Pandemia y desempleo, ¿algo más para hacernos más pobres?

Cuando la pandemia llego a nuestro continente y luego a nuestro territorio, no imaginábamos los estragos que iba a traer consigo esta enfermedad en todas las esferas de nuestra sociedad. De hecho, nuestra economía venia en pleno decrecimiento y recesión, con la caída de los precios internacionales de los principales productos que exportábamos y una reducción considerable de los volúmenes de venta en nuestro comercio exterior, dio el escenario perfecto para caer al abismo de la crisis a la cual mirábamos desde el filo del acantilado desde hace varios años atrás. Las autoridades locales y nacionales nos narraban lindos cuentos de un crecimiento económico esplendoroso, de una economía blindada, ejemplo del cono sur, sostenible y pujante, país de bonanza en ingresos y empleo para toda su población. Lo malo, que todo cuento tiene su fin, como así una enseñanza, el gas natural no será eterno ni tampoco nuestra casa de los “tres chanchitos” que se derrumbo con el soplido leve de un mercado mundial desfavorable.

Es innegable que la llegada de la pandemia a nuestro continente y mas aun a nuestro país derrumbo el castillo de arena que tanto nos costó construir para aminorar las diferencias entre ricos y pobres, para que haya menos desigualdades sociales en la población, para que haya más protección y cobertura de empleo y salud a los trabajadores, para achicar, en algo, la economía informal, dar seguridad y estabilidad en la calidad de vida de la gente, en fin, tratar de que seamos menos pobres. Sin embargo, fue todo lo contrario, estamos superando poco a poco el tsunami de fenómenos negativos que trajo consigo este enemigo invisible, crisis económica y sanitaria, los dos campos de batalla en los cuales la mayor parte de los ciudadanos de América Latina y Bolivia están luchando día a día con tal de sobrevivir.

Entrando ya en análisis, según la OIT, en su estudio “Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2021” indican que por efecto del COVID habrá un déficit de puestos de trabajo de 75 millones este año, el cual bajaría a 23 millones el año 2022; esto comprende una reducción considerable de puestos de trabajo y horas de trabajo, es decir se reduce drásticamente la calidad del empleo, los ingresos familiares, crece la desocupación y sub ocupación laboral, en resumen, crece la economía informal y la pobreza.

Se estima que para el 2022, a nivel mundial, haya una tasa de desocupación del 5,7%, es decir aproximadamente 205 millones de personas quedarían sin trabajo. Entre las regiones más golpeadas del planeta, por los efectos colaterales del virus, están América Latina y el Caribe, donde nuestro país no es ajeno a esta pesadilla. Por ej. en el 1er trimestre del 2020 la pérdida estimada de horas de trabajo fue del 8% y en el 2do trimestre se redujo al 6% por la recuperación relativa de estas economías emergentes. La pérdida de fuentes laborales y la reducción de horas de trabajo, no fue ajeno a los grupos más vulnerables como las mujeres, cuya contracción laboral fue del 5%, mientras que en los jóvenes fue del 8,7% en el 2020. Todo ese deterioro de la cantidad y calidad del trabajo en nuestros países hace que caigan, de manera considerable, los ingresos laborales, crezca la pobreza y la informalidad, se agudicen las desigualdades y sea mas cuesta arriba el camino hacia una sociedad con equidad y justicia sobre todo para los más desprotegidos en lo económico y social.

No hace mucho, el Banco Mundial indico que en América Latina y el Caribe, el 2020, por consecuencias de la pandemia, 4,7 millones de personas de la clase media fueron empujadas a la vulnerabilidad y pobreza. Así como 12 millones de personas perdieron su clase media y 20 millones cayeron en la pobreza lastimosamente. Así mismo, la gestión pasada, la clase media se redujo al 37,3% de la población, la clase vulnerable creció al 38,5% y que la pobreza representa el 21,8% de la población total de nuestra región. Un 54,4% de los trabajadores operan en la economía informal y 9 de cada 10 trabajadores que viven en la pobreza se encuentran el sector informal, es decir economía informal y pobreza van de la mano dentro de los problemas estructurales en nuestras sociedades.

Entrando en el contexto nacional, Bolivia durante el 2020, presento un nivel de pobreza del 39%, es decir de cada 100 habitantes, 39 eran pobres, en extrema pobreza la tasa llego al 13,7%, es decir de cada 100 personas, casi 14 vivían en esas condiciones; se estima que estos indicadores se agudizaron mas por la perdida del empleo y la falta de ingresos económicos sostenibles. Sobre el respecto, el año pasado, un 38,9% de la población tuvieron ingresos bajos, un 57,1% ingresos medios y apenas un 4% ingresos altos. Esto se traduce también que nuestro PIB per cápita sea uno de los mas bajos de la región, tengamos un índice de Gini de 0,47 y un IDH en el puesto 107 a nivel mundial, datos que no son totalmente dramáticos, pero mismos que se quebrantaron por la purulencia de esta enfermedad.

Ahora según la CEPAL, en nuestra región, el año 2020 hubo una contracción del PIB del 7,1%, en Bolivia del 11,11%, la mas aguda de su historia. Tanto en América Latina como en nuestro país el 2do trimestre fue muy terrible ya que hubo una caída drástica de la actividad económica, de los empleos y de los ingresos laborales de la mayor parte de las familias. Además, en nuestro hemisferio hubo una desocupación promedio de 10,5% en el 2020, en nuestro país, tuvimos una de las tasas mas altas de los últimos años, 11,6%, de las más elevadas de la región. Actualmente en Bolivia, a abril 2021, hay una tasa de desocupación urbana del 7,57% y de sub ocupación de 13,23%; en Tarija las tasas son del 9,08% y del 10,60% respectivamente. Del total de población desocupada a nivel nacional, un 45,97% son hombres y 54,03% mujeres; en cuanto a la desocupación urbana, las mujeres son un 8,89% en el país y presentan un nivel de sub ocupación del 16,62%.

Pero ya sea a nivel continental o nacional, hay que establecer estrategias que te ayuden, tal vez no a corto plazo, a solucionar el problema estructural de la pobreza, economía informal y el desempleo, pero al menos a aminorar los efectos negativos que trajo consigo la pandemia y recuperar paulatinamente el nivel y calidad de empleo con ingresos más dignos, mediante políticas integrales y sostenibles que protejan sobre todo a los mas vulnerables del país.


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