¿Igualdad?, sí; pero, en la grandeza

Al parecer existen diversos conceptos/sentidos de igualdad y quizás desde donde cada uno de nosotros se posesiona en el seno de la sociedad. Podríamos convenir que es así; pues de hecho nadie es igual a nadie; podemos ser idénticos/equivalentes entre un ser humano con otro y nada más o sea que igualdad sería, simplemente, la ausencia de cualquier tipo de discriminación:  raza, clase social u otra circunstancia.

Se dice que “todos nacemos con las mismas posibilidades; pero, no tenemos las mismas oportunidades” y quizás esto se explique porque hasta el momento mismo que salimos del vientre de la madre, todos llegamos prácticamente iguales y desde ahí varían las oportunidades que cada quien tenemos, dependiendo del nivel educativo de la familia, de la condición económica, de las oportunidades que se nos presenta y de la visión y esfuerzo que le pongamos cada uno para ser más y mejor.

Ahora bien, yo diría que hay dos lógicas y particulares contradicciones de plantear la igualdad; la una, de bajar a los de arriba hacia abajo donde están los rezagados y la otra de subir a los rezagados hacia arriba y si no nos pondríamos totalmente iguales, estaríamos en niveles considerables de igualdad/desigualdad. Plantear una igualdad cavernícola no es igual a plantear una igualdad inteligente/civilizada. No es igual una unidad en la pobreza/indigencia que una igualdad en la prosperidad/bienestar

Si todos llegamos a esta vida con las mismas posibilidades, la igualdad debe ejercerse desde un vamos con el derecho y obligación de recibir educación, formación humana, uso apropiado de nuestro computador de computadores (el cerebro) para la construcción de nuestros conocimientos, de nuestro saber (educación), como “el instrumento más poderoso para cambiar el mundo” como dice Nelson Mandela.

Si todos tendríamos un nivel de educación por encima de la media, no nos sería difícil comprender que tan posible es, a partir de esta mediana igualdad de poder intelectual y de capacidad, lo que debemos hacer por el bien de todos y los descubriríamos a los negociantes del poder que nos prometen el oro y el moro; nos incitan a dividirnos para ellos reinar, aplicando la consabida lógica de “dividir para reinar”, como estamos en el contexto nacional.

Está claro entonces que abandonando ciertas características inhumanas como el enojo, el odio, la mentira, el revanchismo, la crueldad, el avasallamiento, la ambición desmedida, la injusticia, etc. y, anteponiendo el amor, la verdad, el perdón, la consideración, el respeto mutuo, la justicia, la modestia y la honestidad, valores que se los puede adquirir y perfeccionar con una buena educación; podríamos lograr un alto nivel de igualdad en la diversidad cultural, cultural y económica nacional que nos permitiría; también, un alto grado de unidad y por efecto de la unidad y sinergia, el progreso u bienestar de los bolivianos. Debemos recordar que “la igualdad es la base de la unidad y la unidad la base del progreso de los pueblos”.

“Es el hombre el que hace al mundo y no el mundo el que hace al hombre” (Charuri) y como podremos concebir por lógica con una buena educación pública para todas, para todos y para toda la vida, seremos iguales de razonar y actuar pensando no sólo en mi bien, sino en el bien de todos, por todos y para todos. Nadie en su sana y alta consciencia pretendería no ser el uno para el otro y juntos lograr y fortalecer la grandeza que nos tiene signada Dios para todos los seres humanos.

Se dice que “la peor democracia es mejor que la mejor dictadura” y por eso pongámosle cabeza, corazón y acción al desarrollo de la democracia en nuestro país; sembremos compresión, igualdad en la diversidad, progreso y paz que nos produzca satisfacción y bienestar para toda la familia boliviana, sin discriminación de ninguna índole.

Pongámosle cabeza y mucha fuerza de voluntad y tendremos igualdad en la grandeza dejando para siempre la pobreza que no falta quien nos diga que todo cuanto se está haciendo con tanta violencia/maldad y falta de consideración humana, se lo hace por el bien que seguidamente llegará; claro, de algunos que disfrutan de nuestra pobreza y desgracia.

El arma fundamental de la igualdad es la educación, educción, educación que a la vez es un instrumento de liberación integral como mujer u hombre en el mundo. Marquemos la diferencia como seres racionales frente a los seres irracionales y hagamos lo que corresponde por el bien de todos: ¿Igualdad?, sí; pero, en la grandeza, no en la miseria ni en la tristeza.


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