Juan inmortal

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. No dejes de ir a visitarlo —me recomendó”. Así se inicia Pedro Páramo la novela de Juan Rulfo el escritor mexicano que emprendió su viaje final un 7 de enero de 1986. Viaja rumbo a ese mismo mundo que describió en esta narración del año 1955, un mundo vivo y misterioso; “Un pueblo que huele a miel derramada”.

De presencias que hablan con Juan Preciado, el hijo que busca a su progenitor en esa geografía de sombras que reconstruyen la vida de ese a quien busca, esos murmullos, esa polifonía de voces que vienen del más allá no solo narran, también le hablan de amor, de revueltas y muerte. Un mundo hecho a la medida de Susana San Juan, personaje vital en esa historia.

En esta línea de pensamiento, el escritor Juan Rulfo es, sin duda, quien escribe un capítulo clave, un capitulo fundamental en eso que se denomina la “gran novela” americana, donde se dice que caben todas las hazañas, todas las locuras y, claro está, todas las historias. Sin duda somos las historias que contamos y la mejor forma de vernos al espejo es desandar el camino para reconstruir quienes somos, afirma el escritor Carlos Fuentes: “Recordar; volver. Entonces podemos percatarnos de que vivimos rodeados de mundos perdidos, de historias desaparecidas. Estos mundos y sus historias son nuestra responsabilidad: fueron hechos por hombres y por mujeres. No podemos olvidarlos sin condenarnos nosotros mismos a ser olvidados. Debemos mantener la historia para tener historia; somos los testigos del pasado para tener un futuro”.

En este sentido, Juan Rulfo se constituye en quien disecciona el proceso de los que buscan, de quienes explican el mundo y la historia de los hispanoamericanos, una que se hace entre estos dos mundos que muy a menudo coexisten: el de los vivos y el de los muertos. Una historia que tiene finales siempre abiertos e inesperados.

Juan Rulfo o Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, es patrimonio vivo, voz necesaria, un escritor inconmensurable que sigue siendo una referencia total de la literatura universal. Un escritor con una significativa labor etnográfica, editor de una importante colección de antropología de México, además de publicar fotografías suyas y exponerlas en importantes centros culturales de su país, así el pasado 7 de enero es el tiempo de mantener siempre constante la memoria de este escritor de la inmortal Pedro Páramo y también del libro El llano en llamas. Un hombre de ojos vivaces y diseccionadores, como ha sido descrito por quienes lo conocieron, alguien que soñaba a colores, enemigo de los adjetivos, alguien que en muchos tiempos tenía puesta la mirada hacia el mundo de los fantasmas y que, sin embargo, estaba rabiosamente vivo en un lugar que huele a miel derramada.

*La autora es escritora


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