Las imágenes de los feminicidios

Cada feminicidio que se conoce ha salido en los medios (al menos como estadística) y, como noticia, estos hechos han sido acompañados de una imagen, sea en vídeo o fotografía, y ésta tiende a ser violenta, victimizadora, a veces reivindicativa de justicia y en muy rara ocasión con la representación del agresor.

En lo que va del año son casi 60 los casos de mujeres que han perdido la vida en manos de hombres que, en el momento del asesinato, tenían alguna relación con ellas o la tuvieron con anterioridad. Desde hace años se mantiene el mismo promedio de un feminicidio cada tres días en Bolivia, cifra vergonzante ya que es una de las más altas de Latinoamérica, y que muestra que poco se hizo al respecto.

En cada país y también desde organizaciones internacionales de periodistas se han elaborado manuales y recomendaciones respecto del tratamiento periodístico de los casos de violencia machista y allí se incluyen los de las fotografías, pero los medios y el periodismo boliviano por lo visto no los toman en cuenta.

La lógica de esto es muy simple: intentar guardar la dignidad de la víctima y de su familia y personas que la quieren y poner en primer plano lo negativo del hecho, como un acto de razones y consecuencias sociales.

Por ello, se pide no mostrar detalles de la víctima, no mostrar su cuerpo en el lugar del hecho ni cuando lo trasladan, no mostrarlo nunca porque no aporta nada, sólo causa dolor a su familia. Parecería que, si pudieran, en los medios se difundiría la filmación o las fotografías del momento del feminicidio o de una violación para tener más audiencia ¿Y si fuera tu madre? ¿Si fuera tu hermana o tu hija? Como no tienen las imágenes hacen un trabajo de teatralización, se busca a un actor y a una actriz para que lo representen y entonces tomar las fotografías para representar el abuso, la violencia, ese sufrimiento ¿Qué interés periodístico tiene eso?

Por suerte no son todas las imágenes así, también están las reivindicativas de justicia, las que muestran momentos en que hay protestas, minutos de silencio, representaciones que buscan visibilizar la violencia como asunto urgente que atender. En algunos casos se publica la imagen de la víctima tal como era, una foto en que se la ve sonriendo, viva. En este caso, si la familia lo permite, es adecuado para mostrar que allí había una persona valiosa, que no es sólo un número en las estadísticas.

En todo caso, en la mayoría de las imágenes el centro es la víctima, las mujeres y lo que las representa, como unos calzados, y lo que les ocurre; mientras que no el victimario, el hombre que queda generalmente invisibilizado, él y lo que a él le representa. Es curioso, porque la justicia boliviana suele exponer como animales de circo, para escarnio público, a los presuntos delincuentes, acusados de robo, por ejemplo. Se les muestra ante cámaras y flashes aún sin tener sentencia por lo que quedan marcados de por vida; sin embargo, en el caso de los feminicidios no es muy habitual, salvo cuando se trata de personajes conocidos con lo que así los medios ya se ocupan de buscar imágenes.

No se trata de exponer a los acusados de feminicidio, que también tienen familia y suele ser la misma que de la víctima, sino de que en las imágenes se muestren elementos que representen al agresor y a la agresión de manera negativa, negativa principalmente para él, para cualquiera que quiera imitarlo y para la sociedad. Si se lo muestra agrediendo y teniendo ese poder, tiene una imagen de poder, así sea representado; otra cosa es si la imagen es la de hombres en la cárcel, a donde debe ir un feminicida, o de un hombre siendo detenido; aunque lo ideal son imágenes asépticas para evitar caer en sensacionalismos.

Se trata de asesinatos sobre los que los medios, a través de las imágenes, debieran tener un tratamiento adecuado para contribuir a que disminuya su número, para no normalizar la violencia, para no mostrar con poder al feminicida, para respetar a la víctima, para hacer un manejo serio y con un enfoque social y no sensacionalista, para no caer en la insensibilidad y la grosería.

*La autora es periodista


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