Una vacuna contra la "pandemia climática" urgente

Luego de conocerse en abril de este año el reporte de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre el Estado del Clima Global, que reafirma sobre el constante incremento de la temperatura del planeta y que 2020 fue el año más caliente, lo que sitúa en 1.2 grados Celsius el incremento de la temperatura desde la época pre industrial, las alarmas se activan y la necesidad de encarar soluciones concretas entre ellas evitar que esa elevación alcance o bordee los 2 grados Celsius.

El reporte señalado evidencia aumento en las concentraciones globales de gases de efecto invernadero (GEI), a pesar de la reducción temporal de emisiones en 2020 relacionada a las medidas tomadas en respuesta al COVID-19. La reducción temporal de emisiones en 2020 relacionado con las medidas tomadas en respuesta al COVID-19 condujo a una ligera disminución de la tasa de crecimiento anual de CO2, algo que a juicio de la OMM es "prácticamente indistinguible de la variabilidad interanual natural impulsada en gran medida por la biosfera terrestre".

La OMM reporta que 2020 fue uno de los tres años más cálidos registrados entre los últimos seis años. Se remarca que los últimos diez años (2011-2020) los promedios también fueron los más cálidos registrados.

A nivel de impactos se afirma que unos 9,8 millones de desplazados (migrantes climáticos), en gran parte debido a amenazas y desastres hidrometeorológicos, fueron registrados durante el primer semestre de 2020 y que las irrupciones en el sector agrícola debido al COVID-19 exacerbaron los impactos en el clima a lo largo de toda la cadena de suministro de alimentos, elevando los niveles de inseguridad alimentaria.

Estamos pues ante una "pandemia climática" que si no tenemos la capacidad de enfrentar y detener habremos fracasado como humanidad, por lo que la urgencia de una "vacuna climática" es urgente. Esa vacuna es precisamente, entre otras acciones, cumplir con los Acuerdos de Paris, pero con nuevas, reales, medibles y verificables contribuciones nacionalmente determinadas (NDC por sus siglas en ingles), especialmente por parte de los países desarrollados.

Precisamente la cumbre del Clima, recientemente propiciada por el presidente americano J.Biden, quien lanzó su política climática (180 grados diferente a la de D. Trump), intenta alinearse a otros líderes mundiales a reducir emisiones, hecho que les corresponde por la deuda climática que tienen con el planeta.

Sin embargo y más allá de las medidas que son imprescindibles y que según expertos ni así se podría reducir la elevación de la temperatura de los 2 grados Celsius, está la necesidad de la "vacuna climática" también para los países más vulnerables que poco o nada tienen de culpa en este escenario pero que se verán afectados social, ambiental y económicamente. Esta vacuna debe consistir en un apoyo real y no condicionado a que sus economías se refuercen con recursos económicos y tecnológicos (sin patentes de por medio igual que para el COVID-19), que permita que puedan implementar cambios en las matrices energéticas haciéndolas más eficientes y menos intensas en combustibles fósiles, así como desarrollar proyectos climáticamente resilientes vía la adaptación al cambio climático.

Bolivia debe asegurar también sus metas de ambición plasmadas en sus NDC presentadas en 2015 y para ello, si bien puede incrementar la misma, tal vez sea mejor que consolide las existentes con procesos de implementación cuantificables, verificables y que desarrolle un Plan Nacional de adaptación al Cambio Climático actualizado, al cual contribuyan las medidas del que esperamos sea un Plan de Desarrollo Nacional 2021- 2025 coherente con las políticas climáticas de la Ley de la Madre Tierra y la resiliencia climática.

* Docente Investigador IIS-UMSA


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