Johnny Torres y el poder del MNR
El alcalde de Tarija ha sabido gestionar momentos difíciles en el partido rosado, que aparece en la escena electoral con un perfil renovado y distinto al de otros actores de la oposición
En los 90 se volvió un clásico en las reuniones universitarias: cuando la pelea entre “cambas” y “collas” se ponía intensa, un chapaco acababa por hacerse con el cargo en disputa. Era habilidad o viveza criolla, decían, pero también la capacidad de entender mejor los momentos.
De aquella generación de los 90 sobrevive precisamente Johnny Torres, circunstancialmente hoy por hoy alcalde de Tarija, pero sobre todo, un político resistente y con olfato que ha consagrado su carrera al MNR con inusitada lealtad, viendo como se gastan estos días los opositores.
La semana pasada se consolidó como jefe del Comando Nacional del MNR. En una simplificación de las que gustan por el norte, se diría que fue elegido como jefe orgánico el líder del partido con mayor poder institucional, pues hace décadas que no se veía a un rosado puro en una alcaldía como la de Tarija, sin embargo, no es ni la primera vez que lo asume ni probablemente la más difícil. Ser del MNR en Tarija parece tarea fácil, pero Torres no proviene de ninguna de las grandes familias del emenerrismo histórico ni era especialmente cercano a Víctor Paz Estenssoro, pero supo gestionar las filias y fobias de todos ellos y sobre todo, mantenerse firme al partido en los momentos de máxima tempestad para reunirlos a todos y mantener el comando departamental activo en lo orgánico, que no es poco con los tiempos que corren. Por eso Torres está legitimado para marcar línea sobre la crisis de 2003 y con ella, administrar la relación con Carlos Mesa o con Mario Cossío, que también optó por liberarse creando su propia sigla.
Después jugó roles secundarios como diputado suplente primero (2005) y ya más predominante, como asambleísta en Tarija (2010) en la primera Asamblea Autónoma donde acabó jugando un papel clave tras la fuga del gobernador Mario Cossío.
En aquella legislatura desvencijada y con el MAS creciendo en poder e influencia de forma exponencial en Tarija y a nivel nacional, Torres se tuvo que hacer mayor casi solito y la campaña de 2014 le sirvió para consolidarse, y a la mala: Con la Constitución aprobada y los recursos creciendo, el MAS salió de compras y fichó a casi todos los opositores que aún quedaban en el país a precio de saldo. En Tarija reclutó a Carlos Brú, otros exmiristas como Rubén Vaca y decenas de adenistas como Milciades Peñaloza, pero ahí se mantuvo Torres, que no dudó un segundo en ponerse al lado de Samuel Doria Medina, con todo su estigma, para consolidar la idea del “Frente Amplio”, es decir, una sola fuerza electoral que consiguiera el objetivo primigenio de botar al MAS.
Los discursos más sustanciosos de lo que debía ser el Frente Amplio los dio Torres que además daba ejemplo concreto: en aquellos días de 2013 el MNR del Beni había visto la oportunidad de tocar poder de la mano del MAS luego de la caída de Ernesto Suárez y Torres se fue hasta Trinidad para intentar evitarlo en una operación de alto riesgo (uno de sus colaboradores al que confundieron con él acabó con la nariz rota). El partido se rompió pero una partecita al menos se quedó del otro lado.
El Frente Amplio, al que también se sumó Motete Zamora y Loyola Guzmán, voló por los aires el día que los Demócratas le aceptaron a Samuel Doria Medina una candidatura al 50% con él de presidente: ahí nació Unidad Demócrata y murió la remota posibilidad de desbancar al MAS en 2014.
Torres sabe jugar sus cartas y cuando Tuto Quiroga le sugirió una posibilidad se lanzó de cabeza llevando de la mano a su más que amigo, compañero de correrías, Óscar Montes. El Partido Demócrata Cristiano firmó un 9% de los votos a nivel nacional teniendo en Tarija su mejor resultado con un 19%, un senador (Víctor Hugo Zamora), y dos diputados (Gina Torres y Rendón) que luego resultarían claves en 2019, aunque no viene al caso.
No fue venganza sino instinto y por eso Torres se ganó su respeto a nivel nacional e incluso volvió a colaborar con Doria Medina en otras campañas, sin rencores. En 2015 amagó con buscar la gobernación, pero le puso pausa y aceptó la subgobernación de Cercado para pasar de la libertad legislativa al ingrato oficio de gobernar y formar equipos eficientes, algo que era su gran telón de Aquiles y que ha mejorado en los últimos meses gracias, de nuevo, a su labor de unir al partido, lo que ha atraído a la gestión a cuadros importantes como Alfonso Lema y Fernando Martínez.
En 2019 tal vez la pifió poniendo de candidato a Virginio Lema y rifando la sigla del MNR en una candidatura en solitario en un momento en el que el MAS parecía débil y vencible. Supo salir de ahí adelantando la presentación de su candidatura a la Alcaldía de Tarija, lo que lo mantuvo también al margen de las aventuras de Áñez y su equipo, que por cierto también rehuían las banderas del MNR.
La Alcaldía la ganó sin rival y tampoco parece que vaya a tener problemas para reelegirse con su peculiar fórmula popular – libertaria – antimasista – chapaquística que ha patentado y que de momento mantiene el orden. Esto le da tranquilidad y sobre todo tiempo para planear el rol de “su” MNR en el próximo combate electoral, que está siendo denso.
Torres ha quitado el rosa de su atuendo diario, pero no de su espíritu, el MNR llega libre y con la cara lavada luego del experimento de Virginio, que al menos, lo conectó con un público joven al que no llegaba. El partido tiene la mística de los tiempos mejores (y peores) y el propio Torres combina experiencia y novedad con hoja de servicios impoluta pese a llevar años cargando el estigma del “colaboracionista”. Lo que finalmente haga el MNR dará muchas pistas de lo que definitivamente puede pasar en este país en los próximos meses.