La oposición en su encrucijada número 857.689
Si hay algún tipo de alivio entre aquellos que lamentan la división del Movimiento Al Socialismo (MAS) en tanto dificultaría el acceso al poder, se fundamenta en la inviabilidad de la oposición boliviana. Y es que, sí se puede caer más bajo.
En 2019, el momento de mayo debilidad de Evo Morales y su partido, dos candidaturas de ámbito estatal lideradas por Carlos Mesa por un lado y la unión de Unidad Nacional y Demócratas por otro, junto a media docena de partidos satélite que concurrieron sin ningún tipo de opción de lograr la victoria (UCS con Víctor Hugo Cárdenas, MNR con Virginio Lema, MTS con Patzi, Pan Bol, FPV, etc.) e incluso un outsider de estos radicales de los que aparecen últimamente como Chi Hyun Chung dificultaron hasta el extremo la posibilidad de alcanzar una segunda vuelta electoral – sin entrar a valorar los sucesos posteriores -.
En 2020, en un escenario similar con todo tipo de candidatos proliferando, los ciudadanos cortaron la broma y respaldaron de nuevo al partido azul con candidato renovado.
Aún así, el escenario previsto para 2025 es exactamente el mismo: muchos nombres de candidatos, muchas opciones sin explicar a fondo, algo que hace prever incluso que dos bloques del MAS puedan llegar a hacer la mayoría y avanzar a la segunda vuelta.
Por lo general todas las opciones políticas en los últimos 80 años se han diferenciado poco, ni siquiera el MNR de discurso más neoliberal podía desligarse de la gestión del Estado como forma de hacer política. Bolivia es caldo de cultivo para el populismo y para el autoritarismo, para construir opciones a partir de líderes infalibles que al final resultarán los salvadores, unos han explotado la identificación social y étnica, otros un supuesto perfil académico – intelectual que les hace más propicios, pero en general, nadie ha entrado a los debates de fondo como modelo de estado.
La oposición actual anda en su baile de nombres, tanto en la parlamentaria como en la extraparlamentaria.
El protagonismo esta semana ha sido para Comunidad Ciudadana por expulsar a ocho diputados díscolos (de 39) que al parecer andaban en connivencia con alguno de los MAS presentes en el hemiciclo. No son los primeros: hace ya dos años fue “expulsado” el diputado tarijeño Edwin Rosas por colarse en la directiva de Diputados sin que ese fuera el acuerdo de la bancada y ha habido amenazas por faltones con otros tantos, lo que evidencia que la cohesión dentro del partido es mínima.
No es el primer caso que evidencia este tipo de fracasos: el recurso abstracto de inconstitucionalidad presentado al TCP en 2017 para valorar la posibilidad de Evo Morales de hacer caso omiso a los resultados del referéndum y volver a ser candidato también llevaba la firma de diputados de Unidad Demócrata, y antes ha habido casos de apoyos extraños a leyes y asuntos clave como el referéndum revocatorio de 2008.
La clave, dicen los nuevos gurús del centro derecha, es conformar partidos o alianzas serias cohesionadas al menos por unas ideas y no por la lealtad a un candidato, que, además, al final, ni siquiera está en el hemiciclo tanto si gana como si no gana.
Muchos lo dicen al calor de los éxitos de Javier Milei en la Argentina, que ha canalizado la indignación popular y el agotamiento de una crisis crónica interminable en una serie de recetas aptas para adolescentes, demonizando al Estado y a la clase política en general. No es probable que en Bolivia acabe de cuajar este tipo de ideas, fundamentalmente porque la indignación económica no existe en las clases populares y tampoco existe un Estado que desmontar, pero por ahí se van colocando dos de los partidos que aspiran a ser la novedad, los liberales/libertarios de Antonio Saravia (que ocupan el espacio de Tuto) y eso que denomina el Búnker de Agustín Zambrana y Virginio Lema, que pasó del activismo en las ondas a una suerte de movimiento electoral.
Estos últimos también han tenido inspiración en algún momento en las tesis duras aplicadas por Nayib Bukele en El Salvador, quien está anteponiendo la seguridad a los derechos humanos con relativo éxito en el país centroamericano carcomido por la violencia de las maras. Un modelo que tampoco acaba de acomodarse a la Bolivia de hoy por mucho que en el oriente crezca cierta violencia ligada al narcotráfico.
Hay algunas opciones “de reciclaje” mirista, una liderada por Carlos Borth denominada Alianza por Bolivia Unida y Solidaria (Albus) que tiene inspiración nacionalista y prevé un modelo de economía “mixto” con un gobierno “regulador y planificador”, algo que no dista de lo que defienden las opciones de Samuel Doria Medina por un lado y Carlos Mesa por otro, quienes además si se consideran elementales para conformar la unidad sobre ellos.
La última, que también parece despuntar mirista, es la del rector cruceño Vicente Cuéllar, que se ha lanzado a la candidatura sin develar ningún dato más, ni posicionamiento, ni nada y negando además a Rodrigo Paz como compañero de fórmula, tal vez porque se consideró demasiado pronto.