Un café con Arduz...
En el mes de octubre de 2016, El País y Fernando Arduz lanzaron una iniciativa conjunta: “Un Café con Arduz”, cinco minutos de música del más alto nivel recogiendo la esencia de la tradición musical boliviana e interpretada por una de las guitarras más brillantes del país, como es la...



En el mes de octubre de 2016, El País y Fernando Arduz lanzaron una iniciativa conjunta: “Un Café con Arduz”, cinco minutos de música del más alto nivel recogiendo la esencia de la tradición musical boliviana e interpretada por una de las guitarras más brillantes del país, como es la del maestro Fernando Arduz.
Se realizaron producciones audiovisuales rodadas en exclusiva en el Teatro de la Casa de la Cultura de Tarija y que presentamos nuevamente acá, en la sección multimedia de la nueva página web de El País.
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En un elogio de Edwin Guzmán Ortiz publicado en 2014, recuerda su precocidad en la música combinada con su dedicación. Bajo la orientación del maestro La Faye, además de la guitarra hizo suyos el fagot y la flauta dulce, instrumentos que le permitieron abrir con mayor amplitud su horizonte de comprensión y ejecución musical. Después vendrían seminarios latinoamericanos, estudios de guitarra en el Conservatorio Nacional de Música en La Paz, cuatro años de estudio en el Conservatorio Superior de Música de Madrid, España, con el maestro José Luis Rodrigo, con lo que obtuvo en 1987 el título de Profesor Superior de Guitarra.
Por supuesto no fue suficiente estudiar a Francisco Tárrega, Isaac Albéniz y otros clásicos mayores del instrumento. Fuera de interpretarlos con excepcional virtuosismo, Fernando creyó que era imprescindible recuperar y proyectar, desde ese lenguaje que había cultivado con verdadera dedicación, la música boliviana. La sistematización del trabajo de Alfredo Domínguez es uno de sus empeños más reconocidos.
Guzmán concluye que se trata de un guitarrista que viene enriqueciendo el folklore tarijeño y también boliviano, con una obra donde el arreglo es la clave de su trabajo, donde junto a la guitarra está la composición y la Dirección de la Orquesta de Cámara de Tarija, donde no cesan los proyectos y los haceres en su notación cotidiana.
La discreción siempre fue un rasgo esencial en la personalidad de Fernando Arduz; hombre de pocas palabras, acaso las esenciales para expresar lo necesario, con la convicción de que su pleno decir se halla en la música.
Conocerlo es sobre todo escuchar su obra, ahí se halla de cuerpo entero: su pasión y perseverancia, su intensidad y su espíritu de perfección; también su amor a nuestra cultura y las múltiples cosas que representa.
Se realizaron producciones audiovisuales rodadas en exclusiva en el Teatro de la Casa de la Cultura de Tarija y que presentamos nuevamente acá, en la sección multimedia de la nueva página web de El País.
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En un elogio de Edwin Guzmán Ortiz publicado en 2014, recuerda su precocidad en la música combinada con su dedicación. Bajo la orientación del maestro La Faye, además de la guitarra hizo suyos el fagot y la flauta dulce, instrumentos que le permitieron abrir con mayor amplitud su horizonte de comprensión y ejecución musical. Después vendrían seminarios latinoamericanos, estudios de guitarra en el Conservatorio Nacional de Música en La Paz, cuatro años de estudio en el Conservatorio Superior de Música de Madrid, España, con el maestro José Luis Rodrigo, con lo que obtuvo en 1987 el título de Profesor Superior de Guitarra.
Por supuesto no fue suficiente estudiar a Francisco Tárrega, Isaac Albéniz y otros clásicos mayores del instrumento. Fuera de interpretarlos con excepcional virtuosismo, Fernando creyó que era imprescindible recuperar y proyectar, desde ese lenguaje que había cultivado con verdadera dedicación, la música boliviana. La sistematización del trabajo de Alfredo Domínguez es uno de sus empeños más reconocidos.
Guzmán concluye que se trata de un guitarrista que viene enriqueciendo el folklore tarijeño y también boliviano, con una obra donde el arreglo es la clave de su trabajo, donde junto a la guitarra está la composición y la Dirección de la Orquesta de Cámara de Tarija, donde no cesan los proyectos y los haceres en su notación cotidiana.
La discreción siempre fue un rasgo esencial en la personalidad de Fernando Arduz; hombre de pocas palabras, acaso las esenciales para expresar lo necesario, con la convicción de que su pleno decir se halla en la música.
Conocerlo es sobre todo escuchar su obra, ahí se halla de cuerpo entero: su pasión y perseverancia, su intensidad y su espíritu de perfección; también su amor a nuestra cultura y las múltiples cosas que representa.