MNR, siguiente juego
El nonagenario partido es el que más veces ha ganado y también el que más veces se ha levantado ¿Qué están tramando ahora?



El siglo XX fue el siglo de los partidos, aquel en el que las ideologías se materializaron a través de estructuras sólidas que tenían objetivos concretos en el plano electoral: ganar, pero también en lo que se refería a la transformación social. Los partidos, por lo general, eran conglomerados vivos y no idílicos. Las discusiones internas, en derecha o en izquierda, eran a brazo partido y se solían conformar corrientes que peleaban el poder con todas las consecuencias. Hacia finales de siglo ya empezaron a proliferar las escisiones, que básicamente reivindicaban el pasado común y prometían futuros a la medida y ya con el siglo XXI casi todas las grandes estructuras partidarias entraron en crisis y se fue a espacios multipartidarios, normalmente erigidos entorno a un líder carismático.
Hay excepciones, como en Estados Unidos, donde el sistema federal y la concepción de que aquello de buscar el poder es una cuestión privada, hace de la carrera una cuestión carísima y por ende, solo accesible a través de los dos grandes partidos instalados cuyas diferencias son apenas matices, aunque siempre puede aparecer un candidato más arriesgado en uno u en otro. Hay otras como el partido único de la Unión Soviética donde a los discrepantes se los ejecutaba incluso por las dudas, claro.
En Bolivia tenemos seguramente uno de lo mejores ejemplos del proceso a nivel mundial: El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) es casi patrimonio del país y ha estado presente de una u otra manera en todas las grandes transformaciones, peleas y discusiones del Estado. Se fundó en los estertores de una guerra cruel plagada de intereses extranjeros; hizo su revolución nacionalista en plena depresión; alternó con sindicalistas y militares hasta que se empezó a resquebrajar y aún así, abrazó el neoliberalismo y recuperó el poder dos veces más hasta que implosionó por la osadía de querer plantear un impuesto al salario primero y vender gas por Chile después. Implosionó, pero sigue vivo.
Para muchos, el Movimiento Al Socialismo (MAS), es solo la prolongación del MNR popular que en los 90 cambió de rostro y de prioridades, tal vez demasiado pronto. Lo cierto es que en casi todas las agrupaciones vigentes se encuentran cuadros que fueron de una o de otra manera del MNR, desde Unidad Nacional a Creemos pasando por Comunidad Ciudadana y muy espacialmente, por los Demócratas de Rubén Costas que se hacían llamar los Verdes y los viejos les llamaban sandías, por su corazón rosado.
Curiosamente el MNR, que fue el partido que protagonizó la debacle, que fue el que estaba en el poder cuando el sistema no aguantó más y las estructuras cayeron ante el empuje popular que quería cambio, es el que conserva la sigla, algo que hoy por hoy resulta más valioso.
Tampoco fue en Bolivia en el único país donde se derrumbaron los partidos tradicionales, en Europa aparecieron partidos de diferentes tendencias que tenían en común la juventud y el enfoque renovado de las ideologías y que pusieron contra las cuerdas el status quo: Podemos y Ciudadanos en España, el Movimiento 5 Estrellas en Italia y otros muchos de ultraderecha, como el de Le Pen en Francia o la AFD en Alemania además del Tea Party en Estados Unidos o populistas de izquierda como Morena en México. En Sudamérica por lo general los liderazgos tradicionales se envolvieron en fórmulas de coalición como Cambiemos en Argentina con los mismos objetivos comunicacionales.
En Bolivia desde 2005 se vinieron ensayando formulas diferentes de coalición, primero Podemos, luego Convergencia y en 2014 Unidad Demócrata, que fue la que más invirtió en redes y en acercarse a los más jóvenes, también sin resultados.
Varios análisis en países de todos los continentes vienen coincidiendo en que después de la euforia con la que los ciudadanos fueron recibiendo a los nuevos partidos y formulas, dos décadas después casi todas han desaparecido o caído a mínimos mientras que los partidos tradicionales han vuelto a recuperar sus espacios naturales. Unos lo atribuyen a la perseverancia y casi todos, a su capacidad de penetrar en el territorio.
Y ahí sigue el MNR.
Su última experiencia electoral fue más bien traumática: el partido octogenario y que más veces ha gobernado el país hizo una suerte de alianza con Virginio Lema, ex mirista hoy parte del Búnker, que desarrolló una campaña “alegre” enarbolando banderas de la antipolítica y lanzando innumerables medidas y propuestas que nunca arraigaron. No llegó al 1% pero todo quedó en nebulosa por la anulación de aquellas elecciones probablemente fraudulentas de 2019.
Desde entonces, el MNR ha recuperado poder básicamente en Tarija pero sobre todo, viene aprovechando el contexto internacional y de proximidad, como el triunfo de Javier Milei en la Argentina, para blanquear el legado de Sánchez de Lozada y soltar lastre.
Hoy la oposición sigue buscando su camino y los depositarios de la caja de las esencias del MNR, Chichi Siles y Johnny Torres, lo saben. El MNR es el único partido con raíz nacional, capaz de calzarse varios trajes a la hora de sentarse a la mesa y con la sigla intacta. A su alrededor corren liberales, socialdemócratas, nacionalistas y algún que otro totalitario militarista. La partida no ha hecho nada más que empezar.