El contrapoder

Está vez fue el ministro de Hidrocarburos y Energía, Luis Fernando Vincenti quien, en una entrevista con la revista Reporte Energía, sostuvo que “hubo una manipulación mediática mal intencionada porque se tomó una frase del presidente descontextualizada de toda su intervención”. Se...

Está vez fue el ministro de Hidrocarburos y Energía, Luis Fernando Vincenti quien, en una entrevista con la revista Reporte Energía, sostuvo que “hubo una manipulación mediática mal intencionada porque se tomó una frase del presidente descontextualizada de toda su intervención”.

Se estaba refiriendo a la crítica, directa y sin eufemismos, que Evo Morales hizo a YPFB y a ese ministerio porque la industrialización del gas no avanza y “años después de haberla ordenado sigue en papeles, de aquí para allá”.

El ministro Vincenti intentó hilar muy delgado, infructuosamente, porque la realidad es terca y el escaso o nulo avance en la industrialización de los hidrocarburos es una verdad de a puño.

Todo esto nos lleva a replantear aquello que hizo carrera en el siglo pasado, llamar a la prensa el “cuarto poder”. Quizás efectivamente lo fue, pero el vertiginoso avance de la tecnología comunicacional (internet, celulares, redes sociales, etc.) han cambiado totalmente el panorama.

En la búsqueda de su nuevo rol social, los medios de comunicación están pasando a convertirse, más bien, en el “anti-poder”, porque el poder se ha desplazado delas tradicionales formas republicanas a otras, globalizadas, donde corporaciones privadas de distinta índole –por ejemplo las petroleras- tienen mucho más poder que la mayoría de los Estados.

En un foro internacional de periodistas, hace poco, Daniel Santoro sostenía: “La corrupción no es un fenómeno sólo asociado a los funcionarios o a los políticos. La corrupción es como el tango: se baila de a dos, muy juntitos y con una orquesta integrada por jueces, fiscales y periodistas, que puede tocar en sinfonía o en clave de denuncia”.

Y ahí, en la denuncia, fundamentada en fuentes confiables, producto de investigación rigurosa y con alta responsabilidad, es donde sigue estando el rol social de los periodistas y de los medios que aspiran a mantenerse vigentes, con dignidad, en este fárrago de comunicabilidad sofisticada, que no equivale a comunicación social eficiente.

Pero lo fundamental –sostuvo también el ya citado colega Santoro – “no es la tecnología sino la calidad profesional del periodista y su decisión de afrontar riesgos profesionales, jurídicos y hasta físicos, para investigar a los poderosos de los gobiernos, las corporaciones y hasta a las iglesias, para contribuir así a la rendición de cuentas de quienes nos gobiernan”.

Lo que no debe cambiar es la conciencia de que el primer “contrato” de los periodistas, no es con los gobiernos y ni siquiera con los dueños de los medios, sino con los lectores, los oyentes y los televidentes.

Nadie dijo que fuera un oficio fácil, tampoco que sea el mejor remunerado, pero ejercido en forma honesta, profesional, comprometida y autocrítica será siempre, como dijo Gabriel García Márquez: “el mejor oficio del mundo”.


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