Cuando solo queda uno (y es Quintana)
Con la caída en desgracia definitiva del exvicepresidente Álvaro García Linera, el círculo de aguerridos defensores de Evo Morales ha quedado sensiblemente reducido, aunque también sin dudas: cada vez quedan menos posibilidades de que se replantee la estrategia o apueste por cualquier escenario que no sea el de su propio retorno al poder.
El año pasado García Linera ya había sido sensiblemente amonestado cuando pidió dejar gobernar a Luis Arce y sugirió ponerse de acuerdo en el futuro, y no recompuso su estatus de “amigo de Evo” ni seis meses después cuando precisamente le pidió a Arce integrar a Morales y respetar su ascendencia popular. Esta vez ahondó en la línea pidiendo a Morales dar un paso al costado e incluso citó a su favorito, Andrónico Rodríguez, lo que fue muy mal recibido en el seno del evismo al considerar que se trataba de una estrategia para endulzar los oídos de quien fuera el niño mimado de Evo, que lo llevó hasta la presidencia del Senado, pero del que ya apenas se fía precisamente por eso.
Junto a García Linera también han caído en desgracia algunos de sus colaboradores firmes, como Mariana Prado, que retornó a su Fonplata en representación del gobierno de Arce, y también la exministra Gabriela Montaño, que salió en defensa de García Linera después de la arremetida de Evo. Montaño, además de ser la única alto cargo que viajó hasta México con Morales y García Linera, actualmente forma parte del directorio del Celag, al igual que el exvicepresidente.
Los asilados
De los nueve altos cargos que se mantuvieron en refugio en la embajada de México en 2019 – restando a Luis Arce, que fue el primero en salir gracias a un salvoconducto y algunos otros cuadros medios que se reintegraron a la vida “civil” -, cada uno ha tomado caminos diferentes.
Algunos han desaparecido, como el exdirector de la Agetic Nicolás Laguna, que fue de los que peor lo pasó a nivel emocional en la reclusión. Otros han ocupado pequeños cargos de segunda fila, como el exgobernador de Oruro Víctor Vásquez, reconvertido ahora en director de Cultura del Gobierno Municipal de Oruro donde milita en el evismo ya que es una de las grandes instituciones aún controladas por esa rama del MAS en tanto el alcalde es pariente de Morales.
También en segunda fila del evismo, se desempeñan la exministra de Cultura Wilma Alanoca, que es concejala en El Alto, el exministro de Defensa Javier Zabaleta y el exministro de Minería César Navarro, estos dos fuera del gobierno y aparentemente cerca del evismo aunque carezcan de base popular.
En el lado del arcismo está el fugaz exministro de Gobierno, Hugo Móldiz, en la parte más dedicada a la sala de máquinas, y el exministro de Justicia Héctor Arce Zaconeta, actualmente embajador ante la OEA. También se mueve cerca del gobierno el actual alcalde de San Ignacio de Velasco y ex viceministro de Tierras, Pedro Damián Dorado.
De entre todos, el más visible y ruidoso es el exministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, que no tiene redes, ni suele comparecer en grandes medios de televisión, ni concede entrevistas a diarios, pero sus videos en las presentaciones o actos partidarios suelen ser incendiarios.
La estrategia Quintana
Quintana se ha construido su propia leyenda negra de intelectual pragmático. Presente desde siempre, fue en el segundo gobierno de Morales cuando asumió más responsabilidades y se hizo imprescindible para el “jefe” a mediados de esa gestión. Había bonanza y tanto Evo como Álvaro eran muy de viajar, así que Quintana se quedó en tierra para gobernar, y también para operar.
Quintana fue el jefe de campaña in pectore en 2014, donde se logró una victoria fácil, y a él se le atribuye la estrategia del referéndum del 21 de febrero de 2016 en la que solo se pidió permiso excepcional por una sola vez para que Evo y Álvaro volvieran a ser candidatos, aunque nadie ha asumido la responsabilidad de aquel despropósito.
Aquella derrota acabó por ser el parteaguas personal del propio Quintana, que asumió la estrategia para contrarrestarla con aquello del “cártel de la mentira” aun cuando la historia de Gabriela Zapata no cuadraba. Fue quien le dio el visto bueno al plan de Lima de que los jueces interpretaran “el derecho humano” a la reelección y fue quien dirigió la campaña de 2019 absolutamente centrada en la infalibilidad de Evo Morales. Su papel en lo posterior sigue siendo reservado,
Evo cuenta con algunas viejas glorias muy visibles, como Teresa Morales, que coordina la estrategia judicial o Carlos Romero, el exministro de Gobierno que no controló el motín policial de 2019 que al fin fue decisivo y que aún así, no buscó asilo, sino que se quedó tranquilo en su casa. Su retorno de vocero agresivo parece responder a un movimiento táctico en busca de su rehabilitación, pero también genera muchos anticuerpos entre las bases. Evo cuenta también con la guardia del Chapare que representa Leonardo Loza o el diputado Héctor Arce además del propio Andrónico, que ha vuelto a la equidistancia, pero en cualquier caso, nadie pesa como Quintana al lado de Evo Morales.
Huelga decir que ningún analista cree que Quintana vaya a cambiar la estrategia en la operación retorno al poder, que pasa por tumbar a los Magistrados y garantizar la candidatura de Morales por el MAS mientras se divide al máximo a la oposición. ¿Alguien cree que podría ser diferente?