Análisis
¿Y si no se parte el MAS?
Las dudas de Evo y la salida de Lima aumentan las posibilidades de encontrar un candidato de consenso que reste opciones a la oposición, que aún no se ha definido
Uno de los grandes riesgos que está asumiendo la oposición política en este momento es el de dar por hecho que el Movimiento Al Socialismo (MAS) ha consumado su cisma. La estrategia de ganar el tiempo para que nada desvíe la atención sobre la pelea encarnizada entre el arcismo y el evismo solo sirve si finalmente el partido se rompe por mitad. No de otra manera.
Por eso cuando Evo Morales decidió detener su marcha en la Cervecería, poner algunos plazos inviables sin especificar las consecuencias del incumplimiento y despedirse con aquel: “hasta aquí llega mi responsabilidad, el pueblo continuará” y poner rumbo a Cochabamba a sembrar tambaqui, y cuando Arce ha ofrecido en bandeja de plata la cabeza de Iván Lima, el ministro de Justicia y el operador que más ha hecho por quebrar el partido, más de uno se puso a temblar.
Arce y Morales han confrontado verbalmente más que nunca, pero ambos han fracasado en su objetivo inmediato, y en ese fracaso, la opción de un candidato alternativo que logre hacer sanar a un partido que ya ha empezado a arrojarse petardos y piedras, vuelve a cobrar fuerza.
Esa reflexión está aplazada, pero eso sí, el MAS controla los tiempos, algo que la oposición no, y convocar a la unidad, de momento, no le está sirviendo de nada. A un año de elecciones apenas se han logrado acuerdos personalistas y una pequeña reagrupación entre miembros de las mismas filas que sin embargo, andaban camuflados en otras siglas.
Es el caso de las reminiscencias del MIR, que ya han acercado a Juan del Granado y Vicente Cuéllar y que coquetean con Rodrigo Paz, como si fuera un perfil adecuado para “renovar” al mismo tiempo que se garantizan la popularidad del candidato. Un candidato que, por su forma de hacer las cosas, no revelará sus intenciones más allá de críticas genéricas “cargadas de demagogia”, como le recuerdan desde Tarija algunos de sus excolaboradores que quedaron colgados.
Carlos Mesa se mantiene incólume, también abonado a las críticas genéricas, sin desvelar su intención pero asegurando que son la única opción viable entre una maraña de nombres escasos de estructura que tiene a su alrededor, y eso que a Comunidad Ciudadana no le ha ido muy bien, pues acumula tránsfugas y sigue ausente de los departamentos clave.
Samuel Doria Medina también hace promesas y tiene una estructura disponible, aunque sin ningún representante institucional tras su pésima apuesta por Áñez en 2020. Habla con todos y aunque sus redes rebosan “modernidad” su plan es la de concentrar todas las fuerzas disponibles en el país.
Los libertarios son los únicos que tienen “proyecto”, es decir, los únicos que plantean un programa político soldado a unas tesis ideológicas, aunque este no tenga ni pies ni cabeza ni pueda acomodarse a la realidad boliviana donde la ausencia de Estado es clamorosa. Aún así tienen problemas porque el más reconocido del sector, Tuto Quiroga, ha sido crucificado por la “estrella emergente” Antonio Saravia y otros actores todavía no se decantan plenamente por la opción libertaria, básicamente porque, aunque les gusta el estilo de Milei, también les gusta hacer campaña prometiendo.
Tampoco hay acuerdo en el “factor camba”, los Demócratas insisten en que están vivos, pero sus convocatorias siguen siendo escasas y, se supone, el camachismo no ha dicho su última palabra. Santa Cruz es el departamento más grande del país y el más poblado, pero también el que se ha mantenido fiel en la oposición pese al avance del MAS en el departamento y quien quiera tener opciones deberá aunar fuerzas con la región, que tampoco sabe si quiere ser más autónoma o menos.
También ha aparecido un Manfred Reyes Villa, que negó mil veces su intención presidencialista, pero ya no. El alcalde de Cochabamba es algo así como la opción de la nostalgia que de repente estaba ahí.
Y aún queda una opción por explorar basada en las fuerzas regionales, autorizadas para conformar planchas de ámbito nacional con la última Ley de Partidos, y donde aparecen algunos rebotados del MAS, como Damián Condori o la propia Eva Copa y otros ilustres opositores.
El tiempo se acaba y el MAS sigue ocupando la agenda central. La opinión pública tiene información al respecto de lo que pasa en el partido azul pero no en la oposición, más empeñada en las intrigas. Esta estrategia siempre fue de riesgo, pero puede aún ser peor: El MAS puede encontrar un candidato de consenso.