La educación un derecho político

Palabras clave: Neutralizar, apolítico.

La educación tiene el potencial de ser una fuerza transformadora, siendo uno de los factores que más influye en el avance y progreso de las sociedades, mediante este proceso se puede promover la solidaridad, la justicia y la democracia, entre otros valores sociales fundamentales, pero para que todo lo mencionado se consiga, esta necesita ser política.

Pero, la manera habitual en que vemos la educación respalda con fuerza esta idea, arguyendo que los procesos educativos deben estar libres de intereses políticos. Este punto es compacto, pero la mayoría de las veces expresamos que la educación debe ser apolítica, lo que en realidad queremos decir es que precisa ser apartidista.

Se podría decir que existe una diferencia entre liberar la educación y desligarse de los intereses de la clase política, que privarla de la conciencia social necesaria para entender el sistema bajo el cual se nos gobierna y aproximarnos a este con un sentido crítico.

Según Freire, uno de los teóricos de la educación más importantes del siglo XX sostenía que lejos de proveer a los infantes y jóvenes de una educación sin prejuicio político, al evadir el tema completamente, se les negaba la oportunidad de aprender sobre los mecanismos que oprimen y mantienen a un sector específico en el poder.

Así también Freire añade que sería ingenuo pensar que las clases arbitrarias implementaran una filosofía educativa que les trabajara en contra. Por lo que en su lugar, la educación se convierte en el medio para mantener el orden e implantar la idea del respeto a la autoridad.

Formando así estructuras basadas en liderazgos unilaterales, que facilitan una sociedad pasiva y apática, susceptible a la instauración de una clase política insuficiente, en el mejor de los casos, o de dictaduras en el peor.

El crítico sostiene que para neutralizar los efectos de una educación neutral desprovista de nociones políticas, es necesario empezar con cosas simples. Cambios como un acomodo del aula en el que los alumnos se sienten en círculo y no en filas, promueve el diálogo por encima de la obediencia ciega; un sistema de evaluación que tome en cuenta las habilidades y capacidades obtenidas para complementar los exámenes y los valores numéricos con los que estos se califican, podría abrir la senda a un aprendizaje activo en vez de pasivo.

Es crucial que el educador tome un rol propositivo en vez de impositivo si se busca educar para pensar y no solamente para obedecer. La conciencia social, la responsabilidad civil y el pensamiento crítico comienzan en el aula, si se toma la tarea de cultivarla.

La educación no puede separarse de su rol social y político. Bajo este contexto, la educación puede ser muchas cosas, puede ser una herramienta para mantener el statu quo de una sociedad, una fuerza para transformarla, un ecualizador, un mecanismo de descubrimiento; pero siempre es una de estas cosas, nunca neutra.

Nuestra labor como educadores es cuestionar hacia cuál de estos aspectos nos estamos inclinando y por qué. Si las y los educandos son el futuro, los docentes son los que lo moldean. Ser neutros en la manera de educar es permitir que un sistema ajeno al propósito básico de la educación decida por nosotros cómo se moldea este porvenir.


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