Acabaron con la educación

Hace poco lamentábamos la inoperancia del Ministerio de Educación. Ahora la situación se agrava. Ya no es inoperancia. No es abandono. Han llegado a la agresión, al asesinato con nocturnidad y alevosía. Hace poco estaban dormidos. Cuando el griterío los despertó, dieron manotazos a diestra y siniestra y han destrozado lo más sagrado, lo intocable.

Cuando se acercaba el covid que nos agrede, lo primero que cayó fue la escuela. Se cerró. Pero escuelas y colegios, antes que nadie, tenían de reserva otros caminos para llegar a su destino. Se conversa, se interactúa, se convence, se hace reír y llorar, se guía por teléfono, por radio, por televisión, por cine, por internet, ¿cómo no se va a educar por esos mismos medios?

A los que no se les ocurrió continuar el trabajo a distancia fue a las autoridades educativas. Ante el encierro, en lugar de reenfocar sus métodos, en lugar de buscar respuestas nuevas a la nueva situación, tomaron su gran medida de populismo barato, demagógico y paternalista. Para acallar algún malestar bobo, tomaron la más estúpida y negativa de todas las medidas. No se les ocurrió nada menos que dar por aprobado el curso a todo el mundo ¿Qué le parece? Decretaron que da lo mismo estudiar o no, que da lo mismo esforzarse que dormir. Cuando nos queda por delante la mitad del año escolar, el Ministerio de Educación da permiso a los cuatro millones de estudiantes bolivianos a archivar libros y cuadernos. Da permiso para dedicar los próximos seis meses a juegos de internet y a la nada. Permiso general para embrutecerse ¡Es la política educativa oficial!

Oficialmente, el Ministerio desmotiva, desautoriza, deja en ridículo a los alumnos que se esforzaron, a los que trabajaron, a los que investigaron y leyeron. Oficialmente también, da una bofetada a los maestros que pusieron el alma para estar a la altura de su responsabilidad, a los que exigían trabajo, a los que ilusionaban a sus alumnos por aprender, a los que no dormían por enseñar bien. En cambio, el Ministerio da la razón, respalda y premia a los que no les dio la gana de moverse, a los vagos y a los perezosos, a los pa nada, a los que no tuvieron coraje para asumir el reto de superar lo difícil, a los que no saben esforzarse.

Podían y debían poner en marcha clases por radio para los pueblos y caseríos a los que no llega el internet. Podían haber hecho acuerdos con emisoras educativas nacionales que desde hace décadas han alfabetizado a cientos de miles de personas. Podían haber creado equipos que elaboraran clases para llegar por televisión a los alumnos de las ciudades que no tienen WiFi, o que no disponen de Tablet, o de teléfono. Debían preparar talleres y convocar de emergencia a sus maestros, para convertirlos en educadores a distancia. Se podrían haber buscado mil maneras de continuar la vida, de hacer crecer a nuestros jóvenes ¿Para qué, si es más fácil rendirse? ¿Para qué, si es posible tumbarse a descansar?

¿Para qué? Pues, para romper de una buena vez los 14 años de modorra y de atrofia de todo el sistema educativo. Para empezar a desarrollar la patria por el único camino real, que es hacer crecer a nuestra gente y cultivar sus riquezas dormidas hace más de doscientos años.


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