Desde médicos hasta estrellas de fútbol, los sueños de los niños trabajadores en Bolivia
María Isabela tiene 6 años y hace un año su madre que vendía caramelos en las calles murió atropellada. Desde entonces ella, su padre y sus dos hermanas, también menores de edad, salen a diario a vender diversos objetos por la ciudad de La Paz. Ella viste un pantalón de algodón de...



María Isabela tiene 6 años y hace un año su madre que vendía caramelos en las calles murió atropellada. Desde entonces ella, su padre y sus dos hermanas, también menores de edad, salen a diario a vender diversos objetos por la ciudad de La Paz.
Ella viste un pantalón de algodón de color verde y una especie de poncho tejido para protegerse del frío de la urbe. Todos los días a pesar del frío y los incontables peligros, camina sola por la zona de Sopocachi con un hilo negro en su pequeña mano derecha donde tiene ensartados ambientadores de papel que ofrece a la venta a quien se cruce en su camino.
No tiene reparo en hablar con desconocidos. Es muy fácil entablar una conversación. “Me gusta jugar, pero tengo que trabajar para darle plata a mi papá para que nos compre caldo”, afirma mirando el suelo mientras guarda unas monedas en el bolsillo de su gastado pantalón.
María Isabela a diferencia de otras niñas de su edad no va al colegio, su cabello no fue peinado ni lavado hace bastante tiempo, no conoce sobre cuentos de princesas ni tiene vestidos color de rosa.
Sin embargo cuando al preguntarle sobre sus sueños no duda: “Yo cuando sea grande quiero ser doctora”, dice sonriente mientras sus ojos color caramelo brillan de entusiasmo.
Como María Isabela, en Bolivia existen más de 100 mil niñas y niños trabajadores de entre 7 y 12 años, según el Censo Nacional de 2012. Otros 289 mil son adolescentes entre 12 y 17, sumando un total de 391.000 menores de 17 años que trabajan.
[caption id="attachment_30530" align="alignright" width="257"] Imagen ilustrativa/kbia.org[/caption]
¿Debería un niño trabajar?
Según el convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los mayores de 14 años pueden hacerlo sin exceder las cuatro horas diarias. El convenio establece también que deben laborar en sectores que no afecten su salud, educación ni que los ponga en riesgo. Todo lo contrario se considera explotación infantil.
Para Luis de 14 años trabajar no fue una opción sino una necesidad. Su madre lo abandonó junto a sus cinco hermanos cuando él era un bebé. Por su precaria situación nunca pudo ir a la escuela. Desde que tiene memoria, se levanta a todos los días a las 6 de la mañana para llegar temprano a El Prado paceño, donde se sienta en un rincón para esperar la llegada de algún cliente que necesite lustrar sus zapatos a cambio de dos bolivianos.
Luis es de pocas palabras, esquiva la mirada durante casi toda la entrevista pero al preguntarle sobre sus sueños, un destello de emoción ilumina su rostro “Cuando sea grande quiero ser jugador de fútbol profesional”, divaga con la mirada fija en la bota marrón que limpia con un trapo viejo. Su ropa desgastada de algodón no logra protegerlo del frío de la urbe.
El sector de la niñez trabajadora en Bolivia tiene su representación en la Unión de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (Unatsbo), con alrededor de 15.000 miembros en siete de los nueve departamentos. Ellos se organizan y luchan para buscar mejores condiciones de vida pues la realidad de sus familias les hace imperiosa la necesidad de trabajar.
Tal es el caso de Anthony, de 8 años. Su padre murió y su madre está enferma. Él y sus 6 hermanos salen todos los días a vender gelatina y caramelos en una esquina de la plaza Abaroa de la ciudad de La Paz.
Sus mejillas están quemadas por el frío, muestra cierta desconfianza y mantiene distancia al hablar pero al preguntarle sobre sus sueños su rostro se ilumina. “Me gusta el fútbol, cuando crezca quiero ser jugador de Strongest”, dice mientras mira el semáforo y espera que cambie a rojo para aproximarse a las ventanas de los coches con su canasta de dulces.
[caption id="attachment_30531" align="alignright" width="300"] Imagen ilustrativa/Nueva Sociedad[/caption]
Falencias y posibles alternativas
Según el estudio “Cada niño y niña cuenta” presentado el 2017 por Aldeas Infantiles SOS Bolivia, el Sistema Plurinacional de Protección Integral del Niño Niña y Adolescente (Sipproina) presenta varias falencias en su aplicación práctica principalmente por la ausencia de protocolos específicos en cuanto a legislación boliviana y modalidades alternativas para proteger a los niños.
Para Mauricio Alfaro, gerente Operativo de Programa de Aldeas Infantiles SOS en la ciudad de La Paz, es necesario implementar políticas de prevención y sistemas para evitar que los niños trabajadores queden expuestos al trabajo informal y crezcan sin poder obtener un trabajo formal en el futuro.
Una alternativa que se aplica hace algunos años en Bolivia es la Formación Dual que tiene sus orígenes en Alemania, donde a través de módulos de práctica y teoría combinadas se forman “estudiantes empresariales” que reciben un pago por su trabajo mientras realizan sus estudios.
Sin embargo este tipo de políticas deben ser estudiadas y adaptadas a la realidad nacional pues aplican para personas que tengan una base de estudios pero no para los niños como María Isabela, Luis y Anthony que nunca han asistido a una escuela.
El Estado boliviano tiene como obligación esencial garantizar la educación, como lo expresa el artículo 9.5 de la Constitución Política del Estado (CPE): “Garantizar el acceso de las personas a la educación, a la salud y al trabajo”
Mientras no existan mayores esfuerzos de las autoridades gubernamentales para mejorar su situación, miles de niños trabajadores seguirán en las calles con sus sueños a cuestas expuestos a incontables riesgos y a un futuro incierto con sus derechos escritos en letra muerta en la Constitución boliviana.
Al no poder acceder los niños a la educación, derecho también consagrado en la Carta Magna (Artículo 17) ¿No se profundiza su vulnerabilidad originada en su condición socioeconómica, de origen (rural o periurbano), si pertenecen a alguno de los varios pueblos originarios, desigualdades de género y otros factores?
Por ahora, la realidad es clara y dura: No habrá grandes avances que destacar este 12 de junio, día destinado a la lucha contra el trabajo infantil y seguiremos viviendo en una nación donde ver niños lustrando zapatos, cargando bolsas en los supermercados, o vendiendo de manera informal no es causa de indignación sino parte de una dura realidad.
¿Lograrán conocer algún día María Isabela, Luis y Anthony sus derechos constitucionales, como para reclamarlos? ¿Si no trabajan, como lo hacen ahora, podrán ejercer su derecho a la vida? Son cuestionamientos a toda la sociedad boliviana.