La guerra genética
La historia está llena de catástrofes naturales, terremotos, maremotos, erupciones y glaciaciones que asolaron a la humanidad desde sus albores por causas atribuibles a nuestro planeta.
La biósfera tuvo su cuota parte pues los seres vivos, entre ellos nuestra propia especie, se enfrentaron consigo misma. Esclavitud, servidumbre, conquistas y colonizaciones, confrontaciones entre sangres rojas y azules, holocausto y limpiezas étnicas, clasismos y nacionalismos, todas con un fuerte componente racista (genético) unas veces y solapadamente otras.
Lo dicho pertenece al pasado, pero sigue vigente a nivel macro y a nivel micro. Luchan células contra células, leucocitos versus bacterias, batalla molecular entre proteínas. Antígenos contra anticuerpos enviados al combate por el genoma.
La pregunta que surge es ¿qué o quién está en el trasfondo? El Ácido Desoxirribonucleico (ADN). Genes egoístas que batallan por prevalecer y perpetuarse, mensajeros poseedores de información estratégica unas veces libres en el citoplasma de las células procariotas, otras cobijados en el núcleo de las eucariotas, utilizando como vehículo vector a bacteriófagos, zancudos y garrapatas, pulgas y piojos y al propio ser humano en el contagio.
A nivel ultramicroscópico la lucha continúa. Los genes albergados en cápsides virales, invaden, asaltan al castillo nuclear celular, trasponiendo murallas como combatientes medievales.
Los virus, partículas “insignificantes” portadores de genes, abordan como piratas, apropiándose del Libro de Bitácora del capitán, dando órdenes desde el puente de mando, apoderándose del barco celular y poniéndolo a su propio servicio.
En la guerra genética a la que asistimos azorados como espectadores y víctimas, la vacuna es la gran esperanza, pero aparecerán nuevos virus, ¿estamos condenados a vivir sobre ascuas, en periódicas cuarentenas, concibiendo antivirales sobre la marcha y vacunas a la carrera, mientras los enfermos sucumben? Ante tal incertidumbre hay una esperanza aún mayor que la vacuna, me refiero a la inmunoprofilaxis por transferencia de genes construidos por ingeniería genética.
Genes capaces de codificar anticuerpos poderosos, versátiles, multifacéticos y plurifuncionales, capaces de enfrentar a los virus agresores actuales y futuros, estamos hablando de los anticuerpos ampliamente neutralizantes.
Está previsto que las células encargadas de ese trabajo sean las células musculares que además de “motorizar” al organismo, jugarán un rol inmunológico ampliando al sistema inmunitario constituido por el timo, vaso, ganglios linfáticos y MALT (sistema linfático asociado a las mucosas por sus siglas en inglés). La pregunta que surge es ¿cómo se operará esa transformación de los músculos en órganos inmunitarios? La respuesta surge, será la alianza que estableceremos con los virus buenos y amigos que transferirán los “genes mágicos” engarzándolos a nuestro ADN. Así la humanidad tomará parte activa en esta guerra genética modificando su propio ADN para asegurar la victoria final en esta conflagración genética ecuménica.
*Jorge Fernández Dorado es médico cardiólogo, docente emérito de la Facultad de Medicina, UMSA.