Brasil en la encrucijada: Conservadores vs progresistas

El próximo domingo 7 de octubre se realizarán las Elecciones Generales en Brasil para elegir al Presidente y Vicepresidente. El mismo día también se elegirán dos terceras partes de los 81 miembros del Senado Federal, 54 senadores, ya que el otro tercio, 27 senadores, fue votado en 2014 y...

El próximo domingo 7 de octubre se realizarán las Elecciones Generales en Brasil para elegir al Presidente y Vicepresidente. El mismo día también se elegirán dos terceras partes de los 81 miembros del Senado Federal, 54 senadores, ya que el otro tercio, 27 senadores, fue votado en 2014 y para la Cámara de Diputados se elegirá a la totalidad de sus 513 integrantes. La elección también incluye a Gobernadores y Vicegobernadores estatales, las Asambleas Legislativas Estatales y la Cámara Legislativa del Distrito Federal. Actualmente, la presidencia de la República Federativa de Brasil, ejercida por Michel Temer, goza de la desconfianza en más de 60% de los ciudadanos según una encuesta de la reconocida consultora Datafolha. La crisis política y social en Brasil, iniciada con el golpe de Estado parlamentario a Dilma Rousseff en 2016, se ha acentuado en los últimos meses debido a políticas antipopulares como la inédita militarización de la ciudad Rio de Janeiro, el procesamiento judicial de políticos opositores al gobierno de Temer, la crisis económica y el débil posicionamiento del país en el contexto regional y global, entre otros factores. Los candidatos que lideran la intención de voto para la histórica elección de octubre son: Jair Bolsonaro del Partido Social Liberal (PSL) y Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores (PT), este último en remplazo del popular líder y ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a 12 años de prisión por corrupción dentro del bullado caso Lava Jato. Ambos candidatos representan a extremos políticos y discursivos. Por un lado, Bolsonaro encarna a la extrema derecha y se caracteriza por un discurso conservador y que raya en la discriminación de indígenas y afrodescendientes, el machismo y la homofobia y quien anuncia que, en caso de ser elegido presidente, impondrá medidas de mano dura contra la corrupción y la delincuencia. Pretende que los brasileños puedan portar armas para la autodefensa contra la criminalidad y el endurecimiento de penas para quienes cometan delitos. Es un acérrimo opositor al aborto libre y seguro, durante su vida política ha sumado a miles de cristianos en su cruzada para no despenalizarlo y se opone tenazmente a la agenda LGBTI. En materia económica, propone la reducción del Estado, la flexibilización laboral, el recorte de varios ministerios, el pago de la deuda mediante privatizaciones en sectores estratégicos, la disminución de cargas de las pensiones sobre el presupuesto público y la reducción de impuestos. No es menor que la prensa internacional comenzara a llamarle el “Trump brasileño”. En política exterior propugna trasladar la embajada de Brasil en Israel de Tel-Aviv a Jerusalem -como lo hizo Estados Unidos- y cerrar la embajada de la Autoridad Palestina en Brasilia. Asimismo propone abandonar el Acuerdo de Paris sobre cambio climático, reformar la Ley de Inmigración y el establecimiento de campos de refugiados para ciudadanos venezolanos. En contraposición se presenta Fernando Haddad, quien propugna retomar las políticas sociales de Lula, quien durante su mandato presidencial, entre 2003 y 2010, logró que alrededor de 30 millones de brasileños se elevaron por encima del umbral de la pobreza y se sumaran a la economía de mercado. Para tal efecto, propone la creación de un Plan de Emergencia del Empleo y una intensa formalización laboral, el aumento en la inversión de obras públicas, así también medidas para evitar la evasión fiscal y un estudio profundo del sistema de pensiones antes de su reforma. En política exterior aboga por el multilateralismo e instancias supranacionales como UNASUR, MERCOSUR, BRICS y el IBAS (India, Brasil y África del Sur) y la Cooperación Sur-Sur. Si bien Haddad es un político que se sumó tardíamente a la elección ha sumado apoyos importantes de la población y tiene el espaldarazo de Lula pero aquello no significa necesariamente que pueda endosarle su caudal votante. Corre contra el tiempo y las adversidades que afronta su partido. Queda claro que la popularidad de varios políticos en Brasil está en caída libre. El presidente Temer no se animó a postular en esta elección debido a su baja aceptación y por la falta de legitimidad de su mandato. Otros políticos reconocidos como Gerardo Alckmin (PSDB) no logra motivar a los electores, situación similar ocurre con el candidato del oficialismo, el ex ministro de Hacienda de Temer, Henrique Meirelles (PMDB) quien no despunta en la intención de voto y con seguridad no pasará a la segunda vuelta. Los candidatos que se ubican en centro del escenario político como Ciro Gomes y Marina Silva tampoco han captado el apoyo popular, se encuentran bastante rezagados en la carrera presidencial y con mínimas posibilidades para clasificarse a la segunda vuelta. Por otro lado, preocupa la activa participación de las Fuerzas Armadas en esta elección. Muchos militares en retiro intervienen políticamente en este proceso electoral, uno de ellos es el propio Jair Bolsonaro, quien lidera la intención de voto y que fue capitán de Ejército y su candidato vicepresidencial, el general retirado Hamilton Mourão. De acuerdo a información difundida por la BBC, en esta elección general participarán 25 candidatos de origen militar en fórmulas presidenciales o para gobernadores estatales, lo que significa casi el doble de los 13 de la pasada disputa de 2014. El retorno de militares convertidos en políticos evidencia un retroceso en términos democráticos y el déficit de legitimidad de varias autoridades e instituciones públicas en el país vecino. La segunda vuelta será el 28 de octubre, con seguridad Jair Bolsonaro, quien aduce ser antisistema y con un discurso militarista, estará en esa elección definitoria. Al frente estará Haddad, el delfín de Lula da Silva, la esperanza del Partido de los Trabajadores. Se espera un escenario político polarizado y complejo. Será una elección de alto voltaje. Hace unos días, Noam Chomsky, uno de los intelectuales más influyentes en los últimos años, visitó a Lula en la penitenciaria en Curitiba. Asegura que lo ve optimista respecto a la elección y que “hizo cosas maravillosas y que eso es una señal de lo que puede pasar en el futuro”. Sin duda, un guiño al progresismo. Ese que puso a Brasil en el escenario global por haber sacado a millones de personas de la pobreza, el que hizo de nuestro vecino un país más justo y equitativo.


Más del autor