera sin imposiciones de otros.

Platón define la libertad como un autodominio racional; es decir que “una persona es libre si sus deseos racionales dominan sobre sus deseos irracionales y determinan sus acciones” como la libertad de expresión, de culto, de vivir sin miseria, de vivir sin temor; velando por una convivencia pacífica, por el respeto a los valores humanos, a las leyes y normas establecidas en la nación o sociedad a la que pertenece. Así, prima la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza. 

Ahora bien, para contar con autodominio racional, es preciso que el hombre se libere primero que nada de la ignorancia (reciba buena educación); cuente con un cerebro organizado, adquiera mucha información y formación para actuar en correspondencia mutua con otros, como personas y como grupos culturales o sociales; que es donde quiero fincar esta lectura. 

¿En nuestro país se habrá hecho lo que se debió hacer para que todas las personas tengan acceso a la educación? 

Si la libertad debía comenzar por liberarnos de la ignorancia, ¿Por qué no se dio educación de calidad a todos sin discriminación alguna, cumpliendo con las leyes y normas desde siempre establecidas en la república?; ¿Por qué en nuestro país pervivieron 155 años de aculturación y etnocidio cultural y educativo?

Tantos desaciertos e injusticias nos negaron y aún nos niegan la libertad de ser libres de la postración y del atraso al que estamos sometidos peleándonos enguerrilladamente entre bolivianos; activados por intereses extraños ajenos a nuestros intereses comunes de contar con mejor producción, mejor economía, mejor salud y mejores condiciones de vida. 

¿Cómo no vamos a estar así, si lo que se muestra en educación en nuestro país es la siguiente triste realidad?:  

1.- La UNESCO estableció que en Bolivia sólo el 60% de los estudiantes alcanzan un nivel por encima de los parámetros de analfabetismo funcional y que el 40 % que de los que aprendieron a leer y escribir, no comprenden ni tienen la capacidad de relacionar lo que aprendieron con su entorno. (La Paz, octubre 08/2000).

2.- Ernesto Pérez, economista del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PND) en su estudio determina que: “el 55% de jóvenes consiguen el bachillerato mientras que el 45% no” (10 may 2015).

3.- Al celebrarse el Día Mundial de la Educación, el INE informó que 26,9 de las personas de 19 años o más alcanzó el nivel de instrucción superior en el periodo 2016 y que el 28,1% de la población masculina cuenta con un nivel superior, mientras que la población femenina llega a 25,9% (La Paz, 1 de abril de 2018).

Si como dice Platón, la ignorancia es una enfermedad del alma..., el panorama (según lo que podemos inferir de los tres anteriores indicadores) es desolador y al parecer estamos muy lejos de ponernos en camino hacia una verdadera solución; nos falta mucho para contar con una educación pública de calidad para todos y para la toda la vida que nos catapulte a un mayor grado y de libertad. 

Ahora bien, si consideramos que la educación debe ser la base suprema de la libertad; ¡Que libertad que tenemos!, misma que se agrava con la llamada política que practicamos; con la administración de la justica que tenemos y demás resultantes de una poco calificada educación. 


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