Mujer: ¿Obedecer o morir?

Durante los últimos días del mes de abril, la población boliviana se sorprendió ante la carta escrita por un feminicida y que lejos de expresar arrepentimiento sobre la muerte que provocó, fue casi el resumen del discurso conservador acerca el “deber ser” de las mujeres. A pesar de las partes casi ilegibles de la carta, el autor no solo se desentendió de culpa por haberle quitado la vida a su pareja, sino que además disparó acusaciones sin fundamento hacia el movimiento feminista y las mal llamadas “feminazis”. Ante la difusión y viralización de la carta que escribió Roberto, sobrevinieron una serie de pronunciamientos en redes sociales. En el momento existió gran indignación no sólo por el contenido del texto, sino por los hechos anteriores que resultaron en la muerte de una joven mujer.

Al parecer para un feminicida, el camino para que una mujer pueda vivir en paz es el camino de la obediencia. Ese tipo de pensamiento expone la postura del lado conservador de nuestra sociedad, en el que la mujer o es un objeto o en todo caso es un accesorio del hombre. Donde sin duda la autonomía como seres humanos representa un peligro, donde lo natural para una mujer es depender de alguien ya sea del padre, hermano y mucho más del marido, pero siempre con un tutor al lado. En ese discurso, en el que las mujeres tienen que permanecer en un estado de sumisión, todas las que desobedecen deben recibir una sanción relacionada con la agresión psicológica, además de un castigo físico como un tipo de corrección de conducta, que en ocasiones llega a provocar la muerte de la infractora. Es justamente esa desobediencia de las mujeres, la que justificaría cualquier tipo de agresión o sanción, al menos en el pensamiento de un feminicida -como lo expresa el autor de la carta que mencione- y que ante todo es el pensamiento de un machista.

Es cierto que, por mucho tiempo, las mujeres tuvieron una cantidad obscena de prohibiciones y sanciones sin sentido, quienes cuestionaron o lucharon contra esa realidad fueron sometidas a un sinfín de maltratos y represalias. Pero a pesar del transcurso del tiempo, del lento proceso de reconocimiento paulatino de los derechos fundamentales y del establecimiento de normativa como la “Ley N° 348 Ley integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia”; mediante la que se intentó brindar protección (hasta ahora de forma ineficiente) en la práctica nuestra sociedad aún mantiene arraigado el ideal de mujer que debe existir y que además se utiliza para castigar a quienes se atrevan a romper ese molde. Apresuradamente enunciamos el adelanto de nuestra era, cómo un premio que nos otorga la racionalidad; cuando pareciera que aún no podemos desembarazarnos del modelo de mujer sumisa, delicada y siempre obediente.

Lo cierto, es que a pesar de todo el camino que falta recorrer como país para que se desarrollen y concreten las medidas y políticas apropiadas para detener el alarmante incremento de feminicidios. Las exigencias por la reivindicación del rol de la mujer en la sociedad, no son algo nuevo o consecuencia de una moda impuesta por las redes sociales. Habría que recordar que a partir de la 1ra ola del movimiento feminista, que se originó a mediados del siglo XVIII (algunos historiadores especifican que se habría iniciado con la Ilustración y la Revolución Francesa) diferentes grupos compuestos por mujeres comenzaron a exigir el reconocimiento por parte de los gobiernos y de las leyes; de la mujer como parte integral de la humanidad, así como la reivindicación de la naturaleza de las mujeres, iniciando el debate para evidenciar la jerarquía de los sexos, etc. Es así, como diversos requerimientos y exigencias se expusieron a lo largo de varios siglos con cada ola del feminismo, no sólo en el mundo sino también en nuestro país; desconocer las etapas de este movimiento, no sólo es caer en la ignorancia de creer que el feminismo nació ayer, sino en especial es relativizar y ningunear el camino que se ha transitado para el restablecimiento de derechos de todas las mujeres en el mundo. Es, al fin y al cabo, hablar con la certeza bruta que proporciona el desconocimiento de la historia.

Lamentablemente, así como a Roberto (autor de la nefasta carta viralizada en redes sociales) existen muchísimas personas sobre las cuales parece que el tiempo no le ha brindado nada más que arrugas en el rostro, como si su mente hubiera quedado petrificada en un momento de la historia, una etapa en que las mujeres obedecíamos o moríamos y solo teníamos esas opciones. En el caso en particular -así como otros feminicidios-, son precisamente los actos y violencia previa y posterior a la muerte de una mujer; los que justifican la actual lucha y exigencias del movimiento feminista.

Esa lucha se encarga de atacar la prerrogativa de someter a las mujeres a representar el rol de seres sin voz, que solo sirven para seguir, pero nunca para liderar, en el que ser mujer es sinónimo de “ser accesorio” o lo que equivale a decir que es parte de una costilla. Esa misma lucha se encarga de exigir que se nos brinde seguridad, ante quienes no respetan nuestra propia autonomía, no sólo como mujeres sino ante todo como seres humanos. En la actualidad, existen diversas exigencias por parte de las diferentes corrientes que integran el movimiento feminista, es evidente que mientras unas exigen respeto por los derechos de las mujeres, nuestros proclamados sancionadores buscan modos para jactarse de tener el derecho natural de castigarnos o darnos muerte cuando lo decidan.

Aun así, el cambio de paradigma social de lo que la mujer es o debería ser, se fue abriendo paso poco a poco, tal vez demasiado lento para un país que como el nuestro se enfrenta a cantidad de problemáticas sociales, no obstante, el avance fue constante. La mujer de hoy, difícilmente aceptaría que sus únicos caminos sean obedecer o morir y ese cambio paradigmático es lo abre otros caminos, donde la exigencia por el respeto de derechos y libertades no debe considerarse como una petición sino ante todo un mandato, un freno a los que en silencio sueñan con ser nuestros verdugos.  

 

*es abogada


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