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¡Para tal educación!, ¡tal evaluación!

La evaluación en educación, entenderíamos por las acciones que nos permiten saber cuánto aprendieron los estudiantes de una unidad educativa de los contenidos temáticos avanzados en un determinado periodo de tiempo.

“Quien bien siembra, bien cosecha”, se dice en el caso de un labriego. En la educación se traduce en: “Donde hay un buen maestro no hay mal alumno que se tenga”, y es así porque cumplen su faena tan bien, tan a consciencia, con toda entereza y sagrada paciencia; que los resultados serán de significativo éxito.  

El profesor en particular, hoy en día, utiliza diversos medios tecnológicos, y estos medios activan las diferentes puertas de ingreso de las sensaciones, percepciones y del saber en general del estudiante, que hace que su cerebro actué por a, por b o por c; este es el mecanismo para construir un propio saber. El profesor con tan brillante capacidad de resiliencia se está adecuando a las necesidades y demandas del momento, está creando nuevas formas educativas, se está empoderando de una nueva performance en su trabajo pedagógico. 

Ante la imposibilidad de seguir con la mecánica forma de transmitir supuestos conocimientos, de la cabeza del maestro a la cabeza del estudiante, mediante exposiciones verbales, con el apoyo de la tiza y pizarrón (tecnología ltp) y, que el estudiante, del modo más paciente atienda y memorice de “pe” a “pa” cómo saber propio; es admirable como el profesor viene sacando fuerzas de flaqueza para aprovechar tan grave crisis y convertirla en una brillante oportunidad para crear ahora las clases: unas veces presenciales, otras veces a distancia y/o virtuales; como tendrían que ser de ahora en más para aprovechar las ventajas de unas y de otras, reduciendo al mínimo las desventajas que cada una de ellas tiene.  

En esta hazaña, es el maestro el inductor por necesidad propia de su trabajo; al que se suman los padres de familia y sin duda los sujetos y objetos de la educación (los estudiantes), la prensa y la sociedad a la cabeza del Estado en sus diferentes niveles. Estos últimos tienen la oportunidad de lucirse y pasar a la historia como los mentores que con fe y honor delinearán el nuevo futuro de grandeza que todos los bolivianos nos merecemos; porque la educación es el arma más mortífera contra todos los males (la pobreza, la delincuencia, la mala salud, la mala política, etc. etc.) y contrariamente, no hace daño ni mata a persona alguna; más bien da más y mejor vida a todos.  

Con el nuevo paradigma educativo asumido por la contingencia en que vivimos, el trabajo se ha incrementado tanto para el alumno, como para el profesor y para el padre de familia o tutor. El profesor tiene ahora que relucir su creatividad no sólo como profesor sino como técnico en medios tecnológicos a manejar o para elaborar nuevos materiales audiovisuales, exposiciones amenas y llenas de dinamismo, alegría, gestualidad y buen humor para que atrapen la atención a los estudiantes; quienes a su vez deben saber manejar bien los medios tecnológicos que usa y hacer las tareas establecidas. También los padres y tutores deben apoyar en el aula y el en hogar para hacer lo que haya que hacer. El Estado debe extremar esfuerzos para dotar la energía eléctrica necesaria y un internet estable. ¡Así, pues sí se puede! 

Vista así la nueva realidad, la evaluación del aprendizaje ya se debió cambiar en lo que siempre fueron las respuestas de memoria (fechas, fórmulas, datos y conclusiones) que deben ahora ser sustituidas por el axioma: “aprender a aprender”, “aprender a hacer” y “aprender a ser”; y a la vez saber establecer metas y criterios para ser hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy por el logro del propio éxito, por el logro del proyecto de vida asumido por los estudiantes. El estudiante debe ser el conductor de su propio aprendizaje y a su vez el evaluador de su progreso; pues, nadie aprende lo que le quieren enseñar sino lo que él quiere aprender.

“Es mucho pretender ahora, que alguien pueda enseñar algo a alguien, cuando lo más que se puede, es indicarle donde puede encontrar lo que busca” (Mavilo Calero Pérez); porque con la tecnología existente, hoy más que nunca el trabajo del profesor es motivar, guiar, facilitar, activar, controlar, evaluar la autónoma construcción de conocimientos del estudiante.

Para una educación activa participativa constructiva, evaluar: “No debería ser medir conocimientos, sino emitir juicio sobre el grado de desarrollo de los mismos, destrezas, actitudes, cualidades, competencias y capacidades. No debe ser sólo una nota numérica, sino una valoración de sus fortalezas y debilidades del estudiante. No debería ser sólo un examen, sino un análisis que se realiza a lo largo del proceso educativo. No debería ser responsabilidad únicamente del maestro, sino una actividad en la que participan tanto el maestro como el estudiante.” (Juanita Hernández, Elba Arellano y Cindy Hanks; Evaluación Potencializadora. ISER. UNIVERSIDAD NUR. PLAN INTERNACIONAL TARIJA.1998).

Es importante que el alumno se involucre en su propia evaluación para que se responsabilice por su propio desarrollo y cuando los resultados no satisfagan las expectativas; el maestro, el estudiante y los padres o tutores, deben convenir como hacerlo para mejorar los resultados a futuro. 

Cuantos siglos que se hizo lo mismo esperando resultados diferentes, como dice Einstein; “hoy la vida nos dio la oportunidad de hacer historia” implementando una nueva forma de hacer educación y crear una nueva forma de evaluar el aprendizaje.  


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