El problema es Bolivia no la pobreza

Con la campaña de vacunación contra el coronavirus avanzando tan mal en Bolivia –incluso en comparación con sus vecinos de la región–, no faltará quien diga que eso es lo que cabe esperar de un país pobre. No obstante, hay notables diferencias entre lo que es un país pobre y lo que es Bolivia. Y siendo que a los países los hacen sus poblaciones, allí deberá buscarse estas diferencias, en todos los ámbitos de actividad que hacen a lo cotidiano.

Para empezar, el niño que no puede concentrarse en clases es muy distinto del que siempre se las arregla para que otros le hagan las tareas. Al primero le podría estar faltando algo tan básico como el descanso o un buen desayuno, pero el problema del segundo es que evade la responsabilidad de afianzar sus conocimientos y quizás también la necesidad de realizar esfuerzo alguno.

Luego está la mujer que rinde mal en el trabajo, pero que no es igual a la funcionaria especializada en poner trabas a los trámites de los contribuyentes. A la primera le podría estar faltando algo básico, como instrucción o un poco de ayuda para superar alguna dificultad en el hogar. Pero el problema de la segunda, puesto que busca dinero adicional que transite por fuera del sistema hasta al bolsillo de su jefe, es que no practica la honradez y el respeto por los semejantes –quienes no quieren ser tomados por tontos en cada ventanilla–.

El joven que reprueba el examen de ingreso a la universidad pública no es igual que el policía que se salta los protocolos y vulnera los derechos de los ciudadanos con el objeto de obtener coimas. Al primero le podría estar faltando un empleo con remuneración justa, que no le exija trabajar más de 8 horas diarias y le permita reservarse tiempo y energías para estudiar. Pero el problema del segundo es que en la institución verde olivo aprendió a ser matón y ahora usa el poder de policía como medio para despojar a los civiles.

El padre de familia que castiga a sus cuatro hijos cada vez que estos pelean dista mucho del juez corrupto. El primero solo tiene que hacer un esfuerzo más, ponerse en los zapatos de sus niños y enseñarles a resolver sus diferencias. Pero el problema del segundo es que prostituye la justicia y hace daño al inocente por puro amor al dinero.

La propietaria de una empresa que, por falta de equipos, va a entregar un camino con calidad deficiente, también es distinta de la autoridad política a la cabeza de la red de corrupción que cobra comisiones por todo, encareciendo las obras y los servicios para poder robar. A la primera solo le faltaría acceso a créditos, pero el problema de la segunda es que tiene el descaro de mentirle a una población entera, a la que le roba, después de haberle pedido el voto.

En fin, son miles las comparaciones que dejan ver que el problema de Bolivia va más allá de la mera pobreza. Un país pobre necesita nuevas políticas educativas, asesoramiento económico y cooperación internacional. Pero Bolivia… ¡Ay, Bolivia! Este Estado Plurinacional se devora las entrañas en su condición de país corrupto, haciendo todo más caro, difícil e injusto.

Urge dejar de lado tanta mediocridad y complicidad, en todo ámbito y quehacer, porque ya no se puede postergar más esa transformación que tomará décadas y para la cual será necesario transmitir valores a las nuevas generaciones, de la única manera en que eso puede hacerse: con el ejemplo.


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