Santa Cruz y la Media Luna
En un nuevo aniversario de Santa Cruz cabe volver a preguntarse quién abandonó a quién



Se cumplen 20 años desde que se acuñó el término “Media Luna” para referirse a los departamentos de la mitad oriental del país, Tarija, Santa Cruz y Beni, a la que se añadió Pando por afinidad. La paternidad se le suele atribuir al entonces presidente cívico tarijeño, Roberto Ruíz Bass Werner, que después fue senador de Podemos y después se convirtió en pilar de la gestión de Lino Condori (MAS) en Tarija.
En aquel tiempo tres cosas cohesionaban aquella estructura informal: la tradición de la lucha cívica por encima de la de los movimientos sociales; la demanda de mayor autonomía de gestión y la expectativa petrolera, pues los grandes campos ya estaban en plena operación y se habían consolidado los sistemas de reparto de regalías e IDH. A esto se unían otras cuestiones de matriz sociológica más allá de la brecha racial y la creciente presión migratoria provocada por la relocalización minera y los fiascos de la capitalización.
Ambas mitades de la luna vivieron de manera diferente el periodo de inestabilidad entre 2003 y 2006 que, finalmente, desembocó en el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) por un lado y en la materialización del Estado Autonómico como ideal de gestión que se incorporó a la Constitución de 2009.
Algunos analistas coinciden en que aquellos fueron años de mucha incertidumbre, sobre todo en la media luna autonomista, donde costó conciliar las cuestiones más identitarias y sofocar las pasiones más separatistas, pulsiones que finalmente quedaron soterradas por el pragmatismo de la política, pues los líderes prefirieron alcanzar objetivos posibles y no perderlo todo en demandas más ambiciosas como el Federalismo o las vías más independentistas que podían haber conducido al fracaso. Aún así, nunca se fueron.
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Fue un tiempo de líderes: De los Cossío, Cardozo, Lea Plaza o Bayard en Tarija, de Rubén Costas y Branko Marinkovic en Santa Cruz, de los Fernández en Pando y de Suárez en Beni, y discrepancias siempre hubo, pues nadie se acaba de fiar de nadie: Branko y Costas venían de logias distintas y estaban lejos de ser amigos; todos desconfiaban de un Mario Cossío con afán de venganza nadando en plata gasífera; Reyes Villa prefirió irse a Estados Unidos y otros como Leopoldo Fernández optó por el cautiverio.
El objetivo se logró en tanto la Constitución Política de 2009 incluyó el modelo autonómico y reconoció los Estatutos preconstitucionales aún con periodo de adecuación. Sin embargo a partir de ese momento, la Media Luna se desarticuló y sus líderes fueron cayendo: Mario Cossío huyó a Paraguay, Marinkovic a Brasil y algunos de los que se quedaron se reconvirtieron. Sin embargo, el caso más emblemático es el de Rubén Costas.
El gobernador cruceño acumuló más de medio centenar de procesos por mala administración, pero nunca entró en prisión y casi quince años después, siguen las murmuraciones.
El vacío
No es fácil establecer en qué momento se deshizo el concepto de Media Luna. Para unos fue en el mismo momento en que se aprobó la Constitución, para otros antes: en el momento en el que Podemos viabilizó el referéndum revocatorio para presidente y prefectos probablemente con el oscuro deseo de recuperar el protagonismo político perdido.
En términos prácticos, la Media Luna se rompió el día que Mario Cossío tomó el vehículo rumbo al Paraguay: el MAS consolidó la toma de Tarija con el interinato de Lino Condori, que acabaría durante casi cuatro años y medio y el bloque perdió no solo la billetera más generosa, sino el político más interesado en tumbar a Morales.
Para entonces Leopoldo ya estaba contra las cuerdas, Marinkovic huido y no tardaría en tumbar a Suárez en el Beni, y aunque sociológicamente Tarija siguió basculando en la oposición, las fuerzas se acomodaron a la nueva maquinaria de poder, con vocación aplastante. Costas se concentró entonces en la gestión y el MAS entró directamente a hablar con los grandes terratenientes y demás dueños del poder en Santa Cruz.
Ni siquiera con el triunfo de Adrián Oliva en 2015 se logró recomponer el espacio político. Eran otros tiempos y otras prioridades y el tiempo abonó el cambio de ciclo.
La última carta
En este análisis, la irrupción de Luis Fernando Camacho en la campaña de 2019 primero con el tema de los incendios en la Chiquitanía, que movilizó al espacio social más joven, y posteriormente en la rebelión post electoral que acabó en noviembre con Evo Morales rumbó a México DF, se entiende como una última carta jugada por los rescoldos del separatismo, que sin duda no se dio por satisfecho con el plan de Demócratas y la cohabitación planteada por Rubén Costas.
Otros lo plantean en términos de última pataleta: el crecimiento demográfico de Santa Cruz producto de la migración, que tiene otras lógicas de natalidad, hará inviable cualquier movimiento cruceñista identitario en el corto plazo pese a que se trabaja ciertamente bien la inmersión. En paralelo, el auge del negocio de las tierras y la fortaleza gubernamental ha puesto en jaque los intereses de los grandes.
Camacho se la jugó en 2019, después concursó en una elección presidencial donde solo le interesaba tener una bancada propia lo suficientemente fuerte como para condicionar cualquier decisión que requiriese dos tercios, y finalmente se hizo con la Gobernación, donde desde el primer día planteó la confrontación directa con el Gobierno como camino a seguir: recomponer la Media Luna nunca estuvo en sus planes.
Durante su breve gestión se ha invocado el derecho a la autodeterminación de los pueblos y se ha planteado la necesidad de establecer una nueva relación con el Estado. Solo después Camacho fue extraído de Santa Cruz y puesto bajo custodia policial en Chonchocoro.
Quizá en esa unilateralidad, señalan periodistas y analistas, está la explicación de su – de momento – derrota.