Descolonizar el arte
Días atrás, el Museo Nacional de Arte presentó el Programa de Estudios Descoloniales en Arte (PED), cuyo objetivo es descolonizar, democratizar y deselitizar el arte. Comenzó con charlas que llenaron a tope la sala. Algunas fueron fundamentadas con todo el rigor académico que el tema exige;...
Días atrás, el Museo Nacional de Arte presentó el Programa de Estudios Descoloniales en Arte (PED), cuyo objetivo es descolonizar, democratizar y deselitizar el arte. Comenzó con charlas que llenaron a tope la sala. Algunas fueron fundamentadas con todo el rigor académico que el tema exige; otras fueron simplemente anecdóticas o testimoniales. El tema es más que apasionante y genera muchas interrogantes. Aportaré tres. La sola presencia de muchos signos de interrogación en esta nota muestra la validez y la necesidad del PED que arrancó con muy buen pie.
Uno: ¿cuán importante es descolonizar el arte? ¿Es posible? ¿Es necesario? La tentación por ver el arte desde los imaginarios y las narrativas propias de cada cultura es enorme. Hace años que el tema se debate, pero los avances logrados en distintas latitudes son mínimos. El sur, por llamarlo de alguna manera, sigue dependiente y colonizado a la hora de evaluar su arte y al momento de querer entender la historiografía universal artística con recursos e ideologías propias. Y en las prácticas artísticas del llamado arte oficial vamos peor. El norte y su mercado global se imponen sin miramientos.
Dos: ¿debemos deselitizar nuestras expresiones artísticas populares como la feria de Alasita o la Fiesta Mayor del Gran Poder? ¿O descolonizar las muestras de instalaciones artísticas plenas que tenemos por ejemplo en las mesas de ch’alla? ¿Es necesario descolonizar lo libertario por naturaleza propia? ¿O más bien se trata de descolonizar el arte contemporáneo que ronda por determinadas capas de nuestra sociedad? Si algo supervive en nuestras comunidades rurales y urbanas, casi a la manera ancestral, es ese arte ligado a los ritos y creencias soterrados en profundos arcanos de nuestro ethos. Algunos teóricos ahora reinventan esa línea que en Bolivia la cultivamos hace siglos.
Tres: ¿o es nuestro pensamiento académico el que debe ser refundado? Quizás esa sea la línea por donde debemos avanzar y superar el simple anecdotario y el insoportable lamento boliviano. Un texto fundamental es el ensayo Hacia una teoría americana del arte (1991), del argentino Adolfo Colombres, el peruano Juan Acha y el paraguayo Ticio Escobar. Ahí se lanzan algunas líneas maestras que se resumen en la importancia de refundar la teoría más que reencauzar las prácticas.
Tratar de alinear el ejercicio del arte con la perorata de la descolonización política sería fomentar un arte referenciado, politizado en su peor acepción, e insulso, porque el arte es y será inasible per se. El devenir del arte fluirá siempre por los meandros insondables de la naturaleza humana. Pero debemos apurarnos, se viene el transhumanismo.
* Arquitecto.
Uno: ¿cuán importante es descolonizar el arte? ¿Es posible? ¿Es necesario? La tentación por ver el arte desde los imaginarios y las narrativas propias de cada cultura es enorme. Hace años que el tema se debate, pero los avances logrados en distintas latitudes son mínimos. El sur, por llamarlo de alguna manera, sigue dependiente y colonizado a la hora de evaluar su arte y al momento de querer entender la historiografía universal artística con recursos e ideologías propias. Y en las prácticas artísticas del llamado arte oficial vamos peor. El norte y su mercado global se imponen sin miramientos.
Dos: ¿debemos deselitizar nuestras expresiones artísticas populares como la feria de Alasita o la Fiesta Mayor del Gran Poder? ¿O descolonizar las muestras de instalaciones artísticas plenas que tenemos por ejemplo en las mesas de ch’alla? ¿Es necesario descolonizar lo libertario por naturaleza propia? ¿O más bien se trata de descolonizar el arte contemporáneo que ronda por determinadas capas de nuestra sociedad? Si algo supervive en nuestras comunidades rurales y urbanas, casi a la manera ancestral, es ese arte ligado a los ritos y creencias soterrados en profundos arcanos de nuestro ethos. Algunos teóricos ahora reinventan esa línea que en Bolivia la cultivamos hace siglos.
Tres: ¿o es nuestro pensamiento académico el que debe ser refundado? Quizás esa sea la línea por donde debemos avanzar y superar el simple anecdotario y el insoportable lamento boliviano. Un texto fundamental es el ensayo Hacia una teoría americana del arte (1991), del argentino Adolfo Colombres, el peruano Juan Acha y el paraguayo Ticio Escobar. Ahí se lanzan algunas líneas maestras que se resumen en la importancia de refundar la teoría más que reencauzar las prácticas.
Tratar de alinear el ejercicio del arte con la perorata de la descolonización política sería fomentar un arte referenciado, politizado en su peor acepción, e insulso, porque el arte es y será inasible per se. El devenir del arte fluirá siempre por los meandros insondables de la naturaleza humana. Pero debemos apurarnos, se viene el transhumanismo.
* Arquitecto.