Chernobil y la paradoja nuclear

Lo ocurrido a las 1:23 de la madrugada (hora local) del 26 de abril de 1986 marcó la era en que se hablaría con mucho cuidado y por mucho tiempo del empleo con fines industriales pacíficos de la energía generada a partir de la reacción nuclear de fisión.Un cuarto de siglo después, cuando...

Lo ocurrido a las 1:23 de la madrugada (hora local) del 26 de abril de 1986 marcó la era en que se hablaría con mucho cuidado y por mucho tiempo del empleo con fines industriales pacíficos de la energía generada a partir de la reacción nuclear de fisión.Un cuarto de siglo después, cuando la industria atómica parecía resurgir como fuerte alternativa ecológica, en especial luego de la catástrofe ocurrida con una plataforma de British Petroleum en el Golfo de México, la parábola de la desconfianza sube nuevamente.Lo ocurrido en la central nuclear japonesa de Fukushima-1, en una nación donde todo se construye a prueba de terremoto, nuevamente reforzó el debate sobre la paradoja a la que ya nos referimos.En su momento, un conocido estadista latinoamericano de paso por Moscú consideró que la construcción de una central nuclear para su país era poco deseable, pues era un proceso demasiado largo como para suplir necesidades muy inmediatas de energía.De acuerdo con cálculos manejados por la prensa capitalina, como promedio la construcción de un reactor nuclear de mil megavatios puede costar unos tres mil millones de dólares, con todos los parámetros de seguridad que rigen en estos momentos.En medio siglo de explotación industrial de la energía atómica se construyeron en el mundo 571 reactores de todo tipo, de los cuales 127 fueron sacados de circulación, mientras que de los 444 restantes, 135 están casi en el límite de sus 30 años de explotación reglamentada.Los casos de los seis reactores de Fukushima-1, tres de los cuales resultaron averiados por el efecto del terremoto primero y luego de un tsunami, de cierta forma muestran hasta donde podría ser efectivo el procedimiento para alargar su vida útil.Pero el presidente ruso, Dmitri Medvedev, aunque reconoció la víspera que era necesario elevar las demandas de seguridad para la construcción o mantenimiento de las centrales nucleares, estimó imposible poner freno al desarrollo tecnológico.Medvedev defendió que la energía atómica era el futuro y se sitúa como verdadera alternativa al empleo de hidrocarburos que tanto daño causan a la ecología en estos momentos.Sin embargo, lo ocurrido en Fukushima-1, con el trasfondo de la conmemoración de la catástrofe de Chernobil, aumentó el movimiento de protesta y denuncia de ecologistas en todas las latitudes del orbe.En Chernobil, una planta nuclear estrenada apenas dos años antes de la catástrofe y en la cual estaban instalados los reactores más potentes para su tiempo, pero desconocidos en el extranjero, trabajaron unas 600 mil personas para liquidar el desastre.La Unión Soviética construyó allí en unos pocos meses, a ritmo del famoso minero Stajanov, un enorme sarcófago destinado para 15 años y que ahora funciona por más de una década por encima de sus posibilidades.El nuevo proyecto de casco protector, la llamada Cobertura, demandará inversiones por unos 740 millones de euros en su parte fundamental, aunque los gastos de infraestructura pueden elevar la cifra a unos mil 200 millones de euros.Por años Ucrania, más inmersa en sus batallas políticas internas y lucha por el poder, tuvo poco éxito en recaudar el referido financiamiento. El gobierno del presidente Viktor Yanukovich, coyuntural o no, logró una eficaz conferencia de donantes en Kiev.Con el trasfondo de lo vivido en Fukushima-1, grandes potencias y centros financieros prometieron aportar unos 570 millones de euros para las obras del proyecto Cobertura, una cúpula que será montada a unos kilómetros del reactor y luego será llevada allí en rieles.La obra ingeniera tratará de disminuir los actuales niveles de radiación que todavía obliga a mantener una zona de 30 kilómetros de exclusión, donde no se puede tocar, extraer, sembrar o comer nada por más de un siglo del efecto nocivo que causa la radiación.Cerca de una treintena de personas pereció en los primeros días del accidente, mientras hay quienes consideran que otras 20 mil murieron o se encuentran gravemente afectadas y unas 300 mil registran padecimientos cancerígenos.Desde Cuba llegó a Ucrania la ayuda solidaria con el llamado programa de Chernobil, por el cual 26 mil niños recibieron tratamiento gratuito en el centro de rehabilitación de Tarará, donde especialistas cubanos acumularon una valiosa experiencia en esa esfera.Sin dudas, es difícil negar el efecto de lo ocurrido en Chernobil, cuando a la atmósfera fueron arrojadas ocho toneladas de combustible radiactivo, cuyos efectos llegaron a Finlandia y Suecia por un lado y al norte de Italia, por el otro, con cinco millones de damnificados.Los que abogan por mantener el empleo de la energía nuclear deberán ofrecer fuertes argumentos por estos días sobre la seguridad de las plantas atómicas, sobre todo, cuando se trata del proceso del cierre permanente tras caducar su tiempo de explotación.

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